Nunca se sabe, pero parece que esta segunda parte del conflicto del taxi empieza a perfilar por dónde van a ir los tiros. La decisión de la Generalitat de ceder ante las demandas del taxi, provocando con ello que Cabify y Uber abandonen Barcelona, tal y como habían advertido.
En esta reedición de la guerra del taxi las partes han vuelto a confirmar quién tiene la situación dominada. El taxi sabe cómo hacer daño, con una estrategia básica: liderazgo claro en Madrid y Barcelona, cohesión y una altísima movilización. Todo gracias a unas figuras clave que, jugando su papel, han dado la ventaja en esta batalla a los taxistas.
Tito Álvarez
Es el alma de estas protestas. Alberto Álvarez, más conocido como Tito, es taxista desde hace algo más de un lustro, pero desde hace algunos meses su papel es el de líder de unas movilizaciones que, sin él, no serían tan homogéneas. Es, además, un caso extraño, ya que no posee licencia de taxi, conduciendo para otro titular.
Para los taxistas es poco menos que un icono, mientras que los operadores VTC le consideran una personal radical, un violento, y critican con dureza unas tácticas que muchos han comparado con los Boixos Nois, el grupo ultra del Fútbol Club Barcelona, al que él ha negado pertenecer.
En cualquier caso, a Álvarez hay que reconocerle su capacidad de influencia. Primero, sobre los taxistas, a los que ha logrado unir y lanzar a las calles para pelear por un objetivo común. Luego, sobre todo un Ministerio de Fomento, cuando consiguió que se modificara incluso una nota de prensa por no incluir un punto que, decía, habían acordado con el departamento que comanda José Luis Ábalos.
Tito Álvarez es muy consciente, y no pierde ocasión de manifestarlo en sus habituales apariciones en los medios de comunicación, de que tiene la sartén por el mango, por no ponerlo en palabras más gruesas. Puede presionar en las calles y lo va a seguir haciendo, pese a que se arriesga a seguir perdiendo el apoyo de la opinión pública, ya bajo mínimos. En Barcelona las protestas se mueven al ritmo que él marca.
Su liderazgo volvió a quedar de manifiesto este martes cuando, tras la reunión en la que Fomento cedía a las condiciones del taxi, fue él el que se encargó de anunciar a todos sus compañeros lo que le habían arrancado a la Generalitat.
Nacho 'Peseto Loco' Castillo y Saúl Crespo
"Se acabo todo de una vez. Va a haber palos, pero tenemos que hacer de este nuestro fuerte. Vais a tener guerra, porque es lo que queréis". Son palabras de Nacho Castillo. Peseto Loco. Algo más alejado de los medios, pero todavía presente en las calles, el representante de la Plataforma Caracol, pronunciaba estas palabras el pasado lunes, alentando a los taxistas a inundar Ifema, sede de Fitur a partir de este miércoles.
No llega al nivel de Tito Álvarez, pero Castillo tiene experiencia en la calle y es capaz de movilizar a los taxistas de la vertiente más desafiante que, al final, son los que acaban imponiendo sus decisiones a los demás. Está algo más moderado, consciente de que su imagen era demasiado agresiva, pero continúa ejerciendo su labor como instigador en Madrid.
Por su parte, Saúl Crespo ha asumido esa presencia mediática que otrora tuviera Peseto Loco. No es que sea nuevo en dichas lides, pues Crespo ya ha protagonizado algunos enfrentamientos con periodistas en programas de máxima audiencia, pero ahora se ha encaramado a la primera fila mediática del movimiento.
Una vez más, y esta característica la comparte con Castillo y con Álvarez, su estilo agresivo y desafiante es lo que le distingue del resto de sus compañeros y le pone al frente de unas movilizaciones que cada vez aumentan más de temperatura.
Ángel Garrido y Quim Torra
Su papel no está en las calles, sino en los despachos. Ángel Garrido y Quim Torra tienen que gestionar dos situaciones muy complicadas, sobre todo teniendo en cuenta que ninguno de los dos era partidario de recibir las competencias para gestionar las licencias VTC y ahora se han encontrado con un problema importante. Lo afrontan, en cualquier caso, de dos maneras distintas.
Ángel Garrido ya sabe que dentro de unos meses, cuando se celebren las elecciones autonómicas, no será el candidato del Partido Popular. Le quedan menos de 100 días en la Puerta del Sol y su máxima, tal y como está su situación, es no meterse en más problemas de los necesarios.
De hecho, en las reuniones que ha mantenido este lunes y este martes, que no han satisfecho ni a taxistas ni a Unauto, se ha limitado a explicar su propuesta de pasar las competencias a los casi 200 municipios de la Comunidad de Madrid para que cada uno apruebe su propia normativa. El caos.
Los taxistas de Madrid se mantienen firmes y han decidido mantener los paros tras reunirse con el ayuntamiento, con el consistorio pidiendo a Garrido que se establezca "una comisión conjunta" para "acercar posturas y salir con una propuesta que convenza a todos", tal y como ha explicado el presidente de la Federación Profesional del Taxi de Madrid, Julio Sanz.
Torra, por su parte, se ha mantenido al margen incluso cuando Ada Colau, la alcaldesa de Barcelona, le afeaba su inactividad. Este lunes el president viajó a Waterloo para visitar a Carles Puigdemont, pero tuvo que volver rápidamente para mantener una reunión con el conseller de Territorio, Damiá Calvet, y con el de Interior, Miquel Buch, para atajar el conflicto.
Damiá Calvet
Es uno de los grandes protagonistas de esta segunda parte del conflicto. En la primera, con los paros y el bloqueo de Barcelona el pasado verano, la Generalitat dejó todo en manos de Colau, pero esta vez el Govern, o el menos el responsable de la parcela de Territorio, ha decidido ponerse al frente de los intentos para alcanzar una solución.
Los taxistas tienen claro que quieren un tiempo de precontratación de entre seis y 12 horas, pero Calvet no está dispuesto a ir más allá de los 15 minutos. Esta propuesta, finalmente aceptada, le ha servido a Calvet para alzarse como la persona que ha conseguido desbloquear las calles, aunque él sabe que el plazo real está en los 60 minutos con los que se conformaba el taxi.
Calvet sabe que, además de contra un sector tan movilizado, también estaba inmerso en una carrera contra el reloj. El Mobile World Congress, que se celebrará en los últimos días de febrero, estaba a la vuelta de la esquina, con lo que supone para la ciudad.
El año pasado visitaron la feria de tecnología poco más de 110.000 personas y el impacto económico alcanzó los 470 millones de euros. Es, por lo tanto, el evento más importante que se celebra en la Ciudad Condal en todo el año, con todos los ojos del mundo puestos en Cataluña durante unos días.
Si al complicado tráfico de un día normal en Barcelona le sumamos los atascos del Mobile World Congress y, además, lo aderezamos con un bloqueo de los taxistas, el resultado es un cóctel imposible de digerir para la Generalitat. Calvet ha hilado fino, ya que era la única posibilidad que tenía para atajar el conflicto.
José Luis Ábalos
El ministro de Fomento tiene una papeleta complicada. El pasado verano intentó solucionar como pudo las primeras movilizaciones, vía decretazo, para terminar dejando a medias a ambos bandos. Ábalos se compró tiempo, creyendo que la calma duraría al menos hasta los comicios de 2020. Se equivocaba.
Ahora, con las competencias transferidas de manera efectiva a las Comunidades Autónomas, su capacidad para recular es nula. Tiene que tirar hacia delante y esperar una mano salvadora de la Comunidad de Madrid y de la Generalitat, algo de lo que se ha encargado Calvet.
Ábalos no ha afrontado este conflicto demasiado bien. Primero dejó en manos del secretario general de Transportes, Pedro Saura, todas las negociaciones entre Fomento, el taxi y Unauto, la patronal que agrupa a los operadores VTC. Luego cedió ante las presiones de los taxistas modificando notas de prensa y decretos por igual para conseguir que desbloquearan las ciudades, algo que, está visto, no le ha salido demasiado bien.
Su actuación se puede hacer extensiva al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que todavía tiene pendiente asumir su papel al frente del Ejecutivo para apagar un incendio que, lejos de quedar controlado, parece extenderse con mucha rapidez.
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