El año ha arrancado con una importante revalorización de los activos financieros, en especial de aquellos con más riesgo. No es fácil argumentar los motivos que explican estas alzas de las cotizaciones o, al menos, justificar la intensidad del movimiento. Como tampoco fue fácil entender la magnitud de la corrección de los precios del último trimestre del pasado año, que provocó que 2018 fuera el segundo peor año en términos de rentabilidad desde que nació el euro. Solo lo superó 2008, cuando quebró Lehman Brothers.

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