Desde este jueves, en las calles de Barcelona se respira una calma tensa. Es el escenario tras la batalla, otra más, que han librado los taxistas en su cruzada contra Uber, Cabify y todo lo que huela a VTC.
Una vez más, se han llevado la victoria. Dos de dos. Pero eso no garantiza la calma, y bien lo saben en la Generalitat, el ayuntamiento y, por supuesto, en los sectores más movilizados del sector del taxi más movilizado de España. Barcelona manda y, luego, el resto de sus colegas responde.
Este segundo capítulo de la guerra del taxi ha tenido tintes similares al del primero, pues ya se sabe que si algo funciona es mejor no tocarlo. Las tácticas son claras: se bloquea el centro de las ciudades, se montan campamentos y asambleas, se aguanta y, al final, todos a casa con una victoria. Es lo que tiene pelear contra la mediocre clase política española.
En cualquier caso, no hay que dejarse engañar. Todo apunta a que en un mes los taxistas de Barcelona volverán a estar en las calles, y a que pelearan todavía con más fuerza. La cita es inmejorable, sería dejar pasar un caramelo demasiado dulce. Los ojos del mundo, mirándoles, haciéndose eco de sus demandas. ¿Cómo desaprovechar una ocasión como el Mobile World Congress?
El año pasado más de 110.000 personas visitaron la mayor feria de tecnología del mundo, con un impacto para la economía regional de 470 millones de euros. Eso son 110.000 cuentas de Twitter, unos cuantos miles de cámaras y un buen puñado de conexiones en directo hablando de como unos pocos miles de taxistas han conseguido bloquear una ciudad.
El escenario es perfecto. Los trabajadores del metro de Barcelona ya han anunciado -como siempre- que estarán en huelga durante el evento, el tráfico esos días es terrorífico ya de por si y si, a todo eso, le añades a 6.000 taxis cerrando el paso en las principales arterias, la situación pasa de insufrible a infernal.
Hoja de ruta
Los pasos, todavía sin dar, están más o menos claros, porque ya los hemos visto antes. Todo empezó con la propuesta del conseller de Transporte de la Generalitat, Damiá Calvet, de establecer un periodo de precontratación de una hora para los servicios VTC, una de las exigencias del taxi.
Esa normativa tuvo que ser aprobada en asamblea por los taxistas, unas votaciones que estuvieron realmente ajustadas: apenas el 53% de los taxistas de Barcelona dio el sí a una medida que ellos mismos habían pedido. ¿Por qué tan pocos? Porque un sector, el más radical, consideró que todavía podían arrancarle algo más a la Generalitat, un argumento para nada descabellado viendo la debilidad mostrada por el Govern.
Eso provocó el primer cisma en un grupo hasta ahora homogéneo, la dimisión de Tito Álvarez y la salida de Élite Taxi, la principal agrupación, del comité de huelga. Sea como fuera, ganó el sí y puso en marcha un tren cuya primera estación es el Parlament de Cataluña.
Hasta allí llevará Calvet su normativa, que será aprobada en el Pleno que se tiene que celebrar este próximo martes. Con la luz verde de los políticos, y una vez todo publicado, lo más normal es que la respuesta de Unauto, la patronal de VTC que engloba a Uber y Cabify, acuda a los tribunales con la ilegalidad de estas medidas por bandera.
El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que suele asumir estos casos, tendrá que decidir si acepta las acciones legales emprendidas por el frente VTC, algo que parece bastante probable si nos atenemos a situaciones anteriores. ¿El paso siguiente? La suspensión cautelar de la normativa Calvet hasta nuevo estudio.
En el caso también se personarán, una vez más, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) y la Autoridad Catalana de la Competencia. El regulador nacional ya ha emitido un informe criticando al Gobierno y señalando que "las nuevas restricciones sobre la competencia incidirán negativamente sobre el servicio prestado a los usuarios", mientras que la regional ya ha confirmado que presentará alegaciones en los tribunales por las medidas que "conllevan la creación de ineficiencias artificiales e injustificadas".
El sector radical
¿Creían que habíamos visto un sector radical del taxi en las protestas en Barcelona? De momento no, pero no podemos descartar que en las próximas movilizaciones, que las habrá, las acciones suban de temperatura.
La salida de Élite Taxi del comité de huelga es un punto clave que se ha minusvalorado. Las principales concentraciones del sector que han tenido lugar en España en los últimos meses han estado organizadas, gestionadas y controladas por esta agrupación, la que más licencias aglutina en Cataluña y una de las más grandes de España.
Los miembros de la organización ocupaban las posiciones más importantes del comité de huelga, sí, pero también eran los que controlaban que las cosas no se fueran de las manos y que nadie llegara más de algún insulto y algún empujón. A los taxistas se les pueden reprochar muchas cosas, pero lo cierto es que no han provocado daños materiales en sus múltiples manifestaciones, y tampoco ha habido heridos más allá de algunas caídas y golpes que, cuando se reúnen miles de personas, son algo normal.
Tampoco le han dado demasiados motivos a la Policía para efectuar cargas represivas cuando se han concentrado. Son manifestaciones muy molestas para los ciudadanos, porque tienen lugar en pleno centro de las ciudades o en puntos clave como estaciones o aeropuertos, pero no son especialmente violentas y eso es porque el control interno es grande.
Sin ellos asumiendo la responsabilidad, pues han dado un paso al lado, se abre el camino para que los radicales empiecen a hacer su labor. Muchos de ellos ni siquiera serán taxistas, ya que a los violentos les da igual la causa con tal de descargar su ira contra el sistema, pero ahí estarán cuando llegue el momento.
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