Tras nueve días de huelga, el sector del taxi está afrontando sus primeros enfrentamientos internos. Hasta ahora el frente era firme, pero tantos días en las calles y los nulos resultados están provocando que muchos se preguntan si el rumbo de las protestas es el más adecuado.
Durante los primeros días del conflicto los taxistas confiaban en que bloqueando una cita tan importante como Fitur obtendrían resultados. El modelo era el mismo que había funcionado a la perfección en Barcelona, donde la Generalitat cedió a los pocos días, por lo que el planteamiento no era descabellado.
El problema es que Fitur ni notó que había miles de taxistas a sus puertas y el primer día hubo 50.000 visitantes. El total de profesionales que pasó por la feria también aumento, creciendo en casi 10 puntos porcentuales respecto al año pasado. De nada sirvieron las barricadas, los contenedores y neumáticos ardiendo o los cortes en las carreteras de acceso en plena hora punta.
Mientras, Ángel Garrido, presidente de la Comunidad de Madrid y objeto de todas las presiones, no cedía un centímetro. Comenzó diciendo que no legislaría sobre las VTC y, hasta ahora, no lo ha hecho, estableciendo unas líneas rojas que no ha cruzado.
El taxi no contaba con eso. Un conflicto largo en un sector tan grande y con el que la opinión pública tiene poca implicación es difícil de mantener en el tiempo, sobre todo cuando los principales responsables del movimiento están cuestionados.
Saúl Crespo y Nacho Castillo -Peseto Loco- han llevado hasta ahora la voz cantante en las asambleas en Madrid, un protagonismo que han cedido ante la llegada del núcleo duro de Barcelona, con Tito Álvarez a la cabeza. El desembarco de la cúpula que guió al taxi a la victoria en la Ciudad Condal ha provocado el traslado de las protestas al centro, pero el resultado ha sido el mismo.
El cisma les ha acompañado desde Cataluña hasta la capital. En tierras barcelonesas la votación para aceptar la propuesta de la Generalitat se aprobó con un 53% de los votos a favor y un 47% en contra (2.508 sufragios para el sí, 2.177 para el no) y provocó la dimisión del comité de huelga y del propio Álvarez como portavoz.
La culpa la tuvo la oposición al propio portavoz y la dirección del movimiento, favorable al sí mientras otro grupo, más radical, abogaba por continuar con las protestas para aprovechar la debilidad mostrada por el Govern y arrancar un trato todavía más suculento.
Sin trabajar, sin facturar
Los taxistas madrileños llevan nueve días sin trabajar. Eso son nueve días sin facturar, sin tener ingresos. Esa es una situación que no todos los trabajadores pueden soportar, mucho menos los autónomos, y es algo que está provocando la división en un sector que hasta ahora parecía unido.
"¿Cuántos de nosotros nos vamos a quedar sin nada?", se preguntaban algunos taxistas en una asamblea celebrada en la noche de este lunes, sin encontrar respuesta. Las principales agrupaciones cifran en 170 euros al día las pérdidas de cada vehículo por estar parado y sin trabajar, una cantidad que parece algo excesiva ya que supondría que en estos nueve días hubieran facturado poco más de 1.500 euros.
Además del dinero que no entra, también hay que tener en cuenta el que no entrará. Hay muchos usuarios del taxi que ya han decidido que no volverán a utilizar el servicio, por la mala imagen que están dando y por sus acciones bloqueando el centro de Madrid o Barcelona.
Según datos de Smartme Analytics, una firma de análisis de consumo en dispositivos móviles, las descargas de Uber y Cabify se han disparado más de 50% respecto al mismo mes del año pasado.
Ahora mismo, sin competencia real, es muy complicado conseguir un vehículo de estas aplicaciones en casi cualquier momento, con cifras de espera que duplican a las habituales. Esa tarea, un fin de semana por la noche, es directamente imposible.
"Las VTC están haciendo más viajes que nunca", lamentan algunos taxistas en los grupos que tienen en las redes sociales, vía de comunicación para un sector que cuenta con tantos miembros pero, además, verdadero termómetro de cómo están las cosas.
Pérdida de fuelle
Pese a que los portavoces y las agrupaciones intentan mantener las movilizaciones, lo cierto es que la falta de resultados está afectando gravemente al número de taxistas que acude a las concentraciones.
El lunes alrededor de 3.000 taxistas se dieron cita en la Puerta del Sol, frente a la sede del gobierno regional, pero menos de 500 acudieron a la mañana siguiente, la de este martes, a la sede de la UGT, en la Avenida de América, para comenzar una marcha que desembocaría en la misma plaza pasando antes por la calle Génova. Allí estaban, al filo de las 14 horas del martes, alrededor de 1.500 personas.
Las imágenes de las asambleas que se están celebrando en la explanada frente al Wanda Metropolitano, estadio del Atlético de Madrid, no son el fiel reflejo de la situación, pues allí se encuentran los más movilizados y aquellos que vienen de fuera y que se están alojando en casas de otros compañeros o en la propia terminal del aeropuerto.
"La lucha está siendo dura y no se le ve el final", reconocía Sergio Vega, portavoz de Élite Taxi en Madrid, advirtiendo a sus compañeros de que "no podéis volver a casa sin decirle a vuestra familia que lo habéis conseguido".
Tampoco la huelga de hambre en la que se han embarcado ocho taxistas parece estar surtiendo efecto. En un principio la idea es que fueran 15 personas las que iniciaran este método de presión, un número que se redujo luego a la mitad.
Esas ocho personas, que hasta ahora estaban en el Paseo de la Castellana instalados en un campamento, con la visibilidad que da estar en una de las principales vías de la ciudad, se van a trasladar a un local de la Federación del Taxi en Vallecas, a las afueras de Madrid. Este cambio de emplazamiento, anunciado por la Plataforma Caracol en su perfil de Facebook, se debe a que no pueden descansar por el ruido y que es un lugar peligroso por el tráfico de vehículos.
En Madrid hay algo más de 15.000 licencias de taxi, pero en las concentraciones apenas hay dos o tres mil personas. Eso significa que la inmensa mayoría se queda en casa y está viviendo una situación dramática, pues el seguimiento de la huelga es masivo, sin trabajar y sin cobrar tras nueve días en los que no han conseguido nada.
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