2018 no fue el año en el que decidimos blindar nuestros datos personales, pero al menos sirvió para darnos cuenta de lo importantes que son y, sobre todo, del importante negocio que hacen los gigantes de internet con ellos. Cambridge Analytica, Facebook, Yahoo o Gmail sufrieron brechas de seguridad que supusieron la filtración de millones de nombres, direcciones y números de teléfono. Aprendimos, sí, pero de la manera más dura.
¿Podemos escapar de estos gigantes de internet? Lo cierto es que hay que ponerle mucho compromiso y renunciar a comodidades que no estamos dispuestos a abandonar. Podríamos preguntar al llegar a los sitios, pero es mucho más fácil usar el GPS, igual que podríamos quedar directamente en el parque de siempre, pero preferimos hacerlo vía app de mensajería.
Lo ideal, por tanto, es cambiar la pregunta. ¿Cómo podemos evitar que sepan tanto de nosotros? La respuesta no es fácil, pero se podría empezar por ponerle algún obstáculo a Google, el que más datos maneja de todos nosotros con mucha diferencia, para que en sus oficinas de Mountain View, en California, al menos no sepan dónde estamos en todo momento.
Porque Google lo sabe. Lo sabe todo. Lo sabría incluso si nosotros no lo permitiéramos (que lo hacemos). Tiene dos grandes vías para conocernos en profundidad: las búsquedas y los vídeos que vemos en YouTube.
Todo lo que ponemos en el buscador, los vídeos que vemos, las órdenes que damos al Google Assistant, lo que compras, la gente a la que le envías fotos, vídeos o audios, la localización por GPS, las redes WiFi a las que nos conectamos... ¿cómo se evita la alargada sombra del mayor gigante de internet?
¿Pagar para protegernos?
Cada uno de los servicios de Google recoge datos sobre cómo los utilizamos. Gmail, Google Maps, Photos, el mencionado asistente... Incluso Google Docs. Todos ellos tienen una cosa en común, a parte de decirlo todo de nosotros: son gratis.
Porque Google distingue entre lo que ofrece en una suerte de altruismo tecnológico disfrazado y lo que nos cobra. Por eso, cuando estamos conectados al router de casa y hacemos una búsqueda en internet, la compañía lo sabe. Ahora, si lo hacemos enganchados a la red creada por el Google WiFi, nada queda registrado.
El procedimiento es el mismo con los Docs. Si hacemos una hoja de cálculo o escribimos en un documento con la versión gratuita nuestros movimientos quedarán grabados, pero si adquirimos la versión Enterprise podremos esquivar el ojo de la compañía.
Ninguna de las dos opciones es barata. Construir una red en malla con Google WiFi en casa nos sale por 360 euros con el pack de tres puntos de conexión, mientras que Docs Enterprise tiene un coste de 25 euros por usuario y mes.
Soluciones caseras
Por supuesto, también existen las soluciones caseras de toda la vida, pequeñas recomendaciones que causan alguna molestia, pero que son necesarias para aquellos que de verdad desean conservar cierta privacidad.
Lo principal es revisar bien los permisos que concedemos a cada aplicación. No suele ser muy recomendable darles acceso a la cámara o a nuestra ubicación incluso cuando no las estamos usando, ni tampoco permitirles que pongan tuits o hagan publicaciones en redes sociales de forma automática.
Otra solución es dejar de usar los servicios de Google. Para sustituir al omnipresente Chrome como buscador bastaría con echar mano del Bing de Microsoft, o de opciones menos mainstream como Duck Duck Go, que pone especial énfasis en la privacidad. También puede funcionar navegar de forma perenne con ventanas incógnitas, aunque no es algo especialmente práctico.
Más incomodo todavía es cerrar sesión después de cada uso de una aplicación del gigante de internet, pero es una práctica que puede ayudar mucho a proteger nuestros datos. Si tras usar Chrome desconectamos nuestra cuenta, con la que también estamos registrados en Gmail, Maps o YouTube, nos haremos un poco más invisibles dentro de esta era en la que serlo es prácticamente imposible.
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