¿Es Margrethe Vestager la mujer más poderosa de Europa? Tras cinco años de mandato, es muy posible que la única persona que pueda discutirle ese honorífico puesto a la comisaria de Competencia de la Comisión Europea sea Angela Merkel, pero esta danesa tiene poderes que a la canciller alemana le encantaría poner a su nombre.
No dirige un país, no es presidenta y, si nos ponemos estrictos, tampoco la ha votado nadie para el puesto. No le ha hecho falta para demostrar que la oficina que dirige es capaz de sembrar el pánico en los gigantes empresariales que dominan el mundo, y provocar, de paso, que en la lejana Silicon Valley su nombre su pronuncie con el gesto torcido.
En apenas unos meses, la danesa ha obligado a Apple a devolver 13.000 millones de euros a Irlanda por una tributación muy de aquella manera, ha castigado a Google con más de 8.000 millones de euros en multas por perjudicar la competencia y abusar de su poder, ha obligado a Starbucks a modificar su estrategia fiscal en Luxemburgo u Holanda e impuso un pago de 110 millones a Facebook por compartir datos de sus usuarios con WhatsApp.
Las grandes empresas europeas tampoco han escapado del afilado ojo de Vestager. En julio de 2016 multó con casi 3.000 millones de euros a MAN, Volvo, Daimler, Iveco y Daf por crear un cártel de precios en los camiones durante 14 años. "No es admisible que estas empresas formen un grupo en vez de competir unos contra otros, y lo han hecho durante 14 años", explicó por entonces Vestager.
Además de sembrar el pánico al otro lado del charco, la comisaria de Competencia se ha convertido en una suerte de estrella del rock burocrática en su país. En el año 2016 fue nombrada Danesa del Año y es uno de los símbolos feministas en un Estado en el que, aunque pueda parecer lo contrario, la violencia machista es uno de los problemas con menos visibilidad.
Su estilo informal, siempre con indumentarias llenas de color que contrastan con los omnipresentes oscuros de la política, hacen que siempre llame la atención, aunque no le importe demasiado. "Los hombres se dan cuenta de que eres una mujer por mucho que lleves un traje así que, ¿por qué molestarse? Mucho mejor defender la diversidad", ha explicado en varias ocasiones.
Animal político
Nacida en abril de 1968 en la localidad de Glostrup, una ciudad dormitorio a apenas 10 kilómetros de Copenhague, Vestager se licenció en Ciencias Políticas en la universidad de la nórdica y pasó, de forma inmediata, a trabajar en el Ministerio de Finanzas, en el que comenzó una carrera que la ha convertido en eso que se ha dado en llamar animal político.
En el año 1998 dio un importante paso adelante en su carrera y entró en el malogrado gabinete del gobierno de izquierdas de Poul Nyrup Rasmussen, que se encontró con el rechazo a la entrada del euro y que un año después no consiguió revalidar un cargo en el que llevaba desde el año 1993. Vestager fue ministra de Educación durante dos años, una experiencia que le valió para, tras seis años de diputada, hacerse con las riendas del partido liberal en Dinamarca.
Su liderazgo comenzó de la peor manera posible. En las legislativas del año 2007 llevó a la formación al peor resultado de su Historia, lo que a cualquiera le costaría el cargo. Si embargo, mantuvo el poder y cuatro años después logró reponerse del batacazo y casi triplicó los pírricos siete escaños logrados en esos terribles comicios.
En 2011 su ascenso se hizo palpable cuando la primera ministra socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt -actual CEO de Save the Children- le otorgó la cartera de Economía e Interior, una de las más importantes del Gobierno.
La llegada a la primera línea política se había cocinado a fuego lento, pero Vestager no es de las que dejan escapar las ocasiones que se presentan en su puerta, y supo reconocer el caramelo que le entregó su Gobierno cuando la nominó para comisaria europea en el año 2014, tras esas elecciones que lanzaron a Podemos cuando Pablo Iglesias e Íñigo Errejón iban a tomar, abrazados, el cielo a base de sonrisas.
El 1 de noviembre del año 2014 sucedió al español Joaquín Almunia tras recibir el apoyo del Parlamento Europeo para hacerse cargo del departamento de Competencia y ahora, cinco años después, aspira a ocupar el cargo de otro gran nombre de la política de continental: Jean-Claude Juncker.
El difícil asalto al trono
No debe extrañar a nadie que las aspiraciones de Vestager pasen por hacerse con el cargo de presidenta de la Comisión Europea, que encuentra difícil comparación en el Viejo Continente. La sucesión es lógica: parlamentaria en su país, ministra, comisaria europea y, ahora, a por el sillón de mando más ancho de Bruselas.
Vestager va a tenerlo complicado, evidentemente. Forma parte de los liberales, que ya la han elegido como uno de sus principales líderes junto a otras figuras como el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt, portavoz en el Parlamento Europeo del grupo, que son los que tendrán que sumar apoyos.
En principio, y contando con la anticipada fragmentación que se va a producir en la Cámara continental, los liberales son una de las formaciones que están llamadas a ganar cuota de poder, ahora que grandes figuras como el presidente francés, Emmanuel Macron, intentan sumar sus fuerzas a los moderados.
"Históricamente, el de presidente de la Comisión Europea es un puesto reservado para un hombre de 60 años. Estaría bien para la Historia que una mujer de un país pequeño alcanzara el cargo", explicaba Vestager en un encuentro con la prensa el pasado año, en unas afirmaciones que ya tenían aires premonitorios.
A favor va a tener su gran popularidad entre los socios europeos, que han visto con muy buenos ojos como hostigaba casi sin piedad a los gigantes de internet estadounidenses, habitualmente impunes ante las legislaciones estatales.
Por supuesto, también se ha granjeado poderosos enemigos. Macron y Merkel, dos de las figuras de referencia en la política europea, no quedaron nada contentos cuando Vestager frenó en seco la fusión de Siemens y Alstom, que pretendía crear un super fabricante ferroviario que compitiera con China Railroad Rolling Stock Corporation, el resultado de la suma de las dos grandes empresas del sector en el gigante asiático.
La comisaria de Competencia se defendió alegando que no podía permitir la existencia de una suerte de monopolio, pero provocó el enfado en París y Berlín. "Las reglas actuales son obsoletas. Yo desafío el análisis formulado por la Comisión Europea", afirmó entonces el ministro de Economía francés, Bruno Le Maire. En la misma línea se mostró su homólogo alemán, Peter Altmaier, que pidió "cambios futuros en las reglas de la Competencia en Europa".
Con la oposición de estos pesos pesados, Vestager, previsora, se ha dejado la puerta abierta para el plan B: volver a su despacho de comisaria otros cinco años más. El proceso tampoco es el más sencillo del mundo.
Cada país propone a sus comisarios y luego es el Parlamento Europeo el que va haciendo las veces de filtro hasta que se elige a aquellos que se quedarán con el puesto. Lo más probable es que Dinamarca, pese a que no gobierna el partido de Vestager, ponga su nombre en la lista una vez más, pero habrá que ver si en los pasillos europeos están por la labor de darle el visto bueno una vez más a la mujer que se convirtió en el terror de Silicon Valley.
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