La economía española, comparada con la de la zona euro, muestra una salud envidiable. Los datos de Contabilidad Nacional que ha publicado el Instituto Nacional de Estadística (INE) correspondientes al cuarto trimestre de 2018 dan la idea de un PIB que resiste los envites del deterioro del sector exterior y que se ha embarcado en un proceso de desaceleración, pero a un ritmo lento y manejable.
Sin embargo, el trasatlántico económico se encamina hacia aguas algo peligrosas sobre las que ya vienen advirtiendo los economistas. Un menor dinamismo del empleo, que hasta ahora ha sustentado el consumo interno; un progresivo deterioro del sector exterior, el talón de Aquiles por el que han comenzado a asomar tradicionalmente las recesiones; una vuelta a la dependencia de la construcción en paralelo a una recesión en toda regla en la industria; y un problema aún más enquistado, que es la caída de la productividad por hora trabajada durante ya tres trimestres consecutivos.
De entrada, los datos de Contabilidad Nacional son luminosos. A la espera de lo que ocurrido en el primer trimestre de 2019, la revisión del cierre de 2018 que ha realizado el INE muestra que la economía creció un 0,6% en el cuarto trimestre del año en términos de volumen, una décima más que en el trimestre precedente, aunque también una décima menos de lo que cabía esperar a tenor del dato avanzado que se publico el pasado 31 de enero. En tasa interanual, esta se situó en el 2,3% frente al 2,5% del tercer trimestre.
Mientras, para el conjunto del año, el PIB a precios corrientes se situó en los 1.208.248 millones de euros, un 3,6% superior al de 2017, mientras que en volumen, la tasa fue finalmente del 2,6%.
¿Qué quiere decir todo esto? Pues que si eliminamos elementos coyunturales y comparamos el PIB de 2018 con el de 2017 en igualdad de condiciones, el crecimiento fue del 2,6%, muy vigoroso aún, pero que en el cuarto trimestre se dejó notar cierta desaceleración que, en principio, no es alarmante.
Esta misma progresión se deja ver en términos de empleo. Los puestos de trabajo equivalentes a tiempo completo aumentaron un 0,6% en el cuarto trimestre respecto al anterior. Esta variación fue una décima inferior a la del tercer trimestre.
Las grietas del crecimiento
Ahora bien, es de esperar que esta desaceración del empleo se prolongue y eso tiene implicaciones. En primer lugar porque el empleo genera más consumo en sí mismo que las subidas salariales. Dicho de otro modo, antes que más rentas, el PIB necesita más empleo para crecer de la mano del consumo. Precisamente, los datos del INE muestran que la contribución de la demanda nacional al PIB en el cuarto trimestre fue de 2,5 puntos, dos décimas menos que en el trimestre previo.
Y eso es un problema, puesto que ha sido el consumo doméstico es el que ha venido tirando la economía en los últimos años y porque la situación del sector exterior no es buena. De hecho, por ahí es por donde está sufriendo la economía principalmente, lo que se está traduciendo en última instancia en la desaceleración del empleo. Todo se retroalimenta.
Como muestra, las inversiones pasan de crecer a tasas intertrimestrales del 0,2% a caer en la misma proporción. El avance del consumo de los hogares a precios corrientes se desaceleró dos décimas y el de las administraciones públicas de frenó hasta la mitad.
En tasa interanual, la aportación de la demanda interna al PIB fue al cierre del año de 2,5 puntos porcentuales, dos décimas menos, mientras que la demanda exterior presentó una aportación de –0,2 puntos en el cuarto trimestre, en línea con anteriores mediciones, pese a un sorprendente repunte de las exportaciones en ese periodo en tasa intertrimestral.
Más dependencia del 'ladrillo'
Sin embargo, entre tanto sigue resurgiendo la construcción. La inversión en viviendas y otros edificios y construcciones aumentó seis décimas en tasa internual, pasando del 5,7% al 6,3%, mientras que la inversión en maquinaria, bienes de equipo y sistemas de armamento presenta un crecimiento del 2,8%, frente al 6,3% del trimestre anterior. Es decir, más 'ladrillo' y frenazo de la industria.
Más que ralentización, lo cierto es que la industria se encuentra en recesión y la situación es especialmente acuciante para la industria manufacturera. En términos de volumen, tanto una como otra categoría encadenan dos trimestres consecutivos de caídas.
De nuevo, el empleo sirve de termómetro. En las ramas industriales presenta una caída del 0,8% en tasa interanual , 1,2 puntos menos que en el trimestre precedente.
En el caso de la construcción, el crecimiento del empleo fue del 11,3%.
En resumen, el crecimiento de la industria en todo 2018, en términos de volumen, fue del 1,1%, menos de la mitad que la tasa del PIB, frente al 7,6% de las construcción.
El problema de la productividad
En paralelo, la variación interanual de la productividad por puesto de trabajo equivalente a tiempo completo disminuyó cuatro décimas respecto al tercer trimestre, pasando del 0,1% al –0,3%, mientras que la productividad por hora efectivamente trabajada descendió un 0,6% frente al 0,4% del trimestre anterior.
De resultas, el coste laboral unitario al que hicieron frente las empresas creció este trimestre en el 1,3% --la remuneración por asalariado, un 1,1%--, cinco décimas más que el deflactor implícito (0,8%). Esto quiere decir que el coste laboral que asumen las empresas no se está trasladando del todo a los precios.
Todos estos elementos da la idea de un aterrizaje progresivo de la economía, lo que no es en sí un dato alarmante si no fuera porque España necesita seguir creciendo y mucho para seguir reduciendo el déficit y por así ir absorbiendo la elevada deuda pública, que aún ronda el 100% del PIB.
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