Las cucarachas y el Despacito. Son las dos cosas que sobrevivirían a un holocausto nuclear que, llegado el aterrador caso, dejaría una tierra asolada poblada por insectos y los versos de Luis Fonsi y Daddy Yankee. Da igual los veranos que pasen, el des-pa-ci-to siempre estará presto a saltar en la lista de reproducción de cualquier discoteca playera o a ser espetado como único recurso en español en cualquier rincón del mundo.
Parecía imposible escapar de los pegadizos ripios de la canción, hasta que la Unión Europea se ha puesto manos a la obra, quizás para reivindicarse y acallar a los que dicen que las instituciones europeas no sirven para nada. Bendita sea Bruselas.
El pasado martes, el Parlamento Europeo dio luz verde a la renovación de la normativa de copyright, con sus famosos artículos 11 y 13 -ahora 15 y 17 por el cambio en el borrador- por bandera. Ambos limitarán el uso que hacemos de internet y afectarán directamente a los grandes operadores de internet y, obviamente, por extensión a los cientos de millones de europeos que los usamos.
Es el epígrafe 13 de la redacción original del reglamento el que puede encargarse de la imposible tarea de cargarse Despacito. Así lo ha reconocido YouTube, que ha explicado que cuando se aplique la normativa de derechos de autor, no antes de la primavera de 2021, este puede ser uno de los vídeos que haya que retirar.
La CEO de YouTube, Susan Wojcicki, ya advirtió de que Despacito está en peligro. "Contiene diferentes derechos de autor, que van desde la grabación de sonido hasta los derechos de publicación. Nosotros tenemos acuerdos con diferentes actores y muchas licencias por el vídeo, pero todavía hay gente que tiene derechos sobre la canción y que no se sabe quienes son", explica, explicando que "esa incertidumbre significa que puede que tengamos que bloquear vídeos así para evitar el peso del artículo 13".
Lyor Cohen, jefe global de música en YouTube, no se ha desmarcado de su jefa y ha advertido de que con esta nueva normativa de la Unión Europea habría que "eliminar remixes, versiones, tutoriales, tributos o parodias de la plataforma".
El artículo 13
En su versión original, el artículo 13 constaba de apenas 240 palabras, que se dividían en tres puntos. El primero era el más importante, por ser el que dictaba que los "proveedores de servicios de la sociedad de la información [...] deben, en cooperación con los tenedores de derechos, tomar medidas para asegurar el funcionamiento de los acuerdos con los poseedores de los derechos para el uso de su trabajo".
Del mismo modo, obliga a los grandes actores de internet a "prevenir la disponibilidad en sus servicios de obras identificadas" por los poseedores de los derechos. Entre esas medidas, que tienen que ser "apropiadas y proporcionadas" están "el uso de tecnologías efectivas de reconocimiento de contenidos".
También hay obligaciones para los Estados. La normativa obliga a los socios comunitarios a "asegurarse de que los proveedores de servicios hacen caso a las quejas de los usuarios". No es que deban ejercer de árbitros, pero sí se les pide que tengan un ojo puesto en los gigantes de internet.
La versión revisada, que se va hasta las 450 palabras tras el rechazo del Consejo Europeo, no tiene cambios sustanciales, más allá de abrir una puerta para los usuarios que consideran que un contenido que han subido ha sido "eliminado injustificadamente".
Un ejemplo de cómo pueden ser las cosas a partir de ahora lo encontramos en Alemania. YouTube lleva años de litigios con las asociaciones de derechos de autor del país, en una batalla por determinar qué contenidos se pueden emitir online y por cuáles deben recibir pagos los creadores. Ambas partes llegaron a un acuerdo en el año 2016, pero durante la disputa era habitual que la plataforma tuviera que bloquear contenidos.
Según un estudio elaborado entonces por MyVideo, Alemania bloqueaba el 61,5% de los vídeos más populares, mientras que en Estados Unidos o en Suiza ese porcentaje apenas llegaba al 0,9% y al 1% respectivamente, obligando a los internautas alemanes a tirar de VPN para navegar.
En un post colgado en su blog, la CEO de YouTube explicaba qué es Content ID, la tecnología que utiliza la web propiedad de Google para identificar los contenidos que están sujetos a la leyes de copyright, y con el que se identifica a un 98% de los vídeos. "Con la nueva legislación, lo que tendremos que hacer es eliminar los vídeos hasta que sepamos con certeza los derechos. Aun así, el año pasado pagamos 800 millones de euros a los tenedores de derechos el año pasado", confiesa.
¿El fin de los 'youtubers'?
Si puede con Despacito, con los tutoriales o con las versiones... ¿por qué no iba a acabar con los youtubers el artículo 13? Los creadores de contenidos, una comunidad que raramente encuentra un punto de acuerdo, se están movilizando de manera unánime en protesta contra la normativa europea.
La secuencia sería, temen, la siguiente: suben uno de sus vídeos a YouTube y la plataforma lo bloquea porque, ante la duda, es mucho mejor curarse en salud que pagar una multa impuesta por la Unión Europea. Puede ser por cualquier cosa, desde una imagen que aparece en la parte posterior a una expresión o un ritmo de fondo. Las posibilidades son inmensas.
Es cierto que hay youtubers que, con sus ingentes masas de seguidores, son capaces de sacar una rentabilidad enorme a los contenidos que suben. Pero por cada uno de ellos hay cientos o miles de pequeños creadores que suben vídeos tocando su canción favorita o explicando cómo se hacen torrijas. Si tienen que pagar derechos, están condenados.
Los artistas sí que han celebrado la decisión de la Unión Europea. El tenor Plácido Domingo, uno de los nombres más importantes de su sector, publicó una carta en su perfil de Twitter en la que explicaba que "la directiva de la Unión Europea nos da una oportunidad de obtener unos ingresos justos. ¡Es un paso importante en la decisión correcta!".
Para ellos es cuestión, simplemente, de dinero. Para un artista es mucho (mucho, pero mucho) más rentable tener su canción en YouTube que en plataformas como Spotify, más enfocadas al contenido que crean. La cantidad que reciben por reproducción en las aplicaciones de música en streaming es ridícula comparada con todo lo que ofrece el mayor contenedor de vídeos del mundo.
Los creadores de contenido tienen ahora dos años para, o explotar la gallina de los huevos de oro antes de que se acabe o adaptarse e intentar reorientar lo que hacen a la ley. Los que tengan mayores ingresos podrán hacerlo, porque tienen los recursos económicos para acudir a expertos, pero para los más humildes el futuro está fuera de YouTube.
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