Los datos de empleo correspondientes al mes de marzo que hizo públicos el Ministerio de Trabajo este martes ofrecen diferentes lecturas del momento en el que se encuentra la economía y el mercado laboral. De un lado, la afiliación a la Seguridad Social ha recuperado los 19 millones de ocupados tras un inesperado acelerón en el mes de marzo de la mano de la hostelería, aunque la Semana Santa cae este año en abril, y de la construcción.
Sin embargo, estos datos no logran esconder una evidente ralentización del avance en comparación con el año anterior --la ocupación crece por debajo del 3% hasta marzo, frente a las tasas superiores a ese porcentaje en el mismo periodo de 2018--, mientas que la contratación indefinida cae un 7% en la misma comparativa. Al mismo tiempo, el desempleo frena su retroceso con la menor reducción en un mes de marzo desde 2014.
En este momento de señales imprecisas, cabe centrar la mirada en cuestiones más estructurales y entonces salen a relucir las cifras de ocupación del colectivo de mujeres. Porque lo que ponen en evidencia de manera inequívoca es que el empleo femenino se encuentra en máximos históricos, con 8.835.018 mujeres de acuerdo con los registros de afiliación media.
Sin embargo, más llamativo aún es que el ritmo de avance de la ocupación entre el colectivo de las mujeres es superior al de los hombres desde mayo de 2018, apenas dos meses después de la celebración de la histórica huelga feminista del 8 de marzo (8-M) de ese año.
No es la primera vez que esto ocurre. Sin embargo, en etapas anteriores, el efecto composición del empleo explicaba este fenómeno en gran medida. Así, la afiliación entre las mujeres evolucionó de forma más favorable entre los años 2007 y 2013, con menores caídas durante los peores años de la crisis. En 2014, cuando el empleo empezó a recuperarse, el crecimiento también fue superior entre las mujeres. Sin embargo, en 2015 se invirtieron las tornas, en 2016 se volvieron a voltear y durante todo 2017 fue el empleo masculino el que se anotó los mayores avances.
Cambio de signo en 2018
También en los primeros cuatro meses de 2018. En mayo de ese año, el empleo de las mujeres comenzó a crecer de nuevo con mayor intensidad y esa situación no ha cambiado hasta marzo de este año. Esta situación choca porque, según la literatura económica, los hombres se concentran en las actividades más cíclicas, por lo que pierden el empleo más rápidamente cuando hay recesiones, y lo recuperan más rápidamente en tiempos de bonanza.
Esto explicaría que en los años de crisis, cuando el 'ladrillo' perdió ocupados como una sangría, fuera el empleo femenino el que menos lo notara. Y que en los primeros años de la recuperación, tomara posiciones (aunque no de forma clara, dado que la construcción cedió el testigo a los servicios y, más claramente, al turismo) la ocupación masculina.
Sin embargo, en 2018 y 2019 la recuperación económica y del empleo se ha mantenido firme, incluso en plena desaceleración de la zona euro, y además ha estado sostenida de nuevo por una renacida construcción, aunque bien es cierto que lejos de sus niveles de actividad de los años previos a la crisis.
En todo caso, lo ocurrido en el último año iría en la línea de la mejora de las tasas de actividad observada en los últimos años entre las mujeres, sobre todo entre las más jóvenes, en paralelo a una menor tasa de actividad de los hombres.
Lo que queda también claro es que los mejores empleos siguen siendo, sobre todo, para los hombres. Dejando a un lado la caída de los contratos indefinidos, el peso de las mujeres en la contratación estable es del 44,5% frente al 46,39% de sus participación en el mercado laboral total.
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