Hablamos de contratos indefinidos y temporales como si los primeros fueran casi una solución laboral de por vida y los segundos esas galeras de las que difícilmente se puede salir sin remar durante años. Pero lo cierto es que esta visión tan extendida es, en cierto modo, errónea, y las cifras sobre contratación estable, un tanto falaces. Un estudio desarrollado en 2018 por el investigador asociado de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), Florentino Felgueroso, concluye que un 40% de los contratos indefinidos no sobrepasan el año de duración. A día de hoy, el autor mantiene sus tesis y otras fuentes de información constatan también que alrededor de un 37% de los contratos indefinidos no acaban generando empleo. Entonces, si se dejan a un lado las características intrínsecas de cada contrato, ¿qué es en muchas ocasiones un contrato indefinido y qué es uno temporal?
El estudio, publicado por Felgueroso en el blog Nada es Gratis, junto a los economistas y también miembros de Fedea José Ignacio García-Pérez y Marcel Jansen, evidencia, que a medida que los contratos temporales van acortando su duración y generando una cada vez más vertiginosa rotación, los empleos indefinidos van perdiendo también su esencia.
No se trata de algo que haya comenzado a pasar con la crisis o en la recuperación. El estudio identifica este fenómeno desde el año 2006, el primero del que se cuenta con datos disponibles, y hasta 2016. Sin embargo, es más evidente ahora que la calidad del empleo es el objetivo a alcanzar tras haber superado lo peor de la crisis. Lo que llama la atención, según señalan los autores, es que pese a que el número de contratos indefinidos que se firma cada año han ido aumentando en el periodo analizado, su repercusión es relativamente baja cuando se atiende al crecimiento del empleo fijo.
En los cuatro últimos años analizados, ya en plena recuperación económica, se necesitaron ocho contratos de media para lograr un ocupado más con trabajo estable, con una tendencia creciente.
De otro lado, el 88% de las personas con un contrato indefinido entre 2014 y 2016 permanecieron al cabo de un año en el mismo puesto. El informe se refiere a ello como la tasa de supervivencia del contrato. La explicación de esta aparente incoherencia es que la mayor mortandad de los contratos indefinidos se concentra entre aquellos de menor duración. Es la particular rotación de los empleados fijos.
Como muestra, la tasa de supervivencia de los empleos indefinidos en el primer año apenas alcanza el 58% entre los que en el momento de la medición llevaban tres meses o menos de antigüedad. A medida que va aumentando esta veteranía, las tasas van subiendo, hasta llegar al 90% de los empleos indefinidos con más de tres años en la empresa. De resultas, la supervivencia de los nuevos contratos es 30 puntos inferior a la media.
Datos más recientes elaborados por el gabinete económico de CCOO a partir de datos del Ministerio de Trabajo, indican que del total de contratos indefinidos en 2017, un 33% no generaron finalmente empleo, porcentaje que se elevó al 37% en 2018.
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Los autores admiten que, a partir de ahí, es complejo saber a qué se debe esta circunstancia, al menos atendiendo a registros tan evidentes como la Encuesta de Población Activa (EPA), en la que se indica únicamente que solo un 88% de los trabajadores que no acaban de superar el año acaba también en situaciones laborales menos estables.
Eso al menos daría la idea de que la mayoría de las interrupciones de los contratos indefinidos no se deben a un movimiento voluntario. Sin embargo, para ahondar en estas cuestiones, el informe se remite a la Muestra Continua de Vidas Laborales de la Seguridad Social, que ofrece valiosa información sobre historiales completos de afiliación.
El 60% de las bajas son despidos
Tras este paso, el informe señala que alrededor de un 40% de los empleos con contrato indefinido que se iniciaron entre enero de 2014 y marzo de 2016 causaron baja antes del año, y que, de estos, un 60% fueron objeto de despido. Además, comparando los dos últimos ciclos expansivos, el que va de 2001 a 2007 y de 2014 al 2016, observa que las tasas de salida más tempranas se han duplicado en el segundo periodo, del mismo modo que cada vez se usan contratos temporales más cortos.
¿Por qué? De un lado, el análisis refleja que las mayores tasas de mortandad de los contratos indefinidos se localizan en los sectores con mayor temporalidad, precisamente los que han tirado de la economía durante la presente recuperación, la hostelería y la construcción. "En estos sectores no parece incompatible el uso de la contratación indefinida para empleos de corta duración", explica el informe.
Otras conclusiones apuntan directamente a la reforma laboral del PP. En este sentido, el informe señala que las altas tasas de salida por despido o cese en los primeros seis meses podría deberse a un mayor recurso al rechazo del trabajador una vez acabado los periodos de prueba. Si bien se trata solo de una hipótesis, Felgueroso señala a preguntas de este periódico que habría tenido cierta incidencia la puesta en marcha desde 2012 del contrato de apoyo a emprendedores, incluido en la reforma laboral de 2012, que iba asociado a un periodo de prueba de un año sin indemnización en caso de no superarlo.
En el plano de las hipótesis, el estudio también sitúa parte de las causas en la proliferación de incentivos al empleo indefinido a través de bonificaciones de las cuotas de la Seguridad Social. Para llegar a esta conclusión, los autores toman como referencia ciertos picos en los que finalizan estos contratos y que coinciden con los meses 12, 24 y 36 de su duración, precisamente periodos en los que a menudo finalizan estos incentivos. En ese sentido, Felgueroso asegura que esos contratos incentivados "son temporales ocultos, lobos con piel de carnero".
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