El debate sobre el daño que los tipos negativos hacen a la banca es tan antiguo como la propia medida. Fue en junio de 2014 cuando el Banco Central Europeo (BCE) se introdujo en el desconocido territorio de los tipos de interés negativo. El objetivo era combatir un escenario de debilidad económica, penalizando a los bancos que se acumularan liquidez y, de este modo, incentivándolos a conceder créditos.
Desde entonces, han pasado ya casi cinco años y aquella herramienta, a priori, extraordinaria se ha convertido en un elemento esencial de la política monetaria europea y su retirada no se vislumbra en un horizonte mínimamente previsible.
En los últimos meses, el alejamiento en el tiempo por parte del BCE de la normalización de sus políticas -mantiene la intención de no elevar los tipos de interés hasta, al menos, 2020-, a causa del deterioro de la situación económica en Europa, ha vuelto a situar sobre la mesa el debate sobre cómo pueden subsistir los bancos de la región a un entorno que dificulta sobremanera su capacidad para generar rentabilidad: mientras ellos sufren el golpe de las tasas negativas (actualmente en el -0,4%) se han mostrado incapaces de trasladar ese coste a los depósitos de los clientes, que, en general, se han mantenido en territorio positivo, aunque ínfimo. Así, en las últimas semanas se han intensificado las quejas del sector.
La insistencia de Draghi en que siguen abiertas todas las opciones para estimular la economía refuerza la posibilidad de estímulos adicionales
Y es ahora cuando el presidente del BCE, Mario Draghi, parece estar dispuesto a escuchar los lamentos del sector financiero. El banquero italiano abrió la puerta en la comparecencia de este miércoles a la aprobación de medidas de alivio a los bancos de la región en las próximas reuniones del Consejo de Gobierno del banco central, confirmando una posibilidad muy especulada en las últimas semanas.
Lo cierto es que Draghi quiso dejar claro que el estudio de la medida no implica que se vaya a considerar necesaria y de hecho volvió a recalcar la dificultad de achacar en exclusiva a los tipos negativos los problemas de rentabilidad que aquejan al sector financiero europeo. Pero la mera disposición al debate supone un cambio notable en una institución que desde hace años viene defendiendo que los beneficios de sus políticas de estímulo han sido superiores a cualquier impacto negativo sobre los bancos. El repunte del sector en bolsa, aunque contenido, refleja que el mercado también lo interpretó de este modo.
A falta de detalles, entre los expertos se da por sentado que cualquier medido de alivio pasa, inevitablemente, por un escalonamiento de los tipos negativos, de modo que solo las entidades que guardaran en la caja fuerte del BCE sufrirían el impacto completo, mientras que podría establecerse una cantidad mínima de depósitos exenta de cobro.
El BCE se reunirá el próximo 6 de junio, cuando contará con una nueva actualización de sus previsiones de crecimiento e inflación
Lo que parece claro es que Draghi no piensa "renunciar" a las ventajas de los tipos negativos. La herramienta forma parte del conjunto de medidas que la institución aún considera necesarias para dar apoyo a la economía europea, que aunque aún lejos de la recesión, se enfrenta a riesgos considerables, tal y como reconoció el banquero.
Una amenaza que obliga al banco central a mantener abiertas todas las opciones para reforzar, si fuera necesario, el crecimiento de la región. Y fue tanta la insistencia de Draghi en esta cuestión que entre los principales analistas cundió la sensación de que sobre la mesa de trabajo de la institución se sitúan ya medidas mucho más contundentes, incluso sin descartarse un recorte adicional de los tipos de interés. El brusco descenso del euro y de las rentabilidades de los bonos europeos confirmaba la percepción de los inversores de que en el futuro inmediato de la política monetaria europea quedan aún cartuchos por quemar. Y tal vez, también, la de que la economía europea se enfrenta a un escenario más delicado de lo que se pensaba.
El Consejo de Gobierno del BCE volverá a reunirse el próximo 6 de junio. Para entonces contará ya con una nueva actualización de las previsiones de crecimiento e inflación en la Eurozona. Quizás con ellas venga la confirmación de que la maquinaria de estímulos del banco central debe acelerarse de nuevo. Y puede que también la banca reciba entonces un muy reclamado alivio de manos de Draghi.
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