El fútbol se ha convertido en un negocio. Eso lo dicen los que ven en ese deporte de once contra once y un balón algo desvirtuado, más cercano a una farsa en la que lo importante es hacer caja que un deporte, un sentimiento y unos colores. Y lo cierto es que, lecturas emocionales a un lado, el fútbol tiene cada día más unas características económicas propias. O al menos se puede medir con parámetros económicos, tal y como hacen los profesores de la Universidad de Zaragoza Manuel Espitia-Escuer y Lucía Isabel García-Cebrián, y el de la Universidad de Valencia, Ramón Sala-Garrido, en un estudio titulado Productividad y sus determinantes en la competición de la UEFA Champions League, publicado por la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas).
Lo que tratan de plasmar los autores es cómo los equipos de fútbol que han participado en la Champions League --principal competición europea-- desde 2015 ha dado pasos para sacar el mayor rendimiento posible a los recursos invertidos, es decir, para ganar productividad. No confundir, no obstante, ganancias de productividad con éxito deportivo asegurado, aunque tiene mucho que ver.
Tomando el fútbol como una actividad económica, se pueden trasladar ciertos conceptos a este deporte. Por ejemplo, se podría decir que es un sector muy intensivo en recursos humanos, pues todo depende en último extremo de los jugadores y su entrenador. También que cuenta con un alto grado de especialización, dado que un portero solo juega de portero y normalmente, lo mismo ocurre con el resto de jugadores.
Y en cuanto a la tecnología, esta sería su gestión, los entrenamientos, la preparación de los encuentros, el diseño de la alineación o la dirección de cada partido por parte del entrenador, explican los autores.
Pues bien, igual que a día de hoy se explotan innumerables estadísticas sobre el rendimiento de los jugadores individualmente --el jugador más valioso de un partido, el que más asistencias de gol ofrece, el que más goles marca, etc--, el estudio toma las consideraciones anteriores para elaborar un balance del rendimiento de los equipos, como colectivo.
Y lo hace tomando como referencia los equipos que participaron en la UEFA Champions League durante las temporadas 2014-2015 y 2017-2018, analizando los datos de los partidos jugados en la fase de liguilla y en las eliminatorias. Un total de 250 encuentros.
A la hora de medir los resultados (output), se toman el número de partidos jugados, puesto que da muestra de hasta donde han llegado los equipos en la competición, o el número de partidos ganados, empatados y perdidos. Concretamente, se analiza como variable el número de partidos ganados más un tercio de los empatados, que es uno de los criterios de reparto de ingresos entre los equipos que hace la propia UEFA. Por último, también se toman también los goles a favor.
Desde el punto de vista de los recursos disponibles e invertidos (input), se han considerado como variables todas las jugadas realizadas durante los partidos, diferenciando entre las de ataque y las de defensa, en tanto que pretenden alcanzar un objetivo final. El resultado se mide en eficiencia (lo que se es capaz de lograr frente al potencial de los recursos que se tienen) y en evolución técnica (el potencial de los recursos), de modo que ambas mejoras se traducen en mayor productividad.
De entrada, solo diez equipos participaron en las cuatro temporadas consideradas: Atlético de Madrid, FC Barcelona, Bayern de Munich, Benfica, CSKA de Moscú, Juventus, Manchester City, Oporto, Paris Saint-Germain (PSG) y Real Madrid. Además de estos, Arsenal, Bayer Leverkusen y Sevilla FC participaron en tres de las cuatro temporadas.
Pues bien, en la temporada 2015-2016, se produjo una rebaja generalizada de la productividad y del progreso técnico, aunque los equipos ganaron en eficiencia, mientras que en la contienda 2016-2017 aumentaron todos los componentes y en la 2017-2018 se produjo un aumento del aspecto técnico que compensó la caída de la eficiencia.
Entrando ya en el análisis individual, el estudio muestra, por ejemplo, que los equipos Bate Borisov, Bayer Leverkusen, CSKA Moscú, Juentus y Oporto, dentro del retroceso generalizado en términos de progreso técnico en la temporada 2015-2016, lo compensaron con mayor eficiencia, dando como resultado un aumento de la productividad.
Y en la temporada 2016-2017, los equipos que mejoraron su productividad lo hicieron incrementando todos los factores. Por último, en la campaña 2017-2018, únicamente los equipos Atlético de Madrid, FC Barcelona, Basilea y Juventus presentaron retrocesos técnicos y, por ello, de su productividad. Ahora bien, solamente Benfica, Borussia Dortmund, Celtic, CSKA Moscú, Nápoles, PSG, Real Madrid, Sporting de Lisboa y Tottenham Hotspur aumentaron la productividad en esa temporada.
En el conjunto de las temporadas analizadas, solo CSKA Moscú, PSG, y Real Madrid muestran una tendencia creciente de su productividad. Por el contrario, el Benfica pierde productividad todas las temporadas excepto la 2017-2018. Y en el caso del FC Barcelona y el Oporto aumentan la productividad en la temporada 2015-2016 y la reducen en las siguientes, posiblemente debido al cambio del equipo técnico y el sistema de juego, señalan los autores.
El caso del Real Madrid
El estudio se detiene en el caso del Real Madrid. Señala que a lo largo de todas las temporadas ha progresado desde el punto de vista técnico. "No es de extrañar que haya logrado ganar esta competición en tres temporadas consecutivas", señala.
¿A qué se debe esta mejora? Al progreso de la tecnología de equipo, entendido como una mayor motivación y conjunción de los jugadores, mejor preparación de los encuentros, la utilización adecuada de los elementos que configuran la plantilla o a un mayor entendimiento con el entrenador.
"El equipo técnico representado en su entrenador sería el elemento clave en la definición y puesta en marcha de la propia tecnología del equipo. Por tanto, la figura del entrenador podría ser una posible explicación de la evolución de la productividad detectada", señala en referencia a Zinedine Zidane, que dirigió al club blanco desde la temporada 2015-2016, hasta su última Champions en 2018, tras sustituir a Carlo Ancelotti.
Los cambios de entrenador
Por otro lado, no queda claro que los cambios de entrenador vayan aparejados de una caída de la productividad. En estos casos se muestran todo tipo de resultados.
Por ejemplo, en la temporada 2015-2016, el cambio de entrenador en el Chelsea, de José Mourinho por Steve Holland, podría estar detrás de una notable bajada de su índice de progreso técnico, llegando a conseguir el nivel más bajo entre todos los equipos de la muestra en esta temporada tanto en progreso técnico como en productividad.
En la temporada 2016-2017 se produjo un cambio en el entrenador del Sevilla FC, que también produjo una reducción en la productividad. Ahora bien, el entrenador saliente, Unai Emery recaló después en el PSG, donde se registró entonces un progreso técnico que mejoró los índices de productividad del equipo francés.
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