Cualquier persona que haya utilizado el coche en las últimas semanas habrá podido notarlo: la gasolina es hoy mucho más cara que a inicios de año. Al margen de las habituales suspicacias, este encarecimiento encuentra justificación en los mercados financieros. Los precios del petróleo Brent han registrado en 2019 una escalada que ronda el 35% y que le ha llevado a rozar esta misma semana los 75 dólares por barril por primera vez desde el pasado octubre. Un movimiento similar ha protagonizado el barril de West Texas, que se ubica al filo de los 64 dólares.
En la última semana ha sido la decisión de Estados Unidos de endurecer las sanciones a Irán, anulando las exenciones a ciertos países para comerciar con la república persa, la que ha dado un nuevo impulso a los precios, evidenciando la creciente creencia entre los inversores de que el mercado podría enfrentarse a medio plazo a problemas de escasez, después de que los datos de la Agencia Internacional de la Energía (IEA) hayan evidenciado que ya en los tres primeros meses de 2019 la producción mundial se situó por debajo de la demanda prevista para este año.
Sin duda, el impacto de las sanciones a Irán parece destinado a tener un impacto nada desdeñable. Según observa, Manne Rasmussen, gestor de carteras en Vontobel Asset Management, "las exportaciones iraníes de crudo en el primer trimestre fueron de aproximadamente 1,2 millones de barriles al día, y esperamos que bajen a alrededor de 500.000 barriles en mayo". Y esto se produce en un momento en que las restricciones de producción por parte de los países miembros de la OPEP y Rusia y las dificultades de algunos productores clave como Venezuela o Libia han motivado ya un estrechamiento significativo de la oferta.
El endurecimiento de las sanciones a Irán podría suponer una reducción de la oferta de 700.000 barriles diarios
En este contexto son varias las firmas que se han obligado a revisar al alza sus pronósticos de precios para el presente ejercicio. Con los actuales precios, estimaciones medias para el ejercicio claramente por debajo de los 65 dólares -en el caso del petróleo Brent- como sostenían firmas como Capital Economics, Julius Baer o BBVA hasta hace escasas semanas parecen estar quedando desactualizadas.
Es cierto, que este repunte podría ser puntual. No en vano, este viernes los precios experimentaban una severa corrección que liquidaba gran parte de las ganancias de la última semana. Al fin y al cabo, el Brent ya llegó a superar los 85 dólares a inicios del pasado octubre para situarse sólo dos meses después más de un 40% por debajo.
Pero lo cierto es que la escalada reciente ha encendido ciertas alarmas en los mercados, conforme los expertos empiezan a plantearse que el encarecimiento actual del crudo podría ser más persistente. "Vemos mayores riesgos de precios del petróleo significativamente más altos. Si bien Arabia Saudita probablemente aumentará la producción para compensar parcialmente el impacto de las exenciones finales de los Estados Unidos. Sobre las importaciones iraníes, la capacidad de reserva global se está agotando", comentan los analistas de Oxford Economics.
Oxford Economics estima que una subida hasta los 100 dólares a finales de 2019 restaría hasta seis décimas al PIB europeo
Este escenario se plantea como una amenaza potencial para una economía mundial ya golpeada por una ralentización de la que trata de zafarse. Por norma general, se suele considerar que unos precios de la energía muy elevados tienen la capacidad de frenar el crecimiento económico, al suponer un gasto extra para hogares y empresas que acaba frenando el consumo.
En Europa, sin ir más lejos, los analistas de Bank of America estiman que, de mantenerse en el tiempo los precios actuales, la economía europea sufriría un impacto de hasta dos décimas para el próximo año, lo que dejaría el crecimiento de la Eurozona, según los pronósticos del banco norteamericano en un escaso 1,3%.
Y la situación tornaría mucho más alarmante si las alzas fueran más allá. En Oxford Economics incluso se atreven a hablar de la posibilidad de un petróleo por encima de los 100 dólares, algo que no ocurre desde octubre de 2014. Según los analistas de la firma, la subida del barril de Brent hasta esos niveles a finales de 2019 (con el del West Texas en torno a los 89 dólares) supondría una merma de seis décimas en el PIB global de 2020, mientras que implicaría un repunte de la inflación de unas siete décimas.
Impacto en España
En este supuesto, frente a los posibles beneficios que obtendrían países como Rusia, Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos, países emergentes como Filipinas, Argentina, Turquía o Indonesia se contarían entre los más gravemente dañados, con impactos en su crecimiento entre el 1,2 y el 0,8%. Pero también grandes economías como China, India y España se cuelan entre los grandes damnificados, por su dependencia de las importaciones de energía.
España importó en 2018 la cifra récord de 67,6 millones de toneladas de crudo, lo que se tradujo en una factura total superior a los 47.000 millones de euros, un 15% del total, y generó un déficit comercial (una vez descontado lo ingreso por exportaciones de energía) de 25.132 millones de euros, casi tres cuartas partes del déficit comercial anual del país. Poco hay que añadir para mostrar que un encarecimiento brusco del barril supondría un golpe de consideración a las cuentas nacionales.
Los expertos ponen especialmente en el foco el impacto que la subida de los precios de la energía tendría para los consumidores. "A diferencia de 2017, cuando el aumento de los precios del petróleo reflejaba un fortalecimiento económico, es poco probable que los hogares absorban el coste de los precios más altos de la energía reduciendo sus ahorros netos para mantener sus compras de bienes y servicios no energéticos. De hecho, los mercados laborales ahora están empezando a perder fuerza en muchos casos, y la confianza del consumidor ha comenzado a girarse", advierte Simon MacAdam, economista global de Capital Economics.
El mayor gasto en energía supone un riesgo para la evolución del consumo, ante el débil escenario económico
En la misma línea, los expertos de Bank of America consideran que el actual es un momento especialmente delicado para una subida del precio de la energía, ya que la incipiente subida de salarios que se ha hecho perceptible en los últimos meses "podría desvanecerse en 2020, dada la suavización del crecimiento actual". En ese entorno, "el poder de compra podría estar bajo presión, por lo tanto, el consumo y luego el mercado laboral. Los márgenes del sector corporativo también podrían reducirse".
Todos estos riesgos quedarían desactivados si, como ha ocurrido en las últimas ocasiones en que el desabastecimiento ha amenazado al mercado, los productores no convencionales (la industria del shale oil) elevan su actividad para devolver el equilibrio al mercado. De hecho este es uno de los argumentos a los que se aferran en Capital Economics para pronosticar que la subida actual no será duradera.
Sin embargo, esta vez la respuesta de los productores de shale oil podría ser más difícil. "Los productores estadounidenses de petróleo de esquisto no podrán intervenir en un futuro cercano, ya que los bajos precios del petróleo a finales del año pasado han obstaculizado su costosa producción y las inversiones en infraestructuras", subraya Rasmussen.
Y la situación podría tornar más preocupante a partir de 2020, cuando entra en vigor una nueva norma de la Organización Marítima Internacional (OMI) que se espera que se traduzca en un incremento de la demanda de petróleo crudo para abastecer el transporte marítimo. "Esperamos que la OMI aumente la demanda de destilados en aproximadamente 0,4 millones de barriles al día, lo que implica que habrá que refinar 1,6 millones de barriles adicionales de petróleo crudo", comenta el experto de Vontobel AM.
Una lectura positiva
En cualquier caso, la lectura de una subida de los precios del petróleo podría no ser tan negativa. En opinión de John Wetherell, profesor de EAE Business School, aunque se suele temer que la subida del petróleo provoque un deterioro de la economía, la relación ha tendido a ser, en los últimos veinte años, la inversa. "Cuando sube el petróleo es porque la economía lo está haciendo bien", señala.
En este sentido, explica que son las mejores perspectivas de la economía china las que han facilitado el repunte del crudo en las últimas semanas, "y esto no son malas noticias para la economía, sino buenas".
La pérdida de peso del petróleo en el mix energético podría suponer a Europa ahorros de hasta 175.000 millones al año a partir de 2030
En cualquier caso, Wetherell no cree que podamos ver en el corto o medio plazo precios del petróleo por encima de los 100 dólares. "Si las condiciones fueran las mismas que hace unos años sería posible, pero con Estados Unidos compitiendo con fuerza en el mercado Arabia Saudí y Rusia no pueden provocar un encarecimiento excesivo, porque pierden cuota de mercado".
La moderación del crecimiento global y la paulatina sustitución del petróleo por fuentes de energía alternativa son otros de los motivos para pensar que la amenaza no llegará a materializarse.
En este último aspecto se presenta como clave especialmente para Europa. Según estimaciones de CaixaBank Research, "se estima que entre el 2018 y el 2030, el nuevo mix energético y las mejoras de eficiencia energética llevadas a cabo por los países de la UE reducirán anualmente la factura de las importaciones de combustibles entre 175.000 y 320.000 millones de euros, una cifra muy considerable si tenemos en cuenta que en 2017 se gastaron 260.000 millones en importaciones de combustibles".
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