La definición de la RAE dicta que un lobby es un "grupo de personas influyentes, organizado para presionar en favor de determinados intereses". Los hay de muchos tipos, pues cada uno pelea por lo suyo, pero no hay muchos que tengan la influencia que cosechan las grandes compañías tecnológicas.
La influencia, como casi todo en esta vida, es cuestión de dinero. Y de eso, precisamente, los gigantes de internet estadounidenses van sobrados, sólo hay que echar un vistazo a los primeros puestos en la clasificación de los compañías con más valor del mundo para comprobarlo.
No debe extrañar, por tanto, que en muchas ocasiones tengan la capacidad de modificar este o aquél artículo en determinadas leyes, para añadir o retirar un matiz que perjudica o beneficia a su modelo de negocio. Ni es nuevo ni va a dejar de hacerse, por mucha indignación que provoque.
De hecho, con el paso de los años las partidas que dedican los gigantes tecnológicos a tratar de convencer a los legisladores van creciendo y registran récord tras récord. En lo que llevamos de año 2019, Amazon se ha gastado 3,9 millones de dólares, casi 3,5 millones de euros, en tejer una red de influencia en Washington para que el Congreso y el Senado conozcan las virtudes del imperio Bezos.
No es que Amazon esté pagando directamente a los congresistas y senadores, pero sí que apoya proyectos que ayudan a sus intereses o financian estudios sobre lo sanísimo que es comprar todo por internet y la estrechísima relación entre los ataques al corazón o los atropellos por maquinaria pesada que se pueden sufrir en el camino al supermercado.
Entre las medidas en las que Bezos y sus muchachos han influido están leyes sobre el incremento del salario mínimo, la protección de datos, el comercio internacional o el transporte, tal y como recoge Marketwatch.
Este nivel de desembolso, pese a ser altísimo, no es ninguna novedad en Amazon. El año pasado la partida de capital que viajó desde Seattle, cuartel general de la compañía, hasta los pasillos de Washington, al otro lado del país, alcanzó los 14 millones de dólares, casi 12,5 millones de euros.
Nadie gana a Google
Amazon, una de las tres empresas que ha conseguido hollar la cota del billón de dólares de capitalización, no escatima en gastos, pero pese a sus esfuerzos no puede presumir de ser el actor que más se gasta tratando de que se aprueben normativas amables con sus intereses.
Esa posición de ¿privilegio? le corresponde a Google, que en el año 2018 regó con 22 millones de dólares, poco más de 19,5 millones de euros, todos los rincones habidos y por haber en la capital estadounidense, según los datos de Opensecrets.org. No gustó a su CEO, Sundar Pichai, tener que pasar por el trago de ser interrogado en el Senado, algo que el tirar de fondos reservados no pudo evitar.
El tercero escalón del podio se lo queda Mark Zuckerberg, que ha tenido que tirar de chequera para superar los escándalos casi semanales protagonizados por Facebook. Tras su tour de redención que tuvo paradas en el Congreso de EEUU y en el Parlamento Europeo, el creador de la red social más popular del mundo -casi 2.500 millones de usuarios mensuales activos- dedicó 13 millones a suavizar los talantes de los legisladores estadounidenses.
Lejos, muy lejos, quedan Apple y Netflix. Pese a ser una de las tres mayores compañías del mundo, al fabricante del iPhone no le hace falta tirar de influencia en Washington porque todos los senadores y congresistas llevan un teléfono hecho en Cupertino en su bolsillo. De hecho, los diputados españoles también reciben un dispositivo con la manzana en el reverso cuando toman posesión de su escaño.
Así, de las cuentas de Apple apenas salieron 7,2 millones de dólares, algo menos de 6,5 millones de euros, para tratar de convencer a los legisladores de que Tim Cook es una cara amiga a la que echar una mano de vez en cuando y siempre que sea posible.
Netflix, por su parte, bastante tiene con aliviar la deuda de sus balances como para preocuparse de estas cuestiones. De hecho, desde el año 2015 el capital total dedicado a estos menesteres ha caído cada año hasta estabilizarse por debajo del millón anual.
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