Los peores augurios no acaban de cumplirse. De un lado, la reducción del paro se frenó en los primeros meses de 2019 al mismo tiempo que se incrementa el número de vacantes, lo que alimenta el debate de si la tasa de paro ha llegado o no a su límite estructural. Pero lo cierto, es que los datos de afiliación a la Seguridad Social y de ocupación mostrados por la Encuesta de Población Activa (EPA) correspondientes al primer trimestre del año fueron positivos, pese a que la Semana Santa cayó este año en abril.
Ese empuje del empleo, en una prolongación del ciclo alcista, tiene su confirmación en el avance de los datos de Contabilidad Nacional del mismo periodo, que publica este martes el Instituto Nacional de Estadística (INE). El PIB creció un 0,7% en términos intertrimestrales y un 2,4% anual. Una décima más que en el trimestre anterior, en ambos casos. Es decir, la economía no se frena, sino que acelera.
¿Por qué? La nueva sorpresa es que, en un momento de incertidumbre en torno a la política económica, y de desaceleración en el entorno europeo, bajo la amenaza aún del Brexit, son las empresas las que en 2019 están tirando del PIB apostando por más inversión y más empleo y mayores salarios. Pero también el sector exterior, aunque en este caso con matices.
En primer lugar, los componentes de la demanda muestran que el consumo de los hogares se frena hasta seis décimas en tasa interanual, hasta el 1,4%. Detrás está una tasa de ahorro que en mínimos y el agotamiento de la demanda de bienes duraderos. Por su parte, el consumo privado también se ve ligeramente afectado por una reducción de dos décimas, hasta el 2%.
En cambio, la formación bruta de capital fijo, las inversiones --tanto públicas como privadas--, aumentaron un 4,7% en el primer trimestre, una décimas más. Los datos muestran que este empuje se produjo especialmente en lo que tiene que ver con maquinaria y bienes de equipo, una rúbrica directamente relacionada con la industria, que (otra sorpresa) crece y vuelve al terreno positivo entre enero y marzo.
Y es que, del lado de la oferta, la actividad industrial pasa de caer un 1,3% en el cuarto trimestre de 2018 a avanzar un 0,4% en el primero de 2019, con una recuperación de las manufacturas. Mientras, la construcción mantiene un ritmo de crecimiento del 6,9%, ligeramente por debajo del cierre del año anterior, y los servicios siguen instalados en un ritmo del 3%.
Los salarios y el empleo
Dejando a un lado oferta y demanda, en el componente de rentas del PIB, se ve claramente que las empresas está sacrificando sus márgenes (además de en la inversión) en el pago de más y mejores salarios. De un lado, como ya mostró la última EPA, el empleo crece a una tasa del 2,8%, dos décimas más que en los últimos compases de 2018, lo que supone la creación de 510.000 puestos de trabajo en un año.
Pero además, si se atiende a los datos ajustados de estacionalidad y calendario --que muestran un avance del PIB del 3,3%, dos décimas más que en diciembre-- se observa que el crecimiento de las retribuciones de los asalariados crecen un 4,6%, frente al 3,6% del mismo trimestre del año anterior. Es decir, los sueldos que se pagan crecen más que el PIB.
Del otro lado, los márgenes empresariales avanzan un 1,3%, lejos del 4,2% de un año antes. Los impuestos presentan una tasa del 5,2%, cuatro décimas inferior al 5,6% del primer trimestre de 2018.
Por sectores, se ve claramente que el crecimiento de las retribuciones no se explica solo por el crecimiento del empleo. En el caso de la construcción, en la que este aumenta alrededor de un 11%, las remuneraciones se disparan por encima del 13% en términos desestacionalizados después de que a principios de año se firmara un nuevo convenio en el sector que eleva los salarios un 2,25% para este año, en línea con las retribuciones de los funcionarios.
El problema de fondo es que las empresas crean empleo y suben salarios tirando de sus márgenes porque la productividad no va a la par, sigue cayendo, hasta un 0,6% en el último trimestre. Esto hace que los costes laborales unitarios aumenten un 1,7% y que, por tanto, las empresas se expongan a una pérdida de competitividad.
El sector exterior mejora, pero con matices
Y esto se produce en un momento en el que, si bien mejora el comportamiento del sector exterior, no es precisamente por las ganancias de competitividad, que llevaron a España a exportar mucho más durante la crisis. En el último trimestre, las exportaciones cayeron un 0,5% y si finalmente la demanda exterior pudo maquillar la caída de la interior, fue precisamente porque este menor dinamismo llevó a una caída de las importaciones del 1,1%.
Es decir, que la aportación del sector exterior al PIB mejora porque las importaciones retroceden aún más que las ventas al exterior.
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