Ni todo el problema del envejecimiento de la población española se puede reducir al aumento del gasto en pensiones, porque, por ejemplo, también elevará el coste del sistema sanitario; ni solo es un problema de gastos. Una sociedad con una edad media superior cambiará sus patrones de consumo, su aversión al riesgo en las inversiones o algo fundamental para sostener un Estado del bienestar, reducirá la productividad media. Es decir, el envejecimiento también es un problema de ingresos. Al menos así lo empiezan a alertar cada vez con más frecuencia las autoridades económicas, tanto nacionales como internacionales. Aunque también hay voces que lo niegan.
Para los que vinculan un incremento de la población mayor a una menor productividad, las razones son variadas. En primer lugar, si caminamos hacia una sociedad en la que, al menos en el corto y medio plazo, la tasa de actividad tenderá a disminuir si no se compensa el envejecimiento con mayores flujos de inmigración, la productividad, entendida como lo que es capaz de producir el mercado de trabajo, caerá y mantener el tirón económico y los recursos públicos requerirá adoptar medidas para incrementar esa misma productividad por el lado de la formación y la innovación. Desde esta perspectiva, la tormenta perfecta sería la de una población con cada vez menos ocupados por pensionista y cada vez menos productivos.
En otros casos, se menciona una relación directa entre mayor peso de la población de más edad y un incremento del trabajo a tiempo parcial. Pero la literatura económica añade otro ingrediente, que es el supuesto estancamiento de la productividad por empleado cuando éste alcanza los 50 años de edad.
Si entrar en detalles, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, exponía la pasada semana este problema en un acto organizado por el Instituto de Empresa Familiar (IEF), poco después de que lo hiciera el Banco Central Europeo (BCE) en su informe anual correspondiente al año 2018.
Todo ello en medio de una preocupación generalizada en la UE por los escasos crecimientos de la productividad en España --ha crecido una media del 0,2% en los últimos 20 años--, que amenazan con elevar los costes laborales de las empresas, lastrar su competitividad y frenar, junto a otros factores, la mejora del crecimiento potencial de la economía. Tampoco es algo nuevo, el Fondo Monetario Internacional (FMI) lleva años haciendo hincapié en esta debilidad sobre todo en los países más envejecidos.
¿Cuál es el problema?
En España el problema de la productividad es muy complejo. Tiene mucho que ver con el reducido tamaño de las empresas, los mejorables niveles de formación, los sectores económicos punteros de escaso valor añadido o la baja innovación en las empresas. Sin embargo, según el Banco de España estaría también anclado en una concentración de la población activa en tramos de edad superiores a los 40 años.
De un lado, el BCE recuerda que la tasa de dependencia, la proporción de personas de más de 65 años sobre los de entre 16 y 66 años, se incrementará entre 2016 y 2070 en la zona euro en su conjunto. El Banco de España espera que en España se duplique hasta el 50% en 2050. El grueso de este aumento se materializará en las dos próximas décadas, a medida que la generación del 'baby boom' entre en la edad de jubilación.
Ante esta proyección, el BCE insiste en que "el envejecimiento de la población también puede tener importantes repercusiones macroeconómicas adversas, por ejemplo, para la productividad, la población activa y el tipo de interés real de equilibrio". En este mismo sentido, el Banco de España también precisa que "es previsible que los cambios demográficos afecten a las pautas de consumo y de ahorro, y tiendan a reducir el crecimiento de la productividad".
Los registros del BCE muestran que tres cuartas partes del crecimiento acumulado del empleo en la última fase de recuperación económica en el continente correspondió al colectivo con edades entre los 55 y los 74 años debido fundamentalmente a la creciente tasa de participación de este grupo. El efecto que esto ha podido tener, prosigue el BCE, es un repunte del trabajo a tiempo parcial, que presentaría menores tasas de productividad. Al respecto, señala que una tercera parte del empleo recuperado no era a jornada completa.
En el caso de España, los datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) muestran que, al menos, tanto la ocupación como el desempleo están focalizados en el segmento de población de los 40 a los 50 años. Es algo lógico porque para empezar el porcentaje de activos de más de 45 años sobre el total ha pasado del 31,6% en 2007 al 44,9% en el primer trimestre de 2019.
Más aún, el tramo de edad entre los 40 y los 49 años acumula el 31% de los ocupados y el 25% de los desempleados, cifras que van disminuyendo hacia edades inferiores. Desde BBVA Research resumen el por qué de esta concentración. Fuentes de la entidad recuerdan que la población en edad de trabajar de menos de 45 años comenzó a menguar al inicio de la crisis y continúa descendiendo --ha caído en más de 3 millones de personas--, de modo que hay gente que se fue al paro con menos de 45 y regresó al empleo con más. Y al mismo tiempo, simplemente hay un envejecimiento de la población que hace que el número de ocupados de más de 45 vaya aumentando más que el de los más jóvenes.
Otras cifras dentro de la EPA apoyan este análisis. Antes de la crisis, al cierre de 2007, la concentración de ocupados se localizaba en los segmentos de edad entre los 25 y los 39 años: de 30 a 34 años, un 16% del total; de 35 a 39 años un 14,8%; y de 25 a 29 años, un 13,8%. Sin embargo, en 2019 estos segmentos se han desplazado hacia edades superiores: de 40 a 44 años un 16%; de 45 a 49 años, un 14,9%; y de 35 a 39 años, un 13,8%.
La mejor formación
Por otro lado, las tasas de mayor actividad y la productividad están relacionadas con los altos niveles de formación. En este capítulo, de los 8,4 millones de ocupados con educación superior, la mayor parte tiene entre 40 y 49 años. Además, tomando segmentos de edad por separado, mientras que el de entre 40 y 44 años presenta una proporción de ocupados con estudios superiores del 49,8%, en aquellos entre 35 y 39 años y de 30 a 34 años, este porcentaje cae hasta el 47%.
¿Que quiere decir todo esto? Que el mercado laboral español es cada vez más veterano, y que por detrás vienen un mercado, sobre todo menos numeroso, pero también no mejor formado, al menos en lo que se refiere al peso de los estudios superiores. Eso se complementa con el hecho de que la población inactiva por jubilación o prejubilación alcance hoy el 39,4% del total, frente al 33,1% de 2007.
¿Es de esperar por tanto que la población más numerosa empiece a reducir su productividad en los próximos años, cuando se adentre en la cincuentena si no se recicla, por ejemplo, a través de la formación continua? ¿Y que la productividad al menos agregada de los segmentos de menor edad caiga por un mero efecto de la evolución demográfica? El Banco de España y el BCE no llegan hasta ese extremo pero llaman a la vigilancia sobre las dos variables, la del envejecimiento y la de la productividad.
Ante esta problemática, Hernández de Cos exponía que para afrontar el reto poblacional había que adoptar una estrategia multidisciplinar que, entre otros aspectos, incentivara la participación de los trabajadores de más edad, acompasase a la política migratoria a las necesidades del mercado laboral y fomentase la natalidad, a lo que añadía que "las políticas educativas y de capacitación profesional resultan cruciales".
Es decir, al mismo tiempo que se trata de sostener la población activa, es preciso incrementar también su capacitación y su valor añadido.
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