Algunos hogares están siendo excesivamente optimistas a la hora de tomar sus decisiones de consumo y podrían volver a pillarse los dedos, como ocurrió durante la crisis económica, si las condiciones financieras o económicas se deterioran. Al menos así lo cree el Banco de España, según fuentes de la institución, que acaba de publicar su informe anual correspondiente al año 2018.
En el documento, sin lanzar signos aún de excesiva preocupación, alza en cambio la voz frente a lo que el banco emisor considera una sorprendente caída de la tasa de ahorro hasta niveles mínimos pese a la solo reciente recuperación de los salarios, los persistentes niveles de paro y la mejorable calidad del empleo. Y todo ello en un panorama económico en el que los vientos de cola que explican buena parte de la recuperación se agotan y la incertidumbre sobre el futuro de la economía, sobre todo en la zona euro, persiste.
De un lado, el empleo. El hecho de que siga creciendo con robustez explica buena parte del vigor de la demanda interna, que el pasado año ejerció de motor económico mientras el sector exterior se deterioraba. La literatura económica reitera que el crecimiento del empleo impulsa y sostiene más el consumo que los salarios. Ahora bien, se frenará en el medio plazo, según todas las previsiones.
En el caso de los sueldos. Solo a día de hoy crecen con fuerza, pero el Banco de España está a la espera de que frenen su ascenso puesto que, en ausencia de ganancias de productividad, las empresas están sacrificando sus márgenes para asumir esas mejoras retributivas. Y esa situación no podrá mantenerse de forma indefinida. Además, la institución aún no da por cerrado el capítulo de la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) del 22,3% en 2019 y cree que podría tener un coste en forma de menos empleos, precisamente entre las rentas más bajas.
Pese a todo, las condiciones financieras siguen aunque siendo acomodaticias, lo que está favoreciendo que los hogares hayan agotado sus márgenes de ahorro y sigan consumiendo a golpe de crédito al consumo.
Sin embargo, todo apunta a que las condiciones de financiación también darán un giro antes o después, cuando el BCE vea que se despeja el panorama macroeconómico en la zona euro, actualmente sacudida por la incertidumbre asociada al Brexit o a la guerra comercial.
Todo ello no hace sino dar la idea de que nada dura para siempre y que, en cambio, una parte de los hogares, especialmente aquellos con rentas bajas, podrían estar tomando decisiones de gasto tras realizar una proyección de sus rentas futuras especialmente optimistas y a las puertas de un endurecimiento de las condiciones financieras.
"En el caso de los hogares con situación de renta más precaria, esa combinación de ahorro bajo y acumulación de deudas en escenarios hipotéticos futuros poco favorables pueden aumentar la presión financiera. Llamamos a la gente a que sea cautelosa y que no se endeude sin hacer una estimación cautelosa de las rentas futuras", señalan fuentes del Banco de España.
Por el momento, la deuda de los hogares roza los 702.800 millones de euros tras casi un año de incrementos interanuales debido a que los créditos al consumo han repuntado a ritmos que han superado incluso el 7% mientras el proceso de desapalancamiento hipotecario seguía su curso, aunque lo cierto es que de forma más moderada --el crecimiento de las nuevas operaciones cada vez se ve menos contrarrestado por las amortizaciones--. No obstante, el Banco de España ha observado ciertos indicios de agotamiento de este patrón desde finales del pasado año.
¿La banca se prepara?
Y es que, ante posibles eventualidades, la banca parece haber reaccionado. El Banco de España ha detectado que, por primera vez desde comienzos de 2013, se ha producido un cierto endurecimiento de los criterios de aprobación de préstamos, que estaría asociado al mayor riesgo percibido por los prestamistas en este segmento, a la luz del repunte de la morosidad observado a lo largo del año pasado, y a las perspectivas económicas generales. Por su parte, la demanda se habría frenado debido a la ralentización del consumo de bienes duraderos, tras varios años creciendo a tasas muy elevadas.
Pese a todo, como viene ocurriendo desde el inicio de la recuperación, la tasa de ahorro volvió a disminuir en 2018, aunque lo hizo de modo más suave que en 2017. La disminución de la tasa de ahorro el año pasado --de 0,6 puntos porcentuales--llegó hasta el 4,9% de la renta disponible, una de las más bajas de las economías del entorno europeo.
En este punto, el Banco de España insiste en que "el descenso de la tasa de ahorro, en combinación con la expansión del crédito al consumo, podría estar reflejando una excesiva asunción de riesgos por parte de algunos grupos de consumidores".
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