Cuando muere un repartidor de comida a domicilio a toda la sociedad se le atraganta el recuerdo de la última pizza, hamburguesa o esa comida mexicana de los días en los que da pereza cocinar. Apenas recordamos la cara del rider que nos trajo el pedido, como si fuera un indicio de la nebulosa en la que trabajan estos repartidores de Deliveroo, Glovo, Ubereats o Stuart. Y es entonces cuando pensamos si acaso tenemos alguna responsabilidad sobre esa muerte.
Es lo que ha pasado después de que hace una semana falleciera un joven nepalí de 22 años en las calles de Barcelona arrollado por un camión de la basura. El pedido, de la empresa Glovo, no llegó. Y cuando todo se ha enfriado, se ha recalentado el debate sobre las condiciones laborales de los trabajadores de las plataformas digitales en general, y de los repartidores a domicilio en particular. Se habla entonces del atropello de cada día.
"La comida está asegurada, pero el trabajador no". Es la sencilla denuncia de un portavoz de RaidersxDerechos, una organización empeñada en denunciar las supuestamente precarias condiciones en las que trabajan los repartidores. Afirma que las empresas no asumen ningún coste si la comida no llega a su destino, mientras que se lava las manos sobre la protección de los trabajadores.
Y lo peor de todo, prosigue, es que miran a otro lado en lo que se refiere a una práctica cada vez más extendida, la del subarriendo de cuentas, con la que muchos inmigrantes, incluso sin papeles, entran a trabajar en las plataformas digitales para hacer turnos extenuantes. Era el caso del nepalí fallecido.
Las empresas niegan que las condiciones sean leoninas, aseguran que los riders valoran y mucho sus condiciones de flexibilidad, dan detalles sobre seguros privados contratados para casos de siniestralidad laboral y aseguran que ya están tomando medidas para reducir al máximo los casos de abuso en el subalquiler de cuentas.
Lo primero, la caída
Los riders consultados por este periódico hacen hincapié en que antes de entender cómo se cubren las espaldas las empresas o como pueden asegurarse los repartidores, es preciso entender en qué condiciones reparten los pedidos.
Lo que no niegan las empresas, como se ha puesto de manifiesto en el juicio a los 532 riders de Deliveroo, es que quien más repartos hace y a más velocidad más puntos acumula en la estadística que las plataformas elaboran para determinar a qué repartidores ofrecer las mejores franjas horarias y las mejores zonas. Esto equivale a que, sin entrar en el debate sobre si se les premia o se les penaliza, quien llega antes y más veces gana más dinero.
Por ello, uno de los raiders, que ha trabajado en Barcelona para Deliveroo, Glovo y Ubereats, asegura que esa forma de trabajar, combinada con una retribución de unos cuatro euros la hora antes de impuestos -Deliveroo habla de hasta 10 euros más el IVA-, "obliga a saltarse los semáforos y jugarse la vida".
¿Y durante cuanto tiempo? Las empresas aseguran que existen topes de jornada de 12 horas, pero desde el colectivo afirman que físicamente es imposible trabajar más de 30 horas a la semana. Sin embargo, hay otra posibilidad, que es la del subarriendo de las licencias.
12 horas encima de la bicicleta
Denuncian algunos de estos repartidores que una opción para ganar más puntos es repartir los esfuerzos. Compartir una cuenta y trabajar todas las horas posibles. Las empresas, en tanto que aseguran que los repartidores son autónomos, permiten esta cesión siempre y cuando no se deje ningún pedido que haya sido aceptado sin repartir. Ellos no saben quién está al otro lado de la licencia.
Sin embargo, igual que esta posibilidad da espacio a la colaboración, también permite, como señalan fuentes de CCOO, que algunos titulares de las licencias ofrezcan trabajo a inmigrantes sin conocimientos de seguridad vial y dispuestos a pedalear sin descanso.
Desde RaidersxDerechos aseguran que es algo muy común especialmente en Barcelona."Allí una de cada tres licencias son alquiladas. Reparten chicos que han llegado a España hace dos semanas y que tienen que pagar además 1.000 euros para poder trabajar. Reparten sin descanso 12 horas al día -la jornada máxima que admiten también algunas plataformas-, es fácil que llegue un camión al final y te reviente".
De nuevo, este es el caso del nepalí fallecido, cuya vinculación real con Glovo era inexistente y que no contaba con ningún tipo de permiso para residir o trabajar en España.
Sin embargo, desde Deliveroo lo niegan. Aseguran que, en promedio, los riders en España trabajan entre 20 y 25 horas a la semana para completar otros ingresos y en condiciones de flexibilidad. La empresa explica que desde mayo de 2018 ofrece un seguro gratuito de accidentes y responsabilidad civil a todos los riders, que les permite reclamar los periodos de incapacidad si no pueden trabajar por un accidente o una lesión mientras realizan una entrega.
Fuentes de Glovo ahondan más en las explicaciones. Aseguran, de entrada, que la empresa tiene contratado un seguro privado que cubre a todos los repartidores durante su actividad y que alcanza los 20.000 euros. La cobertura se extiende al fallecimiento por accidente, gastos de sepelio, invalidez tanto parcial como absoluta e indemnización diaria en caso de una hospitalización debida a un accidente cubierto por la póliza.
Para detectar casos de subarriendamiento, la plataforma dice haber puesto a disposición de los usuarios y establecimiento mecanismos para que puedan denunciar estos casos, tras los cuales se puede proceder a una inmediata y permanente cancelación de la cuenta en cuestión. Desde marzo de 2018 se habrían desactivado 17 cuentas.
Sin embargo, los riders de nuevo discrepan, al menos hasta la muerte del repartidor de Barcelona, los seguros contra accidentes nunca ha sido comunicado a los repartidores, no así uno que cubría solo en caso de fallecimiento.
¿Qué empleo nos espera?
Cuando muere un rider es inevitable pensar que, otra vez, que la tecnología está adelantando por la derecha a la realidad. Que de forma rápida, pero silenciosa, las nuevas formas de trabajo desencadenadas por las aplicaciones móviles, los servicios a la carta, la inmediatez que permiten las comunicaciones, están cambiando. Y que si se combina una legión de parados, que aún supera los tres millones en España, y una tipología de empleo que permite la máxima flexibilidad, los riesgos de precarización se disparan.
¿Qué hacer? ¿Multiplicar los esfuerzos de la Inspección de Trabajo? ¿Adaptar el Estatuto de los Trabajadores a la nueva realidad? Seguramente de todo un poco. De una lado, la Inspección de Trabajo ya ha tomado cartas en el asunto y ha puesto contra las cuerdas a algunas de estas plataformas. El caso más claro es que juicio contra Deliveroo celebrado este mismo viernes, en Madrid, por el que se trata de determinar si más de 500 riders de esta plataforma tienen en realidad una vinculación propia de los trabajadores asalariados. De ser así, sus condiciones, especialmente en lo que tiene que ver con coberturas ante la siniestralidad, deberían ser mayores.
Así es que, de momento, el problema se está afrontando desde los mimbres de un Estatuto de los Trabajadores abocado al cambio. El secretario general de CCOO, Unai Sordo, lo decía esta semana en un encuentro con los medios. "El Estatuto se acomoda mal al trabajo en las plataformas", sin embargo, añadía que antes de hacer ajustes hay que "defender la laboralidad" de los riders.
Lo cierto es que las empresas juegan a día de hoy con una doble baraja. De un lado, se cubren las espaldas asegurando que apuestan por la seguridad, que contratan seguros y ofrecen cursos, pero al mismo tiempo defienden que no hay laboralidad en la relación con los rider. Lo admiten abiertamente. En una nota, Deliveroo explica que "con la legislación actual, el problema es que si las plataformas ofrecen beneficios correspondientes al status de empleado a un trabajador autónomo, su estado podría ser reclasificado como empleado y, como resultado, la flexibilidad que tiene y disfruta actualmente desaparecería".
Ahora bien, el actual Gobierno está empeñado en abrir el melón del Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI y es previsible que la adaptación al trabajo en las plataformas digitales esté sobre la mesa.
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