El Banco de España ha publicado este viernes sus nuevas proyecciones macroeconómicas para el periodo 2019-2021, que anticipan un crecimiento del 0,6% del PIB en el segundo trimestre de este año, lo que supone una ligera desaceleración de una décima respecto a los primeros tres meses del año, aunque dentro aún de un crecimiento robusto.
Detrás de este dato, el banco emisor hace dos consideraciones fundamentales. En un contexto de desaceleración paulatina, España seguirá creciendo por encima de su tasa potencial en los próximos años --tendrá una brecha de producción o output gap positiva--, lo que le permitirá absorber progresivamente los alrededor de tres millones de desempleados actuales.
Así, aunque estima que el paro estructural es actualmente del 13%, prevé una revisión a la baja en los últimos años, en línea con el Gobierno, y estima que esta tasa se reducirá al 11,8% en 2021.
Además, el banco emisor no atisba la aparición de los desequilibrios propios de una economía que crece por encima de su potencial. Es decir, España se desacelerará, pero de momento sigue creciendo sin dar síntomas de calentamiento.
En todo caso, el escenario de riesgos se intensifica a la baja, especialmente por la posible adopción de nuevas medidas proteccionistas a nivel global y por la persistente amenaza del Brexit, entre otros factores.
¿Por que la economía resiste?
En lo que se refiere al presente, a la solidez actual de la economía, esto es así porque, según explica el Banco de España, van a persistir los cuatro principales pilares del crecimiento: el superávit por cuenta corriente, aunque será menor que en años anteriores –hasta un 1% del PIB--; una posición financieramente saneada de familias y empresas; la recuperación esperada de las exportaciones y, todo ello, en el marco de una política monetaria que sigue siendo acomodaticia.
Esta visión optimista, se combina con el convencimiento de que la economía empezará a perder algo de fuelle ya antes del verano, entre otras cosas porque el empuje de las favorables condiciones de financiación se debilita, lo que llevará a un ligero deterioro del consumo interno que se compensará con una recuperación de las exportaciones y las inversiones --la que corresponde a la construcción se estanca en línea con la moderación del consumo--.
Por todo ello, el Banco de España ha revisado al alza su previsión de crecimiento para 2019, del 2,2% al 2,4%. Pero para los siguientes dos años, el pronóstico no cambia: crecimientos del 1,9% en 2020 y el 1,7% en 2021.
Asimismo, los indicadores de empleo mejoran (aunque ello no vaya a compensar el efecto negativo de otras variables sobre el consumo), con una profundización de la caída de la tasa de paro de ocho décimas entre 2019 y 2021, respecto a las anteriores mediciones. En ese último año, la previsión es que la tasa de paro se sitúe ya en el 11,8%.
El déficit estructural se agranda
Pese a todo, la ausencia de nuevos Presupuestos para el año 2019 seguirá haciendo mella. El Banco de España vuelve a recordar que sin nuevas cuentas será un año casi perdido.
Espera que el déficit público se corrija en dos décimas en 2019, hasta el 2,4% del PIB –la previsión se mejora una décima por la buena marcha de los ingresos--. No obstante, esta cifra es, a grandes rasgos, el resultado neto de una mejora del componente cíclico y no esconde "un deterioro del componente estructural de magnitudes similares".
Esta lectura llega apenas dos días después de que la Comisión Europea haya vuelto a insistir en que España debe esforzarse en reducir su déficit estructural una vez ha salido del procedimiento de déficit excesivo y se ha internado en el brazo preventivo.
"En los dos años posteriores se proyecta una corrección gradual del déficit, como consecuencia de los efectos favorables del ciclo económico, mientras que el saldo estructural apenas variaría, y permanecería, por tanto, en niveles muy elevados", añade el Banco de España.
El consumo se relaja
La institución plantea otras cuestiones importantes en sus proyecciones. De un lado mejora el empleo, pero a la vista de que las familias, que ya se han endeudado por encima de sus posibilidades en el tramo bajo de rentas, están frenando su recurso al crédito para consumir, previsiblemente aumentarán la tasa de ahorro, que actualmente se encuentra en mínimos históricos.
A ello contribuyen unos primeros indicios de endurecimiento de las condiciones financieras y el hecho de que el empleo, aunque se revisa al alza, se mantenga en una senda de moderación. En esta tesitura, el consumo reposará más en incrementos de los salarios reales, que imprimen menor tracción al consumo.
Pero también hay que tener en cuenta que el impulso que supuso la subida de rentas por la rebaja del IRPF, la subida de los salarios públicos y de las pensiones empieza a difuminarse.
Esto explica ese descenso del consumo interno. No obstante, el banco emisor relata que esta situación elevará el grado de incertidumbre en la economía, lo que también contribuirá a su desaceleración.
Vuelve la inflación
Por otro lado, en medio del debate sobre en qué momento del ciclo se encuentra la economía, lo que mide una variable conocida como brecha de producción o output gap, el Banco de España asegura que el país sigue ampliando esta distancia respecto a su potencial de crecimiento.
Cuando esto ocurre, las economías suelen empezar a mostrar desequilibrios, además de mayores tensiones inflacionistas. Pues bien, el Banco de España asegura que se empezará a notar un despegue de la inflación subyacente (la que se mide sin tener en cuenta los elementos más volátiles, como son los carburantes y los alimentos frescos). Esta subida podría ser superior si no fuera porque las presiones inflacionistas por el lado de las importaciones se moderarán.
Sin embargo, el banco emisor entiende que este despegue no es suficientemente intenso como para asociarlo al efecto del crecimiento por encima de la cota potencial.
Salarios e inflación
En este mismo sentido, el Banco de España prevé que los salarios sigan creciendo a un ritmo del 2% en los próximos años por el efecto de los acuerdos de negociación colectiva y el SMI. Esto, en conjunción con el bajo crecimiento de la productividad, llevará a un repunte de los costes laborales unitarios.
No obstante, esto apenas se notará en el índice general de precios (IPC), cuya evolución incluso se revisa a la baja, porque los precios del petróleo ejercerán al mismo tiempo una presión a la baja.
Además, el Banco de España está empezando a observar que la tradicional traslación de las mejoras salariales a los precios se está rompiendo en los últimos tiempos en toda la zona euro.
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