España suma otro indicador económico que eleva la vulnerabilidad del país ante un shock externo. El Banco de España ha certificado este martes que la deuda con el exterior, el agujero generado durante la crisis que el anterior Gobierno del PP puso en primera fila de los desesquilibrios a corregir, ha vuelto a repuntar, en parte por culpa de un deterioro del déficit por cuenta corriente.
De un lado, la deuda externa bruta de España alcanzó los 2,05 billones de euros en el primer trimestre, el equivalente al 169% del PIB y dos décimas más que al cierre del año 2018. De fondo, la posición inversora neta --diferencia entre esa deuda y los activos nacionales en el extranjero- arrojó un saldo deudor de 945.000 millones de euros, el 77,7% del PIB, siete décimas más.
Pues bien, ese porcentaje es el realmente importante, pues muestra cuál es el nivel de endeudamiento del país respecto a su economía. En tanto que la posición inversora es el resultado, en parte, de la evolución de la cuenta corriente --los déficit exteriores implican un mayor endeudamiento--, un mayor déficit deteriora la posición inversora, como ha ocurrido en el primer trimestre.
Es cierto, que esta posición inversora neta también puede variar en función del valor de los activos y los pasivos netos. Así, en los últimos años, los programas de compra de activos del BCE y la elevada liquidez, junto a la búsqueda de rentabilidad, han hecho que el valor de los pasivos españoles haya aumentado considerablemente, según explican desde BBVA Research.
De hecho, el Banco de España precisa que se ha producido un aumento del valor de los pasivos, que no ha sido compensado completamente por el impacto positivo de las variaciones de los tipos de cambio del euro en el valor de los activos denominados en divisas.
No obstante, lo que reflejan los datos del Banco de España es que las balanzas por cuenta corriente y capital arrojan un déficit del 4.900 millones de euros, frente a los 1.200 millones de hace un año, fruto del deterioro del déficit de la primera de ellas, que se ha visto lastrada por el intercambio de bienes en el exterior.
Este déficit ha pasado en un año de los 2.000 a los 5.500 millones de euros. Además, el superávit por cuenta corriente de servicios, sigue aupado por el turismo, pero se ha reducido ligeramente respecto al año previo. Mientras tanto, el superávit por cuenta de capital se mantiene estancado.
En suma, mientras haya un saldo positivo de la cuenta corriente y crecimiento económico --si crece el PIB, la proporción sobre el tamaño de la economía se diluye--, la tendencia debería de ser de caída de la posición inversora neta negativa, como ocurrió, aunque de forma tímida, durante los primeros años de la recuperación económica.
Sin embargo, el problema surge cuando es necesario aumentar la deuda al profundizar en los déficit externos y la economía se desacelera, como previsiblemente ocurrirá este año.
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