La economía española ya da claras muestras de desaceleración, lo que complica la necesaria corrección del déficit y la deuda pública. Pero la situación se hace más delicada porque los principales indicadores económicos echan el freno en un momento en el que las negociaciones para formar un nuevo Gobierno han embarrado.
La razón es que el Ministerio de Hacienda en funciones ha supeditado la tramitación de los próximos Presupuestos, llamados a encauzar la disciplina fiscal y reimpulsar la actividad económica, a que se forme un nuevo Ejecutivo.
Bruselas ya ha alertado de la necesidad de poner en marcha una nueva agenda reformista para ampliar el crecimiento potencial de la economía española y conjurar así una nueva época de vacas flacas; y también de contar con unas nuevas cuentas anuales que traten de embridar los desequilbrios fiscales. Sin embargo, de nuevo, sin Gobierno parece difícil que haya más movimiento que la propia inercia del ciclo económico.
El Banco de España suma ahora otra llamada de atención. En su último informe trimestral alerta de que la parálisis política pone en riesgo la evolución futura de la economía, mientras constata que creció un 0,6% en el segundo trimestre del año aún a la cabeza dentro de la UE --en la que la eurozona sufre una fuerte desaceleración--, pero una décima menos que en los primeros tres meses del año.
También recalca el banco emisor que la afiliación a la Seguridad Social ha dado las primeras muestras de desaceleración en el mes de mayo, incluso con más intensidad que la propia actividad.
De momento, es la demanda interna, junto a la inversión en construcción, la que sostiene un ciclo expansivo que sigue sorprendiendo a los analistas y que el Banco de España espera que, con todo, continúe puesto que se fundamenta en un patrón más saneado respecto a años anteriores.
La mejora de la competitividad exterior y su reflejo en la persistencia de un superávit frente al resto del mundo, aunque cada vez más exiguo, o la continuación del proceso de corrección de algunos otros desequilibrios, como el endeudamiento del sector privado, serían las fortalezas.
Además, el Banco de España cuenta con que el tono acomodaticio de la política monetaria del BCE siga favoreciendo el mantenimiento de condiciones financieras muy favorables, y con que, en ausencia de nuevas perturbaciones, el mercado de exportaciones se recupere gradualmente a partir del tramo final de este año.
El consumo y el coste de las hipotecas
El banco emisor avisa, en cambio, de que el consumo podría moderarse por la mayor propensión de los hogares al ahorro, que actualmente se encuentra en mínimos, y por la desaceleración del crédito al consumo, que ya ha empezado a observarse.
También está por ver qué efecto tiene el reciente endurecimiento, aún leve, de las condiciones para conceder créditos, y un incremento de los tipos de las hipotecas del hasta 30 puntos básicos entre septiembre de 2018 y abril de 2019, que el Banco de España vincula a la reciente entrada en vigor de la nueva Ley hipotecaria, que traslada a las entidades una parte de los gastos hipotecarios que hasta ahora soportaban los clientes.
El contrapunto vendrá de la mano de los salarios, que siguen creciendo a tasas del 2,20% en el marco de los convenios colectivos, muy por encima de la inflación, que ya se sitúa en el 0,4% en tasa interanual.
Los riesgos de la guerra comercial...y política
Con todo, el Banco de España siempre reserva un espacio en sus informes para para dar cuenta de los riesgos que amenazan a la economía. En este caso, insiste en el recrudecimiento de las tensiones comerciales entre EE.UU. y China a futuro, y la incertidumbre en torno al Brexit.
En el plano interno, lanza un nuevo aviso: "No se ha constituido todavía un gobierno de la nación tras las elecciones celebradas hace dos meses, por lo que subsisten las incertidumbres acerca de las futuras políticas económicas".
Y sin corrección del déficit
Al posible impacto de la parálisis política sobre la ya certificada desaceleración económica, se suma la necesidad de seguir reduciendo el déficit estructural.
El Banco de España recuerda que, una vez fuera del brazo correctivo de la Comisión Europea tras haber reducido el déficit por debajo del 3% del PIB, el brazo preventivo al que ahora estará expuesta la economía española "ha de servir de acicate para intensificar la consolidación presupuestaria, necesaria para aumentar la resistencia de la actividad y del empleo de la economía española frente a eventuales perturbaciones futuras".
Concretamente, España debe realizar un ajuste anual, en términos del déficit estructural, de 0,65 puntos porcentuales del PIB, unos 7.500 millones de euros, en 2019 y 2020. Por otro lado, dicho ajuste estructural ha de ser compatible con una tasa de crecimiento del gasto público primario inferior al 0,6% y al 0,9% en 2019 y 2020, respectivamente.
A vueltas con la inflación
Por otro lado, el Banco de España parece haber encontrado una explicación a la falta de reflejo del incremento de los costes laborales en una inflación cuyas presiones siguen siendo reducidas.
Señala que, en un entorno de baja inflación en el área euro, el aumento de la incertidumbre sobre la fortaleza de la demanda "podría justificar que las empresas continúen mostrando una elevada cautela a la hora de trasladar los incrementos de costes laborales a precios" para no reducir sus ventas.
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