La sucesión de Mario Draghi se aclara. La francesa Christine Lagarde se perfila como la próxima presidenta del Banco Central Europeo (BCE), a partir del próximo mes de noviembre, cuando expire el mandato de ocho años del banquero italiano. De este modo, la actual directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) se convertiría en la primera mujer en presidir la institución encargada de formular las políticas monetarias y supervisar a la banca de la Eurozona.
El nombre de Lagarde surge del compromiso alcanzado por los distintos líderes europeos en las negociaciones para cerrar el reparto de varios puestos de mando en las instituciones europeas. Aunque la mandataria francesa había sido nombrada con frecuencia en los listados de candidatos para presidir el BCE, su nombre nunca había figurado entre los máximos favoritos y, de hecho, ella misma se había descartado para el puesto hace apenas un año.
Nada más conocerse su nominación, Lagarde ha anunciado su renuncia temporal a su puesto al frente del FMI. "Estoy honrada de haber sido nominada a la presidencia del BCE. Debido a esto, y tras consultar al Comité de Ética y el directorio ejecutivo, he decidido renunciar temporalmente a mis responsabilidades como directora gerente del FMI durante el proceso de nominación", señaló a través de un comunicado.
De confirmarse su nombramiento -que debe ser ratificado por la Eurocámara-, Lagarde se convertiría a partir del próximo 1 de noviembre, y por un periodo de ocho años, en la cuarta presidenta del banco central, y supondría el retorno del máximo puesto de la institución a manos francesas, tras Jean-Claude Trichet, antecesor de Draghi, que ocupó el cargo entre 2003 y 2011. Antes de Trichet, la presidencia fue ejercida por el holandés Wim Duisemberg.
Lagarde será la cuarta presidenta en la historia del BCE y la primera mujer en acceder al cargo
Lagarde ejerce como directora gerente del FMI desde 2011 y, antes de eso, ocupó la responsabilidad de ministra de Economía, Finanzas e Industria de Francia, entre 2007 y 2011, durante la presidencia de Nicolas Sarkozy. Previamente había liderado las carteras de Comercio Exterior y de Agricultura y Pesca, entre 2005 y 2007. Antes de dar el salto a la arena política, esta abogada (curiosamente comparte formación con el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Jerome Powell) nacida en 1956, había desempeñado la mayor parte de su carrera en la multinacional Baker & Mackenzie, en la que llegó a convertirse en la primera mujer en ocupar la presidencia.
Ahora, como principal ejecutiva del BCE, la ejecutiva francesa tendrá que dar respuesta a los enormes desafíos a los que se sigue enfrentando la política monetaria en Europa. Tras años de estímulos extraordinarios, la institución que dirige Mario Draghi se ha visto obligada a abortar sus incipientes intentos de normalización para abrir de nuevo la puerta a más medidas de apoyo -se esperan nuevos recortes de tipos y la renudación del programa de compra de deuda- a una economía que vuelve a dar síntomas preocupantes de debilidad.
La nueva presidenta tendrá que buscar la manera de revitalizar unas tasas de inflación en la Eurozona que se mantienen desde hace años lejos de los objetivos del BCE -por debajo pero cerca del 2%-, con un arsenal que, según muchos expertos, se encuentra poco dotado, tras las fuertes medidas adoptadas en los últimos años. Además, tendrá que afrontar este reto en medio de crecientes alertas por algunas de las distorsiones motivadas por ese prolongado periodo de medidas extraordinarias, como los tipos negativos, que penaliza a los bancos, según denuncian desde el propio sector.
La mayor parte de los analistas han señalado en los últimos tiempos que fuera quien fuese el elegido para suceder a Draghi es poco previsible que se produzca, al menos en el corto plazo, un viraje notable en la política del banco central, ya que las condiciones actuales de la economía y el mercado obligan a mantener una posición acomodaticia (de apoyo al crecimiento económico). El propio vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, expresaba recientemente su convicción de que, a pesar de que "Draghi ha sido un magnífico presidente", no había motivos para preocuparse por el relevo en la jefatura, ya que la institución actúa como un órgano colegiado, apoyado, además, por un grupo de trabajadores muy preparados. "El BCE es algo que va más allá de la figura del presidente", indicó entonces.
Algunos expertos han resaltado, además, que a la hora de confeccionar las medidas de política financiera resulta más relevante el papel del economista jefe de la institución, cargo que desde junio ocupa el irlandés Philip Lane, que sustituyó al belga Peter Praet.
Desde su puesto en el FMI, Lagarde desempeñó un papel protagonista en los rescates de países durante la crisis del euro
Frente a otros candidatos, como el también francés François Villeroy de Galhau, el alemán Jens Weidmann o los finlandeses Olli Rehn o Erkki Liikanen, Lagarde puede exhibir una visión más global de la situación económica -gracias a sus años al frente del FMI-, que pueden servirle a la hora de analizar y responder a los desafíos del momento actual, marcados por una serie de amenazas globales, como los derivados de la guerra comercial liderada por el presidente estadounidense Donald Trump.
La llegada de Lagarde a la presidencia del FMI representa, además, un paso de gigante en lo que ha sido una gran demanda en los últimos tiempos: la necesidad de dar un mayor peso a las mujeres en el seno del banco central. Desde su fundación en 1998, la institución ha contado con más de una veintena de miembros en su consejo de gobierno, entre los que apenas ha habido lugar para tres mujeres.
Desde su posición en el FMI, Lagarde ha desempeñado también un papel muy activo -y polémico- en las medidas adoptadas por las instituciones para afrontar la crisis de la deuda que golpeó a la Eurozona entre 2010 y 2013, interviniendo, sin ir más lejos, en los paquetes de rescate a Grecia, Portugal o Chipre, y forzando, en cierta medida, el rescate de la banca española en el verano de 2012.
Curiosamente, entonces Lagarde tuvo que gestionar aquella situación, y en especial el rescate de Bankia, con De Guindos, por entonces ministro de Economía de España, y que está llamado a ser su mano derecha durante la mayor parte de su mandato, que vencería en 2027.
A lo largo de estos años, la abogada francesa ha mostrado de forma recurrente su apoyo a las medidas extraordinarias implementadas por el BCE, al tiempo que ha reclamado reformas a los gobiernos para afianzar el crecimiento y subsanar las deficiencias heredadas de la crisis. Entre las primeras reacciones de los analistas se ha puesto de relieve su escasa formación económica, aunque también se ha subrayado su capacidad política, que puede ser esencial a la hora de acordar y ejecutar las medidas extraordinarias a las que puede verse obligado el banco central en los próximos trimestres si finalmente Europa acaba recayendo en la crisis.
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