El Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea parece bastante claro cuando determina en el apartado segundo de su artículo 283 que "el presidente, el vicepresidente y los demás miembros del Comité Ejecutivo [del BCE] serán nombrados por el Consejo Europeo, por mayoría cualificada, de entre personas de reconocido prestigio y experiencia profesional en asuntos monetarios o bancarios".
Fueron muchos los que ya creyeron traicionada esta reserva hace poco más de un año cuando el exministro español de Economía, Luis de Guindos, resultó seleccionado para ocupar la vicepresidencia del banco central. Y otros tantos han vuelto a enarbolar este artículo esta misma semana para manifestar su desazón por la nominación de Christine Lagarde para presidir el órgano supervisor de la política monetaria europea a partir de noviembre, cuando expire el mandato de Mario Draghi.
Ni experiencia en asuntos monetarios ni bancarios. Ni siquiera formación económica. Lagarde es abogada de carrera y, una vez se confirme su nominación, se convertirá, por lo tanto, en la primera presidenta de la institución sin conocimientos acreditados en las materias sobre las que le tocará decidir.
Justo en el momento en que el papel del BCE vuelve a mostrarse como esencial para evitar la recaída en una nueva crisis, sus mandos pasan a estar bajo el control de dos personas ajenas al mundo de la política monetaria.
Justo cuando el papel del BCE vuelve a resultar esencial para evitar una nueva crisis, sus mandos recaen en personas ajenas a la política monetaria
Y sin embargo resultaría difícil encontrar en los mercados una sola muestra de preocupación tras la decisión adoptada por los líderes europeos. Al contrario: las bolsas europeas han tocado esta semana sus niveles más altos en 14 meses, mientras que la deuda soberana ha pulverizado nuevos récords, reduciendo las primas de riesgo en la Eurozona a la mínima expresión -la de España se ha llegado a situar por debajo de los 60 puntos básicos.
Los inversores han mostrado así su satisfacción por lo que entienden que es una designación que apunta al continuismo en las políticas del BCE. "Aunque Draghi ha dejado el listón muy alto, y sin duda se le echará de menos en el mercado, creemos que Lagarde dará continuidad a sus políticas prolongando durante más tiempo la expansión monetaria, ya sea a través de alguna bajada de tipos adicional o retomando el programa de compra de activos (QE). Esto explica, a nuestro entender, la favorable reacción del mercado", señala Gabriel Ximénez de Embún, director de inversiones de Credit Suisse Gestión.
En cierto modo, para los mercados, más importante que quién ocupará el despacho presidencial de la distintiva sede de Fráncfort a partir de noviembre ha sido saber quién no lo hará. Porque figuras como la del presidente del Bundesbank, Jens Weidmann, cuyo nombre ha sido consistentemente subrayado entre los máximos aspirantes al puesto generaban grandes recelos, por su conocida oposición a las medidas de estímulo extraordinario que el banco central viene implementando desde hace años, con Draghi a la cabeza.
Pocos se atreven a dudar de que las múltiples actuaciones del BCE desde que el banquero italiano asumió el mando en noviembre de 2011 han sido parte fundamental para sacar a Europa de una situación crítica -cuando la crisis de la deuda amenazaba, incluso, la propia supervivencia del euro-, y ahora que las sombras se vuelven a cernir sobre las perspectivas de la región muchos han vuelto la mirada hacia la institución, en busca de un nuevo bálsamo para estos males.
Y si Draghi y el resto del Comité Ejecutivo del banco central ya se habían mostrado abiertos a reactivar toda su batería de medidas de estímulo para combatir las dificultades, existen pocas dudas de que Lagarde seguiría el mismo camino.
Lo cierto es, sin embargo, que esa disposición a implementar nuevos estímulos podría ser lo de menos. Al fin y al cabo, a día de hoy, son varios los analistas que se cuestionan la capacidad real del BCE para hacer frente, con las herramientas a su disposición a los desafíos que encara.
A día de hoy son muchas las dudas sobre el margen del BCE para hacer frente a los desafíos que encara
"Lagarde enfrenta el reto de lidiar con bajas expectativas de inflación históricas en la Eurozona, cuando el desempleo se encuentra cerca del nivel potencial de la economía y la política monetaria tiene mucho menor espacio de actuación en comparación a los años de crisis de deuda soberana en la Eurozona. Un quinquenio de tipos de interés negativos y varios programas de expansión cuantitativa a través de compras de bonos solo han logrado producir poco más de la mitad de la meta inflacionaria del BCE. Este panorama ha elevado la polémica sobre la capacidad de la política monetaria para estimular el crecimiento en el corto plazo al mismo tiempo que proteja la solidez del sistema bancario europeo", subraya Olivia Álvarez, analista de Monex Europe para España.
Incluso Draghi es consciente de las limitaciones de la política monetaria, pese a su insistencia en la capacidad del BCE para seguir respondiendo de forma efectiva a las necesidades de la economía europea. No en vano, el banquero italiano lleva años insistiendo en la necesidad de que los gobiernos de la región respaldaran los esfuerzos del banco central con reformas estructurales o políticas fiscales expansivas.
Pero cuando el hombre considerado por muchos como el "salvador" de Europa -su whatever it takes forma desde hace años parte esencial de la historia europea- deje su cargo llevará consigo clavada la espina de no haber sido capaz de convencer a los líderes políticos para atender sus reclamos.
Los expertos esperan que Lagarde haga valer su peso político para influir en las políticas fiscales de los gobiernos
Y es ahí donde emerge el perfil político de Lagarde -y el de su número dos, De Guindos- como uno de sus grandes activos. "El presidente del BCE siempre ha tenido que apelar a los gobiernos nacionales para que hagan algo, una tarea para la que Mario Draghi siempre ha sido bueno. Christine Lagarde es probablemente la única candidata que es aún más experta que Draghi en esta labor", explica Paul Diggle, economista político de Abedeen Standard Investments.
Realmente, el banco central tiene poca capacidad directa para interferir en las políticas de los gobiernos nacionales o del poder ejecutivo comunitario. Pero su relevancia a la hora de combatir la crisis le sitúa en una posición determinante que, bien jugada, podría otorgarle una influencia fundamental. En el caso de Lagarde, "su alto perfil público y sus extensas conexiones políticas también podrían ser decisivas para ayudar a reformular las políticas económicas más amplias de la Eurozona, permitiendo potencialmente un papel más importante para la política fiscal, algo que el BCE ha estado defendiendo desde hace algún tiempo", comenta Ángel Talavera, economista para la Eurozona de Oxford Economics.
De hecho, la propia Lagarde, desde su puesto como directora gerente del FMI ya se ha manifestado a favor de un papel más activo de los Gobiernos para enfrentar los retos de la economía. Así, el pasado mes de abril advirtió de que "la realidad es que muchas economías no son lo suficientemente resistentes. La alta deuda pública y los bajas tipos de interés han dejado un espacio limitado para actuar cuando llegue la próxima recesión, lo que inevitablemente ocurrirá. Para muchos países, esto implica hacer un uso más inteligente de la política fiscal".
Mientras tanto, para el diseño de las políticas monetarias de la institución, la inexperiencia de Lagarde y la también reducida de su vicepresidente parecen dejar el campo abonado para que sea el economista jefe de la institución, el irlandés Philip Lane, quien tome la voz cantante. Los expertos señalan a la probada capacidad de la política francesa para apoyarse en sus equipo y aunar voluntades como factores que harían de su desconocimiento de los asuntos monetarios un problema menor.
"Creemos que un político al mando, con un currículum muy relevante, podría hacer un trabajo aún mejor que otro economista. El BCE tiene en sus filas todos los economistas competentes que necesita, ¿realmente sería necesario uno más? Mario Draghi no pasará a la historia por ser un gran economista, sino más bien por su sentido político, que contribuyó a preservar el euro con la ayuda de una fuerte voluntad y una gran determinación", corrobora Mark Holman, fundador de TwentyFour AM, boutique de Vontobel.
Una gran determinación que le ha llevado a utilizar casi todas las herramientas a su alcance, hasta el punto de que hoy muchos las consideran agotadas. Tras él, la política monetaria aún tendrá, sin duda, mucho que aportar a la consecución de la estabilidad económica en la Eurozona. Pero es probable que sea sobre la política pura y dura sobre la que recaiga finalmente la máxima responsabilidad de resolver una encrucijada que amenaza con condenar a la región a un estado perpetuo de atonía como el que vive Japón desde hace décadas.
Con el nombramiento de Lagarde, y anteriormente el de De Guindos, los líderes europeos parecen indicar que saben cuál es el camino a seguir. Mucho tendrán que esforzarse, no obstante, los nuevos gestores del BCE para convencerles de que ha llegado la hora de adentrarse en él.
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