El oro se ha convertido en uno de los activos de moda en los mercados financieros. Son muchos los factores que se han alineado en los últimos meses para dar un impulso al atractivo del metal áureo y éste no los ha desaprovechado. El oro ha registrado en los últimos días sus niveles más elevados desde el verano de 2014, situándose en el entorno de los 1.425 dólares por onza. En sólo once meses, sus precios se han revalorizado algo más del un 18,5%.
Las incertidumbres geopolíticas que han marcado el rumbo de los mercados en los últimos meses se han convertido en un indiscutible apoyo para la inversión en oro. Desde los albores de la crisis, el oro se ha mostrado como uno de refugios predilectos de los inversores en momentos de tensión. Además, los planes de los principales bancos centrales para reactivar las políticas de rebajas de tipos de interés y políticas de estímulo ha vuelto a poner en valor su condición de reserva de valor frente a la devaluación de las divisas soberanas.
Esta situación se ha traducido en importantes ganancias para el Banco de España. El banco central nacional acumula unos 9,1 millones de onza de oro, clasificadas como activos de reserva. Estas reservas alcanzan a día de hoy un valor, a precios de mercado de 12.964 millones de dólares, lo que al tipo de cambio actual se traduce en unos 11.551 millones de euros. Esta cifra representa un incremento cercano a los 2.000 millones de euros respecto a cómo se valoraban esta misma cantidad de oro el pasado verano, cuando se situaron al filo de los 1.200 dólares.
La cifra de oro que el Banco de España guarda en sus cámaras permanece inalterada desde julio de 2007, cuando la institución realizó la última de sus ventas. En un plazo de poco más de dos años, desde mayo de 2005, la institución entonces dirigida por Miguel Ángel Fernández Ordóñez procedió a colocar en los mercados unos 7,7 millones de onzas de oro.
El valor del oro en euros se ha multiplicado por 2,6 veces desde que el Banco de España ejecutó la última venta de reservas
Aunque el ministro español de Economía de la época, Pedro Solbes, justificó entonces las ventas por la menor necesidad que tenía España de contar con esas reservas, dada la fortaleza del euro, y la posibilidad de destinar los fondos obtenidos a activos rentables como la deuda pública, la operación fue muy criticada durante años, por producirse en un momento en que los precios del oro estaban inmersos en una escalada vertiginosa. Si en julio de 2007 esos 7,7 millones de onzas tenían un valor aproximado de 3.700 millones de euros, al tipo de cambio del momento, hoy alcanzarían una valoración cercana a los 9.765 millones.
Lógicamente, las ganancias acumuladas por el Banco de España en estos últimos once meses por la revalorización del oro representan, únicamente, un apunte contable en el balance de la institución, en tanto no se proceda a la venta de estas reservas. Pero su apreciación supone una garantía de cara a poder acometer desinversiones si las circunstancias lo requirieran.
Y esta apreciación podría ir a más, dadas las circunstancias actuales, ya que firmas como Andbank recuerdan que la expectativa de nuevas medidas de alivio monetario por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo (BCE), está provocando que un creciente número de bonos vea caer sus rentabilidades en territorio negativo, lo que empuja a muchos inversores a depositar sus fondos en un producto a salvo de estas tasas negativas como es el oro. La reciente encuesta de gestores elaborada por Bank of America Merrill Lynch señalaba al oro como el activo más beneficiado en el caso de que la Fed regrese a un escenario de tipos de interés negativos.
Lo cierto es que la mayor parte de los analistas se muestra escéptica sobre las perspectivas del oro a medio plazo: según los datos recopilados por FocusEconomics, las firmas de inversión le otorgan un precio medio al cierre de 2019 inferior a los 1.400 dólares por onza, aunque firmas como ABN Amro, Credit Agricole o BayernLB le auguran aún potenciales entre el 3,5 y el 12,5%.
Como explica Iain Stewart, del equipo Real Return de Newton, parte de BNY Mellon Investment Management, la principal fortaleza del oro como opción de inversión es que "no es un pasivo de nadie: no es una promesa de pago, con lo que no forma parte del sistema de crédito. Esto lo convierte en una buena póliza de seguros en épocas de estrés crediticio, y con ello en una buena herramienta de diversificación dentro de una cartera".
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