Pontegadea sigue generando enormes caudales para la caja de Amancio Ortega. La sociedad que agrupa el negocio inmobiliario del magnate gallego posee ya activos valorados en casi 10.000 millones de euros.
Las cuentas de 2018, depositadas este miércoles en el Registro Mercantil, dan fe de la buena evolución del negocio secundario de Ortega. El principal avanza viento en popa: Inditex ofrece una revalorización anual en bolsa próxima al 25%, que la consolida como la empresa más grande de España (85.000 millones de capitalización). Pero Pontegadea sigue la estela del imperio textil acumulando activos que ya valen 9.767 millones, casi tanto como una compañía del talla de IAG o Siemens Gamesa.
En concreto, según la última cuenta de resultados, el valor de la cartera inmobiliaria ascendía a 9.767 millones de euros al cierre de 2018. El grupo se apuntó un beneficio de 1.817 millones de euros, muy por encima de los 1.475 millones que se anotó en 2017. Las ganancias de ese año se vieron alteradas por la inyección de 350 millones de euros a la Fundación Amancio Ortega.
Con ellos, el multimillonario gallego realizó una donación récord a un grupo de hospitales para la lucha contra el cáncer, que levantó muchas alabanzas, pero también duras críticas en algunos sectores de la izquierda. La mayor parte del desembolso se concentró en 2018. Prueba de ello es que la partida de este año se ha reducido hasta los 20 millones de euros.
Los réditos que produce la actividad inmobiliaria son sólo una parte de los que reflejan las cuentas de Pontegadea. La suma de los dividendos procedentes de Inditex y la actividad de inversión y gestión inmobiliaria generan una cifra de negocio consolidada de 26.550 millones de euros. La empresa apunta que los costes en personal ascienden a 4.181 millones y el impuesto sobre beneficios superan ligeramente los 1.000 millones de euros.
La cifra de negocio ajeno a la actividad de Inditex, que se corresponde principalmente con la actividad de Pontegadea Inmobiliaria y sus filiales, se situó en 405 millones de euros, un 5,2 % superior a la del ejercicio precedente. Los resultados del grupo reflejan con claridad dónde hace negocio Amancio Ortega con sus edificios. Algo más de la mitad de los ingresos cosechados con la gestión y compraventa de inmuebles proceden del mercado europeo; un 46% se originan en el continente americano y el 3% en Asia.
Durante 2018, Pontegadea realizó inversiones en el sector del ladrillo por importe de 416 millones. A esta partida se suma la compra del 9,99% de la compañía de infraestructuras de telecomunicaciones Telxius, por 378 millones.
Desde que adquirió su primer rascacielos en 2011 (la Torre Picasso), Amancio Ortega demostró que iba muy en serio en su aventura inmobiliaria. Y, sobre todo, que estaba dispuesto a elegir un camino distinto al de muchos rivales. Pontegadea eludió la tentación de invertir en la promoción de viviendas, una actividad que -como el pasado reciente ha demostrado- ha servido para lucrar algunos y arruinar a muchos más en España.
Al empresario gallego nunca le afectó el pinchazo del ladrillo porque siempre invirtió en edificios de nivel: bien situados, a ser posible emblemáticos, y repartidos por todo el mundo para compensar los riesgos geográficos.
Esta estrategia ha permitido a Pontegadea engrosar en su cartera inmuebles tan conocidos como la Torre Cepsa de Madrid, el más alto de toda España, con la firma de Norman Foster; o el Edificio Haughwout, una joya arquitectónica de Nueva York.
La compañía utiliza algunos edificios para albergar tiendas de Inditex. Por ejemplo, el mayor Zara de Madrid (ubicado en Nuevos Ministerios) es propiedad de Pontegadea. Lo mismo ocurre con la tienda de la misma firma de la Plaza de Cataluña en Barcelona.
Otros inmuebles de Amancio Ortega están ocupados en régimen de alquiler por grandes compañías. Como Amazon, que recientemente llegó a un acuerdo para ocupar varias plantas de la Torre Cepsa; o Apple, inquilino de Pontegadea en Barcelona. La empresa gallega también alquila oficinas a los rivales de Inditex. El caso más paradigmático es el de Primark, cuya megatienda en Gran Vía se aloja en los bajos de un edificio propiedad del fundador de Zara.
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