Ahora podemos mirar hacia adelante con más optimismo", señaló este miércoles el consejero delegado de Deutsche Bank, Christian Sewing, tras presentar los resultados del banco durante el primer semestre de 2019.
El directivo animaba a mirar hacia el futuro porque cualquier vistazo hacia atrás ofrece un panorama aterrador. Tras reportar unas pérdidas de 2.949 millones de euros entre enero y junio, el gigante financiero portugués acumula unas pérdidas de 11.471 millones de euros desde 2015. Desde aquel fatídico año, en que la entidad se anotó pérdidas cercanas a los 6.800 millones tras realizar un duro ajuste del valor de sus activos, asumir onerosas cargas por litigios judiciales y emprender un costoso proceso de reestructuración, el grupo sólo ha logrado cerrar en positivo un ejercicio, 2018, cuando registró unas ganancias de 341 millones de euros.
El banco alemán se encuentra sumido desde hace años en una agónica carrera por encontrar un modelo de negocio sostenible, que aleje la amenaza de colapso de la que no logra desprenderse casi desde el estallido de la crisis financiera y le permita recobrar el camino de la rentabilidad.
Para ello, la que ha sido considerada una de las entidades más importantes del sistema financiero global, con 1,43 billones de euros en activos -una cifra superior al PIB de España- ha anunciado en las últimas semanas una profunda transformación que supondrá la salida de unos 18.000 empleados, la reducción de más de una quinta parte de su gigantesco balance y la creación de un banco malo con unos 288.000 millones en activos.
La factura de la reestructuración ha motivado que el último trimestre haya sido el peor del banco desde 2015
Precisamente, a los costes de esta reestructuración ha achacado Sewing las abultadas pérdidas registradas en el último trimestre (unos 3.100 millones de euros, su peor saldo en cuatro años), tras asumir en este periodo alrededor de 3.400 millones de la factura de 7.400 millones que se espera que ocasione esta ambiciosa reordenación del negocio del banco alemán. "Excluyendo los cargos por transformación, el banco sería rentable y en nuestros negocios más estables, los ingresos se mantuvieron estables o en crecimiento", apuntó el directivo.
Sin embargo, y a pesar de que la reforma emprendida por el banco es considerada por la mayor parte de los expertos como una medida necesaria, son muchas las dudas que persisten sobre el futuro de un banco que se considera que ha obrado con demasiada lentitud.
"El gran plan de reestructuración del Deutsche Bank conlleva un importante riesgo de ejecución. Incluso suponiendo que todo salga según lo previsto, la mayoría de los grandes grupos bancarios europeos llevan años de ventaja en sus rediseños. El éxito competitivo del Deutsche Bank no es un hecho", señalaba recientemente el responsable del equipo de instituciones financieras de Scope Ratings, Dierk Brandenburg.
Y no parece que las cuentas presentadas este miércoles vayan a ayudar a despejar la desconfianza que aún impera entre los inversores. "Decepcionante" ha sido uno de los epítetos más repetidos para describir los resultados registrados por el banco en el último semestre.
La debilidad de sus ingresos -la dirección ya ha anticipado que serán inferiores a los de 2018-, especialmente en áreas clave como la banca de inversión o el trading de renta fija han vuelto a sembrar de dudas la marcha de un negocio que se enfrenta al reto de revitalizarse en un escenario especialmente complejo, por la fuerte competencia, por la debilidad económica de la Eurozona y por el escenario de tipos de interés en mínimos, que está previsto que se prolongue aún durante varios trimestres.
La debilidad de los ingresos agudiza la preocupación de los inversores sobre las posibilidades de éxito del plan de transformación
Además, el proceso de transformación puesto en marcha por Sewing requerirá importantes esfuerzos que pueden suponer un lastre prolongado para la ejecución del negocio. Sin ir más lejos, esta misma semana la agencia Reuters señalaba que varios expertos calculan que el banco necesitará varios años para deshacerse de los activos desviados a su banco malo, lo que le obligará a mantener atado un volumen de capital que podría haber generado ingresos de alrededor de 500 millones de euros al año.
Las persistentes dudas sobre el éxito del plan de reestructuración se plasman, en gran medida, en el temor existente a que Deutsche Bank acabe necesitando una nueva ampliación de capital para seguir operando con las garantías necesarias, algo que ha lastrado la buena acogida inicial del mercado al plan propuesto por Sewing.
En cualquier caso, la remontada experimentada en bolsa en las últimas semanas -desde inicios de junio ha recuperado un 17,2%- apenas suponen una venda para las pérdidas de más del 75% que arrastra el banco desde 2015 y que han rebajado su capitalización por debajo de los 14.500 millones de euros, una cifra inferior al valor de CaixaBank.
El desafío es enorme para un banco con cerca de 150 años de historia, que atraviesa desde hace años sus horas más difíciles. Como señalaban este miércoles varios analistas el camino para afianzar el resugir de Deutsche Bank se antoja largo y complicado y serán necesarias pruebas de que avanza por el buen camino para que los inversores se dispongan a darle su confianza. De momento, firmas como Alphavalue o Bankinter optan por mantener una visión cautelosa sobre la entidad, a la espera de argumentos más sólidos para la confianza.
Como animaba Sewing al banco no le queda otra que mirar al futuro con optimismo y confiar en que lo que queda detrás sea lo peor y que los números rojos que arrastra desde hace cuatro años no sigan engordando en los próximos trimestres.
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