Mario Draghi descuenta ya los días que le restan como presidente del Banco Central Europeo (BCE). El banquero italiano concluirá el próximo 31 de octubre un mandato de ocho años que pasará a la historia por haber sido el más convulso de la corta historia de la Eurozona y también de sus políticas monetarias.
En la batalla contra la interminable crisis -la crisis financiera, la crisis de la deuda, la crisis del euro- que le ha tocado librar son pocos los que dudan que Draghi ha obtenido un resultado satisfactorio, que con su mitificado "whatever it takes" ("lo que sea necesario") por bandera, ha logrado superar enormes desafíos y llevar a buen puerto la economía europea a través de soluciones casi inimaginables -al menos en Europa- antes de su llegada.
Pero cuando apenas le restan dos comparecencias más ante los medios sus logros amenazan con desmoronarse en medio de un escenario de debilidad económica -plasmado en una inflación inmutable ante los denodados esfuerzos por reactivarla- que muestra pocos síntomas de mejora. Al contrario, como el propio Draghi alertó este jueves las perspectivas económicas van "cada vez peor", especialmente en el sector industrial, y la multitud de riesgos que se mantienen en el horizonte hacen pensar que la situación aún puede empeorar.
El BCE observa un creciente riesgo de extensión de los problemas de la industria al conjunto de la economía
"En términos generales, hay resiliencia en el sector de servicios y en el sector de la construcción. Al mismo tiempo, su perspectiva está empeorando cada vez más. Y está empeorando cada vez más en las manufacturas, especialmente. Y está empeorando cada vez más en aquellos países donde las manufacturas son muy importantes. Pero debido a las cadenas de valor, esto se propaga por toda la zona euro. Y esto hay que tenerlo en cuenta", apuntó.
Ante eso, el presidente del BCE decidió este jueves no guardarse ni un as en la manga, aunque sólo fuera para garantizar nuevas medidas de estímulo a partir de septiembre. La puerta abierta a la bajada de los tipos de interés quedó ya reflejada en el comunicado previo a su comparecencia y también su disposición a contemplar otras medidas, como reactivas las compras de activos -finalizadas hace tan sólo siete meses- o establecer medidas de alivio a los bancos, para mitigar el impacto de los tipos de interés en negativo.
"No nos gusta la evolución de la inflación", aseguró Draghi, quien garantizó contar con un "amplio mandato" para dar la vuelta a esta situación, a pesar de que, reconoció, las decisiones adoptadas este jueves no habían contado con la unanimidad del Consejo de Gobierno del BCE. Así que, garantizó, si las cosas no cambian, el banco central actuará "con determinación" para hacer repuntar las expectativas de inflación.
Por un momento pareció que el banquero italiano volvía a convencer al mercado de su capacidad para resolver este nuevo desafío. El euro cayó con contundencia tras el comunicado inicial, registrando sus niveles más bajos desde 2017, las bolsas remontaron con los bancos tirando del carro pese a la más que previsible rebaja adicional de los tipos a la que habrán de enfrentarse en septiembre. Sin embargo, al término del discurso de Draghi, todos esos efectos se habían diluido.
La positiva reacción inicial del mercado se diluyó poco después, evidenciando desconfianza sobre la efectividad del BCE
Puede que el mercado recelara de su determinación cuando el presidente del BCE aseguró que, pese a todo, los riesgos de recesión en Europa son bajos; quizás fuera esa falta de unanimidad en el seno del banco central la que despertara las dudas, en un momento en que se acerca el relevo al frente de la institución; o muy probablemente también se impusieran las crecientes dudas sobre la capacidad con la que cuenta a estas alturas la política monetaria para resolver una crisis de las dimensiones actuales.
El mismo Draghi reconoció que la eficacia de algunas de las palancas de la política monetaria podría estar disminuyendo y apuntó, una vez más, a la necesidad de que los gobiernos de la región ayuden con políticas fiscales que apuntalen el crecimiento. "Si la situación económica se deteriora más, la política fiscal de cada país de la zona euro será determinante", advirtió.
Pero a falta de unos meses para que deje su cargo poco puede confiar Draghi -y tampoco el mercado- en que esta vez sí su mensaje será escuchado. Tan sólo le queda convencer de que dispone de las armas suficientes para, por sí mismo, resolver la amenaza que pende sobre la economía europea. En septiembre será el momento de exhibirlas.
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