"Así no se hace Europa. Europa se tiene que hacer potenciando las industrias importantes de la región y la banca es una de ellas".
Quien así se lamentaba la pasada semana era el consejero delegado de Banco Sabadell, Jaume Guardiola. El directivo español hacía referencia al error que, en su opinión, comete Europa al obligar al sector, a través de la nueva directiva de servicios de pagos (PSD2), a poner a disposición de terceros -y, entre ellos, las grandes tecnológicas-, de forma gratuita, los datos bancarios ("nuestro mayor patrimonio") sin exigir reciprocidad.
Ésta es tan solo una queja más. En el sector se impone desde hace tiempo la sensación de que la regulación juega en su contra; de que en su esfuerzo por dar forma a una banca más robusta, transparente y segura los reguladores han ido demasiado lejos, atándola de pies y manos frente a sus competidores; de que la inestabilidad de las normas les somete a una incertidumbre muy difícil de gestionar.
En el sector se impone la sensación de que la regulación juega en su contra frente a sus competidores
"La visibilidad de la banca en Europa es pobre y eso hace al sector poco atractivo para el inversor, por su elevada incertidumbre", indica el consejero delegado de Banco Santander, José Antonio Álvarez. Sus palabras parecen confirmadas por los datos, que evidencian que los inversores hace mucho tiempo que dieron la espalda al sector: el índice bancario de la Eurozona cotiza hoy por debajo de los 90 puntos, más de un 80% por debajo de sus niveles en la primavera de 2007, antes de que se desatara una tormenta financiera que no ha dado respiro al sector.
Aquel colapso se inició en Estados Unidos y pronto se extendió al conjunto de la banca internacional, casi sin excepciones. Pero si bien en otras geografías el sector ha logrado, en mayor o menor medida, recuperar el pulso la banca europea sigue evidenciando una debilidad enfermiza.
Las comparaciones son odiosas, pero elocuentes. Frente a las abultadas pérdidas bursátiles de los bancos europeos, la banca estadounidense se mueve desde hace tiempos en niveles de 2007, al filo de sus máximos históricos. Mientras gigantes como JPMorgan, Bank of America o Citi acumulan revalorizaciones que superan el 550% desde los mínimos de aquella crisis, registrados en marzo de 2009, los mayores bancos de la Eurozona -Santander, BNP Paribas o Intesa Sanpaolo- presentan rendimientos mucho más modestos, en el mejor de los casos de en torno al 100%.
El resultado de esto es que si a finales de 2007 apenas 7.000 millones de euros separaban la capitalización de Santander de la de JPMorgan hoy la brecha ronda los 280.000 millones. De hecho, el banco estadounidense, el mayor del mundo por valor en bolsa, con una capitalización de 380.181 millones de dólares (alrededor de 345.000 millones de euros) está valorado en más que la suma de las nueve mayores entidades de la Eurozona.
Se pueden esgrimir muchas razones para justificar este dispar comportamiento. Sin duda, la más temprana y sólida recuperación de la economía estadounidense, frente a una Europa enredada en las distintas fases de la crisis del euro, ha sido fundamental en esta evolución.
La brecha entre JPMorgan y Santander ha crecido en 12 años de 7.000 a más de 280.000 millones
Los modelos de negocio de los grandes bancos de inversión de Estados Unidos, mejor orientados para sacar provecho de las políticas de estímulo de los bancos centrales, también merece su protagonismo en el diagnóstico. Y, en relación con esto, el impacto del persistente escenario de tipos negativos sobre la rentabilidad de la banca, se suma a los factores que restan atractivo a la banca europea a ojos de los inversores.
Pero en el sector se apunta con insistencia a la falta de avances en materias clave, como la unión bancaria, y a una compleja y cambiante regulación como factores decisivos en la distinta manera en que los inversores valoran el negocio de los bancos europeos y el de sus competidores internacionales. "En Europa da la impresión de que estamos todavía en el viaje de ida, mientras los demás están ya en el de vuelta", observaba sobre esto José Antonio Álvarez.
No en vano, en Estados Unidos ya se derogó en 2018 buena parte de las restricciones legales que se había impuesto al sector financiero durante la crisis, mientras que en Europa, denuncian los bancos, las exigencias son cada vez mayores en cuestiones de vital importancia para el negocio como los requisitos de capital.
Pero no son sólo los bancos estadounidenses los que parecen estar ganando la partida a las entidades de la Eurozona. A día de hoy no es posible encontrar un sólo banco de la región entre los 20 mayores del mundo, entre los que además de estadounidenses y chinos es posible detectar firmas británicas, canadienses, australianas, indias, rusas o brasileñas.
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