Las bolsas internacionales se esforzaban este viernes por dejar atrás los sinsabores de las últimas jornadas. Pero la sucesión de datos económicos negativos han dejado en la confianza de los mercados unas heridas difíciles de restañar. Con Estados Unidos dando también señales de debilidad, la amenaza de crisis que se cierne desde hace varios trimestres sobre la economía mundial parece cobrar una dimensión muy superior.
La persistente incertidumbre generada por las idas y venidas de la guerra comercial -que esta semana se ha ramificado en un nuevo frente, con la imposición de aranceles a productos europeos por parte de Estados Unidos-, ha tenido ya un impacto severo en la actividad industrial mundial. Y ahora es el sector servicios el que empieza a arrojar señales de contagio.
"Claramente, la desaceleración de la economía mundial, que responde a muy diversos motivos, se ha intensificado en los últimos meses. Se empieza a percibir una extensión de los problemas y no se ven visos de mejora", advierte Gonzalo García, economista en Afi.
La extensión de la debilidad al conjunto de la economía eleva la amenaza de que una recesión aceche a la vuelta de la esquina
Con estos mimbres, lo que en un principio fue recibido como una debilidad temporal, motivada por una serie de factores políticos que poco a poco debían ir perdiendo fuerza, se muestra cada vez más como el posible detonante de una nueva crisis global. Mientras firmas como la agencia Fitch auguran para 2020 la menor tasa de crecimiento en ocho años, son cada vez menos los que se atreven a descartar que una recesión acecha a la vuelta de la esquina.
Sobre todo porque nada hace esperar que factores como el conflicto comercial entre Estados Unidos y China o el Brexit vayan a dejar de generar distorsiones a corto plazo. "Podemos estar preparándonos para un invierno muy largo por delante", considera Rubén Segura-Cayuela, economista jefe para Europa de Bank of America.
"Si China no se estabiliza pronto, Estados Unidos desacelera aún más o la guerra comercial continúa intensificándose, tememos que esos efectos indirectos que ya vemos en Europa, tanto en el sector de servicios como a través de colchones de precaución, se intensificarán y entrarán en juego fuerzas de recesión más fuertes", apunta Segura-Cayuela.
La sombra de una nueva crisis trae a la memoria, de forma inevitable, los recuerdos del hundimiento que experimentó la economía global a partir de 2007 y que sumió al mundo en una de las recesiones más devastadoras de las últimas décadas.
"Es normal que en una situación de éstas se piense en la anterior crisis. Pero lo cierto es que una y otra no tienen nada que ver", observa Gonzalo García, quien recalca que hoy en día no se dan los excesos financieros que por entonces eran evidentes en empresas y familias y que el sistema financiero acumula menos riesgos en sus balances. "Aquella fue una crisis de las que sólo se dan cada 70 u 80 años", asevera.
Pero la búsqueda de diferencias entre uno y otro escenario también arroja datos para la inquietud. Sin duda, uno de los más preocupantes es el crecimiento de la deuda mundial, que, según advertía el FMI el año pasado, se sitúa hasta un 60% por encima de los niveles de 2007.
La deuda mundial ha aumentado más de un 60% desde 2007, limitando el margen de los gobiernos para responder a una crisis
El incremento es especialmente notorio en la deuda pública, lo que limita sobremanera el margen de los gobiernos para responder a un deterioro económico. España, sin ir más lejos, que alcanzó la crisis con unos niveles de endeudamiento sobre el PIB inferiores al 36%, ha visto casi triplicarse esa ratio, hasta rozar el 100% en la actualidad.
Además, si de la anterior crisis se salió, en gran medida, gracias a las extraordinarias políticas de estímulo de los bancos centrales, hoy éstos se asoman a un nuevo escenario de debilidad económica limitados de munición, como advierte Aurelio García del Barrio, director del MBA con especialización en Finanzas del IEB.
De esa suma de factores, Gonzalo García estima que la economía mundial se dirige hacia un periodo prolongado de bajo crecimiento -motivado también por la desaceleración estructural de China y las menores inversiones de las economías emergentes- , pero que la crisis no alcanzará en ningún caso los niveles de virulencia vistos hace poco más de una década.
La bala de la política fiscal
En este momento en que el mundo parece enfrentarse a la amenaza de un nuevo ciclo recesivo carente de armas para combatirlo, casi todas las esperanzas para evitar el desastre se centran en un impulso fiscal por parte de los gobiernos como el último clavo que puede evitar el desastre.
El propio presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, advirtió en su última comparecencia que corresponde ahora a la política fiscal tomar el relevo de la política monetario como principal estímulo del crecimiento en la Eurozona.
El llamado no parece baladí. Los expertos de Oxford Economics sugieren que "las economías avanzadas más grandes y los mercados emergentes podrían generar multiplicadores fiscales muy superiores a uno en el primer año, lo que significa que por cada 1% del PIB gastado en consumo público o inversión, el crecimiento del PIB aumentaría en más de un punto porcentual".
Parece necesario un deterioro adicional de las condiciones para que los gobiernos europeos pongan en marcha un plan fiscal contundente
Sin embargo, y a pesar de que "muchas economías grandes tienen margen fiscal para impulsar el gasto", lo cierto es que "ninguna parece estar planeando expansiones significativas en la actualidad. Aún así, creemos que los gobiernos tienen herramientas fiscales efectivas a su disposición si el crecimiento global sigue deteriorándose", comentan en la firma de análisis británica.
También en Bank of America creen que será necesario un deterioro adicional de las condiciones para que, en Europa, los líderes políticos asuman la necesidad y urgencia de poner en marcha un programa coordinado de expansión fiscal para combatir la profunda desaceleración de la economía. Este programa podría articularse a través de inversiones destinadas a combatir el cambio climático, por ejemplo.
En cualquier caso, teniendo en cuenta que son factores políticos los que, en gran medida, han precipitado la situación de debilidad actual también podría especularse con un remedio próximo de los mismos que aliviara el escenario de la economía y los mercados.
Así, Roberto Scholtes, director de Estrategia de UBS Banca Privada en España, considera que un próximo acuerdo comercial entre Estados Unidos y China rebajaría sobremanera las incertidumbres y, seguramente, facilitarían que el peor escenario no llegara a materializarse.
Un acuerdo entre EEUU y China o una solución al Brexit aliviarían la situación aunque podría no ser suficiente
De hecho, en la entidad suiza confían en que, tras experimentar un deterioro adicional en los próximos meses, la economía alcance un punto de inflexión en la próxima primavera, para comenzar un periodo de recuperación en la segunda mitad de 2020, una vez que las cadenas de producción globales logren estabilizarse, con el apoyo de la nueva ronda de estímulos de los bancos centrales.
García del Barrio, en cambio, se muestra menos optimista sobre la posibilidad de que se pueda revertir la situación. Y es que, según señala, los gobiernos han desaprovechado los recientes años de bonanza para acometer las reformas estructurales necesarias para fortalecer sus economías.
Casos como el del déficit de la Seguridad Social en España, amenazan con seguir generando un agujero colosal en las cuentas públicas que comprometerá el crecimiento futuro. "Hemos tenido un ciclo largo positivo y ahora nos encaminamos a un cambio de ciclo sin haber resuelto muchas de las debilidades que dieron origen a la última crisis", alerta el profesor del IEB.
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