El 1 de diciembre de 2016 Ángel Ron (Santiago de Compostela, 1962) presentó su renuncia como presidente ejecutivo del Banco Popular. El día anterior se lo comunicó en su despacho a un grupo de consejeros de su confianza: José Mateu (representante de la llamada Sindicatura); Francisco Aparicio (secretario del consejo); Roberto Higuera (vicepresidente), y Pedro Larena (consejero delegado). Llevaba doce años en el cargo. Ron había vivido los momentos más dulces del banco, pero llevaba meses sufriendo una presión insoportable. Tenía que elegir: o dar una batalla que podía seguir desgastando a la entidad o presentar su dimisión para facilitar un acuerdo que, con su permanencia, parecía casi imposible. "No voy a poner obstáculos a una solución; lo que más me preocupa es la estabilidad del banco", les dijo a los circunspectos consejeros.

Justo tres años antes se había producido la entrada en el capital del Popular de un grupo inversor liderado por Antonio del Valle Ruiz (México, 1938). Con él invirtieron también otras adineradas familias mexicanas, como las capitaneadas por Roberto Hernández (Banamex) o María Asunción Aramburuzabala (Grupo Modelo). En total compraron un 6%, con un desembolso de 450 millones de euros, lo cual suponía valorar la entidad en 7.500 millones.

Del Valle le echó el ojo al Popular gracias a un sobrino suyo que, casualmente, trabajaba en su división de banca privada. Para el Popular y para el propio Ron la incorporación de nuevos socios era una buena noticia porque significaba una prueba evidente de confianza de un grupo inversor extranjero justo en el momento en el que la banca española comenzaba a salir de la crisis.

El Popular, que no recibió ayudas públicas, había comprado el Banco Pastor en octubre de 2011 por 1.300 millones de euros, pero un año después se vio obligado a aumentar su capital en 2.500 millones para cumplir con los duros requerimientos de solvencia establecidos por el BCE tras el tsunami financiero. El banco tenía en su balance unos 35.000 millones de activos inmobiliarios tóxicos insuficientemente provisionados.

Antonio Del Valle es un controvertido empresario de origen asturiano y está considerado como el séptimo hombre más rico de su país. La revista Forbes estima su fortuna en 4.900 millones de dólares.

El empresario mexicano quería controlar el Popular con una ampliación del capital a su medida. Ron se negó y se desató la guerra: "Me estás encabronando", le amenazó

Según cuenta él mismo, se arruinó tres veces, pero, tras las sucesivas caídas, se levantó con más fuerza. En los años 70 creó Bancrecer, pero en 1982 el presidente López Portillo expropió a los banqueros. Después, bajo la presidencia de Miguel de la Madrid, los expropiados fueron indemnizados, lo que Del Valle aprovechó para ampliar su grupo a actividades como la minería y la petroquímica, creando Mexichem, líder en su sector en Latinoamérica.

En 2002 compró la filial mexicana del alemán Dresdner para fundar el banco Bpormás (Bx+), valorado en 400 millones de euros. Del Valle controla su imperio a través de una empresa patrimonial llamada Kaluz.

Durante los primeros meses, el mexicano vivió feliz con su inversión en el Popular. De hecho, María Asunción Aramburuzabala vendió sus acciones en 2014 obteniendo un beneficio del 30%.

Pero en 2015 los títulos del Popular comenzaron a bajar y eso no gustó a Del Valle ni a sus socios, que, tras la salida de Aramburuzabala, aún controlaban el 4% del banco. Es entonces cuando el mexicano propuso a Ron la fusión con el Banco de Sabadell, en el que el banquero colombiano Jaime Gilinski tenía el 7% del capital. La fusión tenía un claro objetivo: constituir un núcleo de control de la entidad resultante comandado por Gilinski y el propio Del Valle.

Josep Oliu, presidente del Sabadell, no se opuso a la operación, pero la condicionó a que, en el canje, su banco saliera favorecido. Incluso llegó a proponer un reparto de poderes entre él y Ángel Ron. Pero las negociaciones no concluyeron en nada.

El Popular -afectado por el deterioro de sus activos inmobiliarios- tuvo que volver a ampliar capital en mayo de 2016. Ron consultó la medida con el Banco de España. El gobernador Linde la veía factible, pero el subgobernador, Fernando Restoy era partidario de una operación corporativa: "¿Por qué no os fusionáis con el Santander", sugirió en una reunión mantenida en el Banco de España.

Esa decisión fue cuestionada tanto por Del Valle como por la consejera Reyes Calderón, que se había incorporado en 2014 al consejo asesor de banco recomendada por el secretario general del consejo, Francisco Aparicio, miembro numerario del Opus Dei.

Pero en el consejo de administración sólo el vicepresidente José María Arias (ex presidente del Banco Pastor), se abstuvo. Finalmente, la ampliación salió adelante sin grandes dificultades y recabó otros 2.500 millones de euros, lo que, en principio, era suficiente para cumplir con los ratios de solvencia del BCE.

Sin embargo, Del Valle, que había aparcado de momento su idea de fusión con el Sabadell, no estaba contento con ese aumento de recursos que no mejoraba su posición como socio de referencia. A finales del verano de 2016 le propuso a Ron llevar a cabo una nueva ampliación de capital, pero ésta de forma un tanto atípica. El empresario mexicano quería ampliar en otros 1.500 millones, pero de esa cifra, 1.000 millones serían suscritos en exclusiva por su grupo. Del Valle no hacía más que insistir en que él tenía 1.000 millones listos para colocar en el banco. Ese aumento de capital en exclusiva le daba la oportunidad de aumentar su participación hasta casi un 25% del capital. Es decir, que con 1.000 millones se convertía, de facto, en dueño del banco.

Ron se negó en redondo y le propuso que lanzara una OPA, si lo que quería era mandar en el banco. Su negativa enfureció al mexicano. "Me estás encabronando", le amenazó. Y a partir de ahí los problemas del presidente aumentaron de manera exponencial. Se multiplicaron las noticias negativas filtradas directamente desde el consejo, las reuniones conspiratorias, etc.

Se desató una guerra sin cuartel en la que Del Valle contó con la inestimable colaboración de la consejera Reyes Calderón (ex decana de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Navarra), que se había incorporado desde el consejo asesor al consejo de administración del banco como responsable de la comisión de nombramientos en 2016.

Del Valle conoció a Calderón en España, pero pronto entablaron una estrecha relación que tenía como eje su oposición a que Ron siguiera manejando los destinos del Popular. En julio de 2016, Del Valle fue a visitarla a Pamplona, donde vivía. En agosto, con motivo de una corrida de José Tomás en San Sebastián, se reunieron en capital donostiarra Elena Reboredo (Prosegur, empresa accionista del banco), Del Valle, Calderón y Borja Prado (presidente de Endesa y el hombre de Mediobanca en España).

Se comenzaba a formar un activo grupo opositor a Ron en el consejo, nucleado en torno a Del Valle, mientras las noticias sobre las disensiones internas salpicaban los diarios. Ron parecía tener los días contados.

En el otoño de 2016 la crisis se precipitó. Del Valle no paraba de amenazar con una junta extraordinaria para cambiar a todo el consejo. El 11 de noviembre, el mexicano se entrevistó con el ministro de Economía. El día 13, Guindos le pidió a Ron que buscara una "solución de consenso", cosa difícil, dado el nivel de enfrentamiento que se vivía en el consejo. Reyes Calderón (a la que Guindos llamaba "la consejera bocazas"), sin autorización del consejo, se entrevistó con el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, para ofrecerle la presidencia del Popular.

En sus conversaciones con el Banco de España a Ron se le había pedido calma: "No es bueno que te marches ahora. Resultaría inconveniente"

En efecto, Del Valle no contaba con las simpatías ni del Banco de España, ni del Ministerio de Economía, que no se fiaban de él. "No nos gustan sus métodos", decían tanto en Cibeles como en el Paseo de la Castellana. Pero el ruido ya era insoportable y Luis de Guindos propició una "salida no traumática". A finales de 2016, el grupo opositor en el consejo del Popular sumaba ya a Reboredo (Prosegur), Arias (ex Banco Pastor), Vicente Tardío (representante de la aseguradora Allianz) y Francois Martin (Crédit Mutuel), que en conjunto controlaban casi un 10% del capital.

En ese momento, surgió el nombre de Emilio Saracho (vicepresidente de JP Morgan) como sustituto de Ángel Ron. La propuesta fue de Reyes Calderón, aunque Del Valle, que ya le conocía por haberle asesorado en México, le dio el aval definitivo.

En el mundo financiero se interpretó el fichaje de Saracho, con gran experiencia en la banca de inversión, pero con un desconocimiento total en la gestión en banca comercial, como una muestra evidente de que el futuro del Popular pasaba por su fusión o su venta. La realidad, no confirmó del todo ese vaticinio: Saracho ni fusionó, ni vendió el banco, lo llevó a la liquidación, aunque probablemente esa no fuera su intención.

El 1 de diciembre de 2016 Ángel Ron (Santiago de Compostela, 1962) presentó su renuncia como presidente ejecutivo del Banco Popular. El día anterior se lo comunicó en su despacho a un grupo de consejeros de su confianza: José Mateu (representante de la llamada Sindicatura); Francisco Aparicio (secretario del consejo); Roberto Higuera (vicepresidente), y Pedro Larena (consejero delegado). Llevaba doce años en el cargo. Ron había vivido los momentos más dulces del banco, pero llevaba meses sufriendo una presión insoportable. Tenía que elegir: o dar una batalla que podía seguir desgastando a la entidad o presentar su dimisión para facilitar un acuerdo que, con su permanencia, parecía casi imposible. "No voy a poner obstáculos a una solución; lo que más me preocupa es la estabilidad del banco", les dijo a los circunspectos consejeros.

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