Desde fuera parece apenas un edificio de oficinas de polígono industrial, con más de hormigón que del cristal y el metal que se estilan en las modernas sedes corporativas. Pero por dentro, tras superar varios controles de seguridad, tras atravesar puertas que sólo se abren con la huella dactilar, algunos de sus pasillos se parecen más a una de las naves de Star Wars.
Está en el barrio de San Blas, a las afueras de Madrid, más cerca del aeropuerto que del meollo de la capital. Y por ese edificio en apariencia tan gris, tirando a anodino, pasan todos tus whatsapps, todo lo que escribes en Facebook, las fotos que subes a Instagram, los vídeos de Youtube, tus compras en Amazon y también las series que ves en Netflix. Y es que detrás de todo ese hormigón se encuentra el mayor complejo de centros de datos de España por el que, según sus propias estimaciones, circula algo más de la mitad de todo el tráfico de datos del país.
Se trata del cuartel general en España de Interxion, una compañía holandesa que es uno de los grandes proveedores de centros de datos de Europa. Lo que la compañía ofrece a sus clientes –otras empresas- es el espacio físico donde colocar sus propios servidores informáticos, un servicio de alta seguridad para que esos equipos sean intocables y la garantía de que nunca dejarán de funcionar porque siempre tendrán alimentación eléctrica.
“Nosotros somos el casero de los servidores de otras empresas. Somos como un hotel para sus máquinas”, explica Robert Assink, director general de Interxion en España. “Nuestro negocio es gestionar dos recursos escasos: el espacio y la potencia eléctrica necesarios para asegurar que funcionen esos servidores siempre, 24 horas y todos los días, sin excepción. Ellos hacen sus negocios conectándose con terceros y nosotros ponemos los cables”. Y son muchos cables: más de 80.000 kilómetros de cableado –el equivalente a dos vueltas al mundo- y más de 10.000 conexiones.
Interxion puso en marcha hace apenas unos meses su tercer centro de datos en Madrid, siempre en San Blas. Está a apenas 800 metros de los otros dos, que funcionan de manera independiente pero que conviven pared con pared como un solo inmueble. Los tres están unidos por un anillo de fibra óptica privada que los interconecta y es en el edificio central –ese tan gris, tan anodino- en el que se encuentra el núcleo en que el que confluye todo, conocido como meet-me room (la sala de encuentro, en inglés).
En total, 15.000 metros cuadrados con capacidad para acoger cerca de 150.000 servidores entre los tres centros (denominados MAD1, MAD2 y, en efecto, el nuevo es el MAD3). Varias plantas en las que se suceden salas y más salas repletas de armarios metálicos con bastidores en los que se instalan las máquinas, y en las que es continuo un sonido atronador por los equipos de aire acondicionado que evitan que los servidores se sobrecalienten.
La compañía abrió su primer centro de datos en Madrid en 2000, reconvirtiendo un edificio hasta entonces ocupado por una imprenta. Tardó en agotar toda su capacidad doce años. Entonces abrió el segundo, y lo llenó en sólo cinco. El tercer centro de datos recién estrenado, según la previsión del grupo, estará completamente ocupado en poco más de dos años.
El crecimiento del sector cada vez es más rápido, al calor del incremento exponencial del consumo de datos y de que cada vez más empresas encuentran en estos centros neutrales una fórmula de ahorro de costes, una especie de seguro sobre la continuidad de sus operaciones y también una forma de acercarse a sus clientes o a sus proveedores mediante conexiones directas al compartir en muchos casos un mismo espacio físico
Interxion cuenta con más de 50 centros entre once países europeos y ahora está en vías de sellar una fusión con su rival estadounidense Digital Realty que le convertirá en uno de los grandes actores del sector mundial. El grupo Interxion, por separado, aspira a elevar en 2019 sus ingresos hasta entre los 632 y 647 millones de euros, lo que supondría aumentarlos entre un 12 y un 15%. Si la filial española crece a ese ritmo, y en principio ésa es la previsión, la facturación de los tres centros madrileños rondará los 36 millones de euros en el ejercicio 2019, cuyas cuentas aún no están cerradas.
De gigantes globales a pymes locales
La lista de clientes de la filial española de Interxion la integran cerca de 350 compañías: de gigantes digitales globales a buena parte del Ibex, y también decenas de pymes tecnológicas de todo pelaje. La identidad de algunos de ellos se lleva en secreto, protegida por estrictos acuerdos de confidencialidad.
Los tres centros de Madrid acogen servidores del grupo de construcción y servicios Ferrovial, los de compañía de mensajería Seur, allí se concentran nodos de interconexión de colosos como Google o Amazon, y también las máquinas de Facebook o Netflix que permiten dar servicio directo a los usuarios del mercado español.
La cercanía de esos data centers hace posible que el tiempo de respuesta entre que el usuario pulsa el play y la reproducción de La casa de papel comienza en su pantalla sea mínimo. El centro de Interxion en Madrid es el que permite que el contenido de Netflix esté cerca de los clientes españoles y con ello se mejora la experiencia del usuario, se reducen los tiempos de reproducción y también el coste de las propias telecomunicaciones de la compañía.
Netflix, especializado en el vídeo bajo demanda, decidió hace años traspasar su contenido de su propia red de centros de datos y empezar a distribuirlo desde la nube de Amazon. Pero para garantizar que sus series y sus películas llegan a sus clientes en apenas milisegundos, la compañía tiene replicado parte de su contenido más popular en centros de datos ubicados en los países en que está presente.
Es lo mismo que sucede con los servicios de Facebook, WhatsApp, Instagram, Twitter o Youtube. Aunque el núcleo de sus interconexiones se encuentren centralizados en Estados Unidos u otros países de Europa, el servicio para España se concentra en los servidores de Interxion en Madrid.
El ‘Silicon Alley’ de San Blas
Cuando Interxion quiso desembarcar en España tenía que encontrar una localización que no estuviera lejos de la gran ciudad, que tuviese abundante conexión de fibra óptica y que hubiera redes eléctricas con suficiente potencia. San Blas, barrio modesto y eminentemente obrero, reunía todas las condiciones.
Era el año 2000. La liberalización del sector de las telecomunicaciones estaba casi recién estrenada en España. Así que para encontrar gran cantidad de redes de fibra había que buscar cerca de los centros operativos de Telefónica, y era en San Blas donde el antiguo monopolio había instalado un centro de conmutación (la teleco sigue teniendo allí una de sus sedes históricas).
Y la potencia eléctrica del barrio era más que aceptable por un pasado industrial que había dejado allí como herencia varias subestaciones y redes de conexión suficientes. Para los centros de datos la garantía de suministro energético y una potencia eléctrica notable son factores críticos para su negocio.
Interxion tiene contratadas enormes potencias eléctricas de 15 megavatios (MW) para cada uno de sus dos primeros centros y de 11 MW para el tercero (la potencia media de una vivienda en España es de 4,4 kilovatios, unas 3.400 veces menos) para garantizar capacidad suficiente para alimentar de manera simultánea las decenas de miles de servidores y los potentes equipos de climatización.
Y como la compañía necesita una garantía total de que el suministro eléctrico es permanente, también dispone en las azoteas de los centros de potentes generadores diésel propios para asegurarlo en caso de apagón. “Si fuera necesario, podríamos ser independientes y producir nuestra propia energía gracias a estos generadores”, sostiene el director general de la compañía.
Los generadores se ponen en marcha una vez al mes para comprobar que funcionan correctamente, pero “en estos 20 años los hemos tenido que usar sólo en una ocasión por un corte prolongado, y fue de unos 80 minutos”. En dos décadas el único apagón relevante duró menos de hora y media.
“La fiabilidad del suministro eléctrico en esta zona, en realidad en toda España, es muy alta”, asiente Assink, que admite que la compañía tiene en estudio también construir sus propias plantas de energía solar fotovoltaica para cubrir parte de su consumo. Sólo con sus dos primeros centros, Interxion ya era el séptimo mayor consumidor de electricidad de la Comunidad de Madrid, con el tercero da por hecho que escalará alguna posición más.
La combinación de buena conexión teleco y buena conexión eléctrica han hecho que actualmente en el distrito de San Blas-Canillejas se concentren más de dos centenares de compañías tecnológicas y digitales (entre ellos, rivales directos de Interxion como Global Switch o el centro de datos que Nabiax compró a Telefónica), lo que la convierte en uno de los puntos neurálgicos operativos de este tipo de negocios en España.
A la zona se la conoce, de hecho, como Silicon Alley (Callejón del Silicio). Y no se trata de un juego de palabras para remedar el archifamoso Silicon Valley californiano, sino un homenaje al Silicon Alley neoyorquino, donde se concentraron decenas de firmas tecnológicas en los noventa en pleno Manhattan.
Las compañías tecnológicas reclaman a las administraciones públicas, a las compañías eléctricas y a las telecos un impulso conjunto para garantizar que Madrid pueda seguir creciendo con rapidez en infraestructuras de conectividad y de electricidad suficientes, y para simplificar los procesos burocráticos. Es la única vía para atraer las inversiones necesarias para convertir a Madrid, y con ello a España, en el hub tecnológico del sur de Europa.
Según un estudio elaborado por Interxion, Decix y la consultora Delfos Research, conseguir elevar a la capital a la categoría de gran centro tecnológico y puente con Latinoamérica atraería en cinco años inversiones por 500 millones de euros y aportaría más de 6.000 millones al PIB local. "La planificación de nuevas redes eléctricas en España se hace cada cinco años, eso no se ajusta a las necesidades del sector y de los inversores", sostiene Assink. "Si no se sube al tren de la digitalización ahora, quizá los próximos servidores informáticos para dar servicio a España estén, en vez de en Madrid, en Marsella".
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