Con cada cambio de año, en los mercados financieros suele ganar relevancia el concepto de cisne negro, que hace referencia a aquellos sucesos inesperados de gran impacto que pueden condicionar el rumbo de la economía.
Mientras la mayor parte de los expertos ponían el foco en los avatares de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el Brexit o las elecciones estadounidenses como los principales riesgos que deberían capear los inversores a lo largo del presente ejercicio, unos pocos jugaban a tratar de adivinar sucesos improbables que, de materializarse podrían dar al traste con todas las previsiones.
El coronavirus detectado en China en las últimas semanas y que ya se ha extendido a varios países de su entorno, así como a Estados Unidos, México o Escocia (que evalúan casos sospechosos) amenaza con convertirse en uno de esos cisnes negros que trunque la marcha de la economía mundial.
Las fuertes caída de la bolsa de Hong Kong o el petróleo evidencian la inquietud que afecta al mercado
Aunque la decisión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de no calificar aún la situación de "emergencia global" ha ofrecido cierto alivio a los mercados, la progresiva extensión de la enfermedad, que ya ha causado al menos 26 muertos y ha afectado a unas 881 personas (amén de los más de 1.000 casos sospechosos), ha puesto en alerta a los mercados en los últimos días.
Los recortes próximos al 4% del índice bursátil hongkonés Hang Seng o el 4,75% que cae en la semana el precio del petróleo son indicios de esta creciente inquietud.
La agencia S&P advertía este viernes de que el brote de coronavirus podría propinar un golpe severo al consumo en China, que ha sido uno de los principales motores del crecimiento en el país en el último año. Aunque desde la firma reconocen que es demasiado pronto para valorar el impacto económico potencial de esta crisis sanitaria, estiman que una caída del 10% del gasto en consumo podría restar hasta 1,2 puntos porcentuales al PIB del gigante asiático.
El momento es especialmente propicio para amplificar el impacto. "El brote está afectando a China durante el Año Nuevo Lunar, un período en el que los hogares tienden a gastar más en viajes, entretenimiento y regalos", ha apuntado Shaun Roache, economista jefe de Asia y el Pacífico en S&P Global Ratings.
Precisamente, la festividad del Año Nuevo chino representa uno de los factores que más podrían contribuir a agravar la situación. Aunque las autoridades chinas ya han aislado varias ciudades, han impuesto restricciones al transporte público en una docena de urbes -afectando a alrededor de 36 millones de ciudadanos-, y se ha procedido al cierre de algunos de los lugares de mayor afluencia de personas, los centenares de millones de desplazamientos que se espera que se produzcan en el país en estas fechas podrían propagar la enfermedad de forma vertiginosa.
Por eso son muchos los expertos que advierten de que lo peor está por llegar. "La situación podría empeorar en el corto plazo, dados los retrasos entre la infección inicial y la notificación de casos, y la intensidad de los viajes en la próxima semana dentro y en los alrededores de China. En particular, el crecimiento del consumo en la región enfrenta presión a la baja si se cancelan los viajes y se restringe la circulación", comentan en Goldman Sachs.
Estos augurios generan preocupaciones en sectores como el consumo del hogar, la inversión, los viajes y el turismo, y la producción industrial (si llegaran a producirse interrupciones en los suministros), observan en S&P. "La aversión al riesgo y las condiciones financieras más estrictas podrían amplificar el impacto, incluso en la inversión", corrobora Roache.
Aunque se compara con el SARS de 2003, su tasa de mortalidad es menor y la respuesta de China ha sido más rápida
Aun cuando se lograra aislar el impacto mayoritario de la enfermedad en China, las consecuencias de un frenazo económico del gigante asiático para la economía global serían, sin duda, significativas. Aunque el país registró en 2019 su menor crecimiento en casi 30 años y se espera que la desaceleración continúe en los próximos ejercicios, se calcula que China aportará en torno al 28% del crecimiento mundial entre 2019 y 2024 a una economía que trata de restablecerse de las dificultades registradas en 2020.
Con todo, entre los analistas aún se impone la visión de que los efectos en la economía del coronavirus chino serán leves y, probablemente, esporádicos. Para ello se apoyan en la experiencia de casos similares y, especialmente, al virus del SARS que en 2003 causó cerca de 800 muertos en 26 países.
Los analistas de Capital Economics, resaltan, por ejemplo, que el virus actual presenta una tasa de mortalidad muy inferior a la de la epidemia de 2003 (3,1% frente a 9,6% del SARS, según los datos de Julius Baer) y, además, resaltan la respuesta mucho más rápida y efectiva de las autoridades chinas, así como los avances médicos registrados desde entonces. Eso sí, también admiten que la mayor interconexión actual de China con el resto del mundo amplifica la amenaza de propagación del virus.
Los riesgos no pueden negarse y, como observan en Capital Economics, "es posible que este virus sea aún peor que el SAR o que, por algún motivo, cause un pánico sin precedentes. Pero según la información que tenemos, no esperamos que el coronavirus tenga más que un efecto temporal en el PIB mundial, que probablemente se recupere una vez que la enfermedad esté bajo control".
Una visión que es compartida por los expertos de Goldman Sachs: "Si bien se desconoce la gravedad del impacto económico, es probable que sea de corta duración si sigue el patrón de los casos históricos. En el caso de SARS y otros brotes recientes (por ejemplo, H1N1, H7N9), la depresión en la actividad generalmente ocurrió de 1 a 3 meses después del brote", indican.
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