España es un país donde se produce muchísimo vino pero se bebe poco. O al menos, no tanto como algunos de nuestros vecinos europeos. Es la primera de las muchas paradojas que arroja un sector que representa el 1% del PIB.
La segunda es igual de llamativa pero más preocupante: ningún país exporta tantos caldos como el nuestro, pero hay dos que nos ganan en rentabilidad. Estas son algunas de las curiosidades que envuelven al vino marca España.
El rey mundial de los viñedos
No hay otro país en el planeta que dé cabida a tantos viñedos. Según los últimos datos de la Organización Interprofesional del Vino de España, nuestro país lidera el ranking mundial con 953.000 hectáreas de vides plantadas. La superficie vitícola mundial roza los 7,4 millones de hectáreas, según la última medición de la Organización Internacional de la Viña y el Vino. Los viñedos españoles suponen, por tanto, casi un 13% del cultivo total.
Detrás de España se alinean dos países muy cercanos. Francia es el segundo del escalafón, con 786.000 hectáreas dedicadas a la vid. E Italia, el cuarto con casi 693.000. Fuera de Europa, los territorios que concentran más viñedos son China (865.000 hectáreas) y Estados Unidos (435.000). La lista de los diez mayores países viticultores la completan Turquía, Argentina, Chile, Rumanía y Portugal.
España exporta más que Francia...
Las exportaciones son clave en la supervivencia de los viticultores. Al igual que ocurre con la superficie cultivada, nuestro país es líder mundial en exportaciones. Según el Observatorio Español del Mercado del Vino, en 2018 (últimos datos disponibles) se exportaron cerca de 20 millones de hectolitros. Las cifras de Italia son ligeramente inferiores, mientras que Francia queda claramente por debajo, con 17 millones de hectolitros.
Sin el alto volumen exportador, sería imposible mantener a las miles de familias que viven de los viñedos. En España están registradas más de 4.100 bodegas y 115.000 viticultores, a los cuales hay que sumar los muchos miles de contratados para las tareas agrícolas. Sumando el vino y el mosto, las exportaciones representan en torno al 60% de la producción total.
...pero Francia saca mucho más rendimiento
Las cifras que empañan el buen dato exportador tienen que ver con la rentabilidad. Y es que España, pese a ser el primer exportador del mundo, ocupa el tercer escalón del podio que mide el valor generado. Según las últimas cifras oficiales (correspondientes a 2018), la exportaciones nacionales generaron un valor de 2.916 millones de euros, la mitad que Italia (6.148 millones) y un tercio respecto a Francia (9.336 millones).
La producción arroja otro dato negativo: ambos países producen más vino que España, pese a contar con una superficie cultivada inferior.
Ambos ratios preocupan sobremanera a administraciones y empresarios. Son conscientes, desde hace años, de que los rivales más directos no sólo exprimen mejor el terreno, sino que además sacan más partido a las ventas.
Mucha viña y poco chato
En España hay 200 metros cuadrados de viñedo por cada habitante. Y la equivalencia es muy superior en comunidades autónomas como La Rioja o Castilla La-Mancha. Sin embargo, los españoles beben mucho menos vino que sus vecinos europeos.
Ahí van los datos. Los franceses consumen en un año 26,8 millones de hectolitros; y los italianos, 22,4 millones. ¿Cuánto se bebe en España? 10,5 millones. Que ambas naciones tengan una población mayor no es excusa. Un ejemplo: Francia tiene un 50% más de habitantes, mientras que el consumo de vino nacional es un 150% superior.
Hay otro dato que refleja lo poco que se chatea: el consumo de cerveza en España lleva siete años seguidos creciendo y en 2018 (según el último registro) marcó un récord absoluto. Los españoles bebieron ese año 40 millones de hectolitros. La cifra multiplica casi por cuatro la demanda de vino.
Tanto la administración como las patronales están intensificando los esfuerzos para acortar las diferencias. Sobre todo con campañas para promover la cultura del vino y mejorar la promoción en el exterior.
Dónde se bebe más vino español
En contra del tópico, la estadística demuestra que los alemanes no sólo beben cerveza. También chatean y les gusta mucho el vino español. Alemania es el país que más dinero aporta a las arcas del sector. Entre enero y noviembre del pasado año, el valor de sus importaciones rozó los 325 millones de euros.
El segundo país del ranking es Estados Unidos, con 292,7 millones. Le sigue Reino Unido, con 290,2.
Sin embargo, la estadística lanza otro dato sorprendente. Por volumen es Francia –y no Alemania- el país que más vino español importa. El país vecino compra gran cantidad de producto, pero mucho más barato.
Otros grandes importadores de vino español, en términos de valor, son Estados Unidos, Reino Unido, China, País Bajos, Portugal, Suiza o Canadá.
¿Tinto o blanco?
Los españoles prefieren claramente el tinto. Representa algo más del 53% del consumo nacional (17,8 millones, según la estadística del Ministerio de Agricultura). Le sigue a distancia el consumo de vino blanco (27,1%) y el resto se lo reparten los vinos espumosos y los de aguja.
De fronteras a fuera, la tendencia es similar en lo que al tinto se refiere. Representa casi un 55% del vino comercializado. Sin embargo, hay una diferencia drástica en la segunda posición del escalafón. Tras el tinto se sitúa la venta de espumosos, que supone el 25% del total.
El diccionario de las denominaciones
El listado español de denominaciones de origen protegidas es enorme. El Ministerio de Agricultura tiene contabilizadas oficialmente 88. Y no existe un solo tipo, sino varios. Vienen reflejados en las etiquetas de las botellas y suministran una información básica sobre la procedencia o la calidad de las uvas.
La mayor parte de los vinos se comercializan bajo el paraguas de una Denominación de Origen (D.O.). Pero también existen el concepto de Denominación de Origen Calificada (DOCa), una separata que agrupa a vinos de mayor calidad dentro de un territorio, a los que se exige controles más estrictos de calidad.
Además, los consumidores pueden toparse en cualquier botella con las siglas VP (Vino de Pago), VT (Vino de la Tierra) o VC (Vino de Calidad). Cada cual cumple distintos requisitos de calidad y presenta distintas características asociadas fundamentalmente a las variedades de uva, a las condiciones el terreno o la ubicación geográfica.
D.O. gigantes... y diminutas
Las más pequeñas del país son Calzadilla, Prado de Irache y Lebrija. Las dos primeras hacen vinos de pago; y la tercera, uno de calidad. Cada una de las tres trabaja, únicamente, sobre 17 hectáreas de viñedos.
La que tiene más terreno dedicado a la vid es La Mancha: 155.602 hectáreas, más del doble que Rioja (65.848) y casi cuatro veces más que Cataluña (41.168).
Ahora bien, en número de bodegas gana, con inmensa diferencia Rioja. Están operativas 792, lo que refleja la enorme atomización del negocio en una comunidad autónoma tan pequeña (tiene la superficie más pequeña de la Península). Buena parte, además, embotella vino: 572 frente a 220 que únicamente producen caldos.
La siguiente denominación de origen con más bodegas es Cava, donde operan 389. La siguiente es La Mancha, con sólo –en comparación con su enorme superficie- 247.
Y el vino más caro de España es...
En la élite de los vinos españoles se alinean tres tintos. Y ninguno de ellos está embotellado en la comunidad autónoma con más bodegas (La Rioja). Los tres cuestan en torno a 1.200 euros y todos se producen y se embotellan en Castilla y León. Eso sí, en tres denominaciones de origen distintas.
Pingus pertenece a Ribera del Duero y lo elabora un enólogo danés, Peter Sisseck. Su bodega se llama Dominio de Pingus y está plantada en Quintanilla de Onésimo, en un local sin ninguna pretensión arquitectónica y del que sale poco vino. El padre de Pingus no necesita más. Llegó en 1990 al pueblo vallisoletano y vio claro el filón: un vino a 1.200 puede parecer desorbitado... pero hay gente dispuesta a pagarlo.
La misma demanda existe para Teso la Monja. De precio similar, se elabora en una bodega de Valdefinjas (Zamora) y forma parte de la D.O. Toro. Lo elabora una familia con solera en el arte del vino, los Eguren. Teso la Monja nació gracias a una reinversión. La familia poseía una bodega de rebosante de prestigio, Numanthia Termes. En ella se fijó la multinacional del lujo LVMH. Le encajaba en su cartera de bebidas de elevada calidad (y precio) y se la compró a los Eguren. La familia destinó parte del dinero a crear un tinto de escasísima producción, también apto sólo para bolsillos acaudalados.
El siguiente caldo mágico se llama La Faraona. Lo elabora Álvaro Palacios, conocido por producir vinos muy conocidos -por su calidad y su buena distribución- como Camins de Priorat o Pétalos del Bierzo. Antes de nacer La Faraona, el bodeguero ya era conocido por comercializar uno de los vinos más caros de España, en la región del Priorat. Palacios se propuso repetir el milagro en otra comarca y apostó decididamente por el Bierzo. Y lo logró con creces con La Faraona, otro vino -al igual que Pingus y Teso la Monja- sólo apto para privilegiados, por lo poco que se produce... y lo mucho que cuesta.
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