Ángeles Vigil empezó a revolucionar a medio pueblo hace unas semanas y después a toda la comarca. Vive en Castril, en la sierra norte de Granada, y es la responsable de la distribuidora de butano y gasoil de la zona. Lo es desde hace año y medio. Antes lo fue su marido, durante décadas, hasta su fallecimiento. Ella cerró entonces el taller de confección que dirigía, pero en plena epidemia algunas de esas máquinas de coser han vuelto a funcionar.
Tiene familiares que viven en Italia y el panorama negro que le anticipaban la puso en alerta. Ángeles se puso a confeccionar y producir mascarillas por las noches unos días después de que se decretara el estado de alarma en España para repartirlas entre los vecinos del pueblo y de otros cercanos, con una población muy envejecida. Empezó así a dar salida a la gran cantidad de telas y de gomas que habían quedado sin utilizar en el antiguo taller textil
A la tarea de producir mascarillas se han sumado una treintena de familias de Castril. “Creamos un grupo de WhatsApp con las chicas que tienen máquina de coser. Ahora los maridos ponen las gomas, los hijos cortan la tela… El pueblo se ha volcado, está lleno de gente solidaria y encantadora”, explica Ángeles, que cuenta que ella fabrica cada día (cada noche, cuando termina su jornada) un centenar de mascarillas y que todo el pueblo suma entre 200 y 300 diarias.
Parte de las mascarillas los vecinos se las ceden al Ayuntamiento para que las distribuyan, se han ido llevado a las varias residencias de mayores de la sierra, algunas se las dieron a los guardias civiles de la zona… Pero la inmensa mayoría de la producción se reparte mediante un servicio que va siempre a la puerta de cada casa.
Ángeles es la responsable de la distribuidora de butano de Repsol en la sierra de Granada, y son los butaneros los que llevan semanas repartiendo de manera gratuita cientos de mascarillas entre los vecinos de los pueblos y multitud de pedanías de la zona. Una decena de repartidores de butano –entre ellos el propio hijo de Ángeles- que con cada bombona llevan también las mascarillas a los clientes para que tomen medidas de protección frente al coronavirus.
En plena epidemia, Repsol ha establecido un protocolo de seguridad para repartidores y para clientes en las entregas del butano. Las bombonas se desinfectan en el almacén y se les vuelve a pulverizar desinfectante en las asas en el momento de la entrega y se exige mantener la distancia de uno o dos metros. Cuando un cliente de avanzada edad o con algún problema físico necesita que la bombona sea entregada dentro de su casa, el butanero le pide que se aparte lo máximo posible para guardar la distancia.
En las últimas semanas son muchos los clientes que pagan dejando el dinero en un sobre junto a la bombona vacía, “y aprovechan para dejar notas de agradecimiento a los repartidores, e incluso bombones o tartas”, apuntan fuentes de la petrolera.
Ahora los fabricantes de mascarillas de Castril se preparan para la nueva etapa del confinamiento en que entramos. “Como van a poder salir los niños a la calle, estamos produciendo ya mascarillas infantiles”, dice riendo Ángeles. “Serán de tela con dibujos que les gustan a los peques”. Mascarillas para todos los públicos.
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