Cuando pase esto, por culpa de esto, esto pasa en todas partes. Hemos hablado con bodegueros de toda España sobre cómo están llevando esto. Porque esto es como la mayoría se dirige al coronavirus, a la COVID-19 y a la pandemia. Los que saben de vino, saben que hasta que una copa se llena de vino han pasado muchas cosas antes, veranos, otoños, temporales, olas de calor, lluvias, podas, vendimias, embotellados, ventas, portes, puntos de venta.. Son muchos los elementos en marcha, la añada de 2020 cuando llegue a la botella, cuando pase todos sus procesos, tendrá una variable que no han tenido otras añadas: La pandemia.
Joan Lliberia, propietario e ingeniero agrónomo de Edetària, tiene todos esos procesos y elementos metidos en su cabeza perfectamente ordenados y ahora, mientras el mundo ha estado parado, ha tenido que recolocarlos, pero con un ojo puesto en lo más importante: La viña. “La vida continúa, la viña, que para mi es muy importante, ha requerido sus cuidados en plena fase primaveral, por lo que seguimos trabajando como si no pasara nada”, cuenta desde su bodega en la Terra Alta, en Tarragona.
Ahora te llaman de China y te ofrecen salidas al vino a un euro
Para este bodeguero la viña es el centro de todos esos elementos. Mientras todo está parado se ha dedicado a apuntalar financieramente la empresa, teniendo en cuenta el ciclo vital de su viñedo. “En cinco meses llega la vendimia y tenemos la bodega llena de vinos, así que una cosa que hemos hecho ha sido sanear el stock y vender vino a granel antes de que derrumben los precios de los graneles. De esta manera preservamos la marca, no tenemos así la presión del stock para tener que hacer disparates desde el punto de vista del mercado. Ahora te llaman de China y te ofrecen salidas al vino a un euro, y no somos una macrocooperativa, somos una bodega pequeña y tenemos un producto que preservar”, explica Lliberia.
La pandemia afecta de manera peculiar al mundo del vino pues el producto no caduca, pero hay que darle salida y el confinamiento ha partido el ritmo de los bodegueros con un mercado en cambio. “El cierre de la hostelería supone un mazazo para un sector en el que la mitad de las ventas por volumen va para este ámbito, pero además gran parte de la exportación va también a la hostelería”, cuenta José Luis Benítez, director general de la Federación Española del Vino.
“En España hay más de 4.000 bodegas y hay casi 4.000 casuísticas diferentes. En función se su canal de venta, su exportación, su mercado, etc. Pero en general, el incremento de ventas que se ha producido en alimentación no compensa las ventas en hostelería”, asegura Benítez.
El Grupo Barón de Ley, que agrupa a tres bodegas vive a su escala lo que ocurre en el sector. Fernando Vega, director de Marketing del Grupo Barón de Ley describe cómo se reproduce a nivel de grupo. “Somos tres bodegas, la de Coto de Rioja, tiene una realidad diferente, con mucho peso en la alimentación, y Barón de Ley y Museum en el mercado internacional están orientados a la hostelería. Hemos tenido un incremento fuerte en alimentación, porque estamos en todas partes con Coto de Rioja, pero el mercado de hostelería ha quedado muy dañado y no compensa la subida del mercado de alimentación a la bajada de la hostelería”. Ni siquiera con Coto de Rioja, porque la omnipresencia de este vino se repite en hostelería, “Nielsen nos da segundos y terceros puestos en crianza en horeca”, asegura.
Por su parte Barón de Ley “vende cerca del 80% en el exterior, es muy potente en los mercados clásicos de Rioja como Alemania y Gran Bretaña, donde es líder en reserva”, añade Vega. El director de Marketing de esta empresa destaca el carácter global de la pandemia como gran diferencia respecto a la crisis de 2008. “Entonces la exportación fue una salida y de calidad, porque te pedían calidad, el problema es que la pandemia es global, y depende cómo sea tu mix, si vendes en alimentación bien, pero si estás en hostelería pues está la cosa está igual que aquí”.
Miquel Ángel Cerdá, propietario de la bodega Ánima Negra se maneja en otros términos por el sector y siempre han mantenido muy diversificada la red comercial. “Nosotros estamos en Mallorca, siempre hemos podido embotellar el vino y venderlo para los turistas, eso hubiera sido lo fácil”, explica. Pero esa no era su idea como viticultor. “Los vinos que aguantan son los que han trabajado su concepto, los que se han utilizado como mera arma comercial, le pongo una etiqueta bonita y lo vendo, están sufriendo más. Nosotros queremos que el vino tenga una esencia. ¿Quién va a comprar en EE.UU. un vino de Mallorca? Pues nadie, si no tienes una base, con una forma de trabajar, con variedades diferentes y si no cultivas esos valores diferentes que son los que le dan valor al vino, no el precio. Porque, ¿qué precio tiene un vino? Llevo 25 años en esto y no lo sé”.
No es hora de pedir subvenciones, hay sectores que lo necesitan más
El 80% de su producción va a la exportación y esto les afecta de manera diferente, “en Asia no se puede hacer mucho hasta pasado el verano que se pueda viajar; en EE.UU. los aranceles que ha puesto Trump han multiplicado el precio del vino en el mercado, pero como hemos estado allí muchos años, pues al final los pedido van entrando”. Para Cerdá "no es hora de pedir subvenciones, nosotros tenemos un producto que no caduca y creo que hay sectores que lo necesitan más. Lo que tenemos que hacer es aguantar y trabajar mejor, yo hoy he estado trabajando en abrir mercado en Eslovenia. ¿Qué puedo sacar en ese mercado? Pues vender un palé o medio palé. Hay que seguir”, concluye.
Oscar Tobía, propietario de Bodegas Tobía, en Rioja Alta también confía en su red internacional para afrontar la situación. “Nuestro importador de China espera que se reactive el mercado allí. En nuestra bodega hemos tenido el 80% de exportación en años pasados, pero habíamos recuperado mercado nacional y ya estábamos en un 35% o 40% de ventas en España”.
“Para el mercado español tenían preparado el lanzamiento de unos cuvée con una presentación diferentes que si no salen lo tendremos que guardar para crianza”. También han tenido que tomar medidas medidas drásticas: “Hay vinos como nuestro rosado que directamente no lo hemos embotellado, no valen para el año que viene. Estos son los más damnificados, no los podemos embotellar si no se van a vender. Son diez mil litros que se irán a una alcoholera para destilado, no se les saca ni un 5% de su valor”, explica. La misma decisión ha tomado Joan Lliberia de Edatària, no ha embotellado unos rosados que el año pasado a estas alturas de la primavera estarían consumiéndose en las terrazas y restaurantes de Nueva York.
La situación de las bodegas es muy complicada, especialmente si la hostelería no recupera su pulso. Una doble crisis que ha sentido el dueño de Valquejigoso, Félix Colomo, empresario de hostelería que desde finales de los 80 ha trabajado en el proyecto de crear grandes vinos de Madrid en la localidad de Villamanta, al suroeste de la provincia.
Un sueño en crisis, como el de los 4.000 bodegueros del país, que para mantenerlo vivo ha contado con el trabajo de sus empleados. “La viña está brotando y hay que hacer la poda en verde, la gente está muy comprometida con la situación, hasta la gente de administración está trabajando en la viña”, explica Aurelio García, enólogo de la Bodega.
La cercanía de su bodega a Madrid le ha servido para ser centro de atracción de turismo de élite que busca experiencias con vino local de calidad. “Turistas suramericanos de mucho dinero que compran mucho vino, miles de euros, en la tienda. Incluso hemos cancelado un evento con una marca de coches de lujo que iba a ser en marzo”. Mientras tanto Aurelio García cuida de todos los detalles: de la cepas, de la tierra, de la finca, de sus variedades, de sus barriles, de las botellas y de todos los elementos que hacen del sector un mundo tan rico como complejo. No hay turistas, el mercado está parado y el vino espera en los restaurantes a los clientes, pero la viña sigue y en unos meses, con o sin coronavirus, esté esto o no esté esto, llegará la vendimia.
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