No es fácil hallar en el hipercompetitivo sector bancario a algún directivo que despotrique contra José Ignacio Goirigolzarri. El ejecutivo bilbaíno -que se ha convertido en el piloto de la gran fusión del año- se lo ha ganado a pulso, a base de buen hacer y -sobre todo- de saber estar.
Goirigolzarri es, por encima de todo, un financiero de raza. Pero también un hombre de modales exquisitos. Es respetuoso con los rivales y escoge las palabras justas cuando habla en público. Huye de los titulares estruendosos y nunca mira por encima del hombro.
Ha obrado con acierto en los puestos de alta responsabilidad que le han sido encomendados en su larga trayectoria (lleva 42 años en el negocio). Primero, en el Banco Bilbao Vizcaya; más tarde en BBVA; y por último, en Bankia. Ahora tiene ante sí el reto de liderar el grupo resultante de la unión con CaixaBank, si las negociaciones con Isidro Fainé llegan a buen puerto.
Educado en los jesuitas y licenciado en Económicas y Empresariales por la Universidad de Deusto, Goirigolzarri entró en el sector bancario a través del Banco de Bilbao, en 1978. Los estudios de postgrado cursados en Leeds le brindaron la posibilidad de asumir tareas directivas desde el principio, en el área de planificación estratégica. En 1992 dio su primer gran salto en el escalafón ejecutivo, al hacerse cargo de la dirección general del BBV.
Goirigolzarri vivió desde un lugar privilegiado las primeras oleadas de fusiones en nuestro país. BBV nació tras la unión entre los bancos de Bilbao y de Vizcaya. Y siete años más tarde acabó emparejándose con Argentaria. La fusión fue pactada entre Emilio Ybarra y Francisco González en octubre de 1999, en respuesta a la creación -en enero del mismo año- del gigante Banco Santander Central Hispano, obra de Emilio Botín y José María Amusátegui.
El directivo vasco acabaría ocupando la dirección general del nuevo BBVA. Y Francisco González confió en él como consejero delegado cuando asumió en solitario la presidencia del grupo, tras la salida de Emilio Ybarra, con quien compartía el cargo desde la fusión.
Entre 2001 y 2009, Goirigolzarri fue uno de los directivos con más poder en España. Pilotó junto a González la expansión del banco en Latinoamérica y decidió los destinos de una cartera de participaciones industriales tan robusta como la de La Caixa. En el sector financiero se le veía como sucesor natural de FG. Pero el presidente de BBVA decidió cortarle las alas. Desconfiado, descontento con el rumbo estratégico impuesto, González acabó prescindiendo de sus servicios a cambio de una jubilación espectacular (casi 69 millones de euros).
El ejecutivo permaneció inactivo hasta 2014, disfrutando del dinero de la pensión dorada y de pasiones antiguas como la filosofía. No en vano, su amor por la disciplina le ha llevado a tomar clases en los últimos años, mientras ocupaba cargos directivos de alta responsabilidad.
El Gobierno, sabedor de su experiencia y su templanza, confío en él para intentar arreglar el desastre tremendo de Bankia, otra entidad nacida tras un proceso de fusiones a la que Rodrigo Rato y su equipo llevarían al borde de la quiebra. Goirigolzarri contaba en su favor con la millonaria inyección de dinero procedente del rescate público. Pero en su contra jugaban muchos otros factores: las finanzas de Bankia estaban hundidas, tanto o más que el ánimo de una plantilla abocada a un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) récord. La imagen del banco también estaba por los suelos, tras destaparse los oscuros tejemanejes de las anterior cúpula directiva (el propio Rato acabaría en la cárcel por uno de ellos, el escándalo de las tarjetas black).
Goirigolzarri, con José Sevilla como consejero delegado y con el Estado como primer accionista, acometió un ajuste gigantesco: 7.000 empleados salieron con el ERE y cerca de 1.000 oficinas echaron el cierre.
Bankia comenzó a levantar el vuelo lentamente, hasta recuperar la confianza de la clientela y la plantilla. Pero la pandemia ha vuelto a poner en apuros a la entidad, con el consuelo triste de no ser la única. De ahí el consejo -casi una orden camuflada- del BCE de acometer fusiones cuanto antes.
Si las negociaciones con CaixaBank fructifican, Goirigolzarri ya tiene encomendada la misión de dirigir los primeros pasos del nuevo grupo, que se alzaría como la mayor entidad dentro de nuestras fronteras. Un reto ingente que dejará al banquero menos tiempo que nunca para empaparse de filosofía.
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