La unión entre CaixaBank y Bankia es prácticamente una realidad. Ambas entidades darán lugar a un gigante bancario que liderará al sector en España por volumen de activos y por tamaño de red de oficinas y de plantillas, aunque no todo serán ventajas. El nuevo banco, que estará presidido por José Ignacio Goirigolzarri y dirigido por Gonzalo Gortázar, tendrá muchas fortalezas que allanarán su camino, pero también algunas debilidades.
Eficiencia en costes
Una operación corporativa, y más si es de esta envergadura, siempre implica ahorros en costes, algo muy bien recibido por los gestores y por el supervisor. En el caso de este gigante bancario, están cuantificados en unos 770 millones de euros anuales, a los que se suman ingresos estimados de 290 millones de euros al año, lo que empujará el beneficio del nuevo banco.
Esta clase de extras siempre son bien recibidos, pero más lo serán en el contexto de la crisis del coronavirus, que estrechará aún más los márgenes bancarios, ya reducidos por el escenario de tipos bajos que impera desde hace ocho años y que por el momento no tiene fecha de fin.
Mayor solvencia
Otra de las fortalezas del nuevo gigante bancario será su buena posición de partida en cuanto a la solvencia. Bankia recibió hace tan solo unos días el visto bueno del supervisor respecto a sus modelos internos, lo que impulsa a su capital a una ratio del 14,87%, una de las más altas del sector.
Por su parte, CaixaBank llega a la fusión con un 12,3% (CET1 fully loaded, la ratio de referencia en el sector), con lo que el punto de partida es más que suficiente. Teniendo en cuenta esta línea de salida, el capital combinado de ambas entidades se situará entre el 11% y el 11,5%, aún por encima de otros grandes bancos.
Accionariado fuerte
La nueva entidad tendrá un accionariado muy estable, con dos propietarios históricos. Por una parte, la Fundación Bancaria La Caixa, que actualmente ostenta el 40% de CaixaBank, tendrá un tercio del capital, mientras que el Estado, en estos momentos dueño del 62% de Bankia, se quedará en el accionariado con un 16%.
Esta proporción, a la que se le presume estabilidad por la historia que une a la Fundación con CaixaBank y por la necesidad del Estado de maximizar el valor de la participación pública, se presenta como una garantía frente a posibles opas u operaciones hostiles.
Equipo estrella
Otra de las principales fortalezas del nuevo banco será su equipo gestor. Si en algo está de acuerdo todo el sector es en que Goirigolzarri y Gortázar se encuentran entre los mejores banqueros del país, lo cual es una garantía o, al menos, una promesa de que la gestión del nuevo gigante bancario está en buenas manos.
El que será el nuevo presidente de CaixaBank pudo serlo de BBVA hace algunos años, lo que habría cambiado radicalmente la historia del sector. En la entidad bilbaína llegó a ser consejero delegado, pero su camino hacia la presidencia se vio interrumpido en 2009 por decisión de Francisco González de quitárselo de en medio y de quedarse en el cargo diez años más.
Se encontraba disfrutando de aquella prejubilación cuando llegó a sus manos en 2012 la posibilidad de reflotar Bankia, una entidad que había llegado a quebrar en su primer año de existencia bajo el mando de Rodrigo Rato. Ocho años después, la historia de éxito de Bankia es suficiente para avalar su trayectoria.
Por su parte, Gortázar, que con la de Goirigolzarri conocerá la tercera presidencia en sus seis años de mandato, se curtió en el seno de Morgan Stanley en Londres y Madrid durante trece años. Tras esta experiencia, llegó a Criteria en 2009, por lo que es fuerte conocedor del grupo y de la banca.
Ambos conforman un tándem no solamente repleto de experiencia, sino también de confianza y complicidad, como han demostrado en sus apariciones públicas conjuntas. Gestionarán, además, con competencias bien delimitadas ("La línea de mando tiene que estar absolutamente clara", opina el presidente de Bankia). Goirigolzarri se encargará de la comunicación, la auditoría y la secretaría del consejo y Gortázar asumirá todo lo demás, pero reportando siempre al consejo.
Lejos del independentismo
CaixaBank ya envió un mensaje muy claro al independentismo cuando decidió trasladar su sede social de Barcelona a Valencia en octubre de 2017 en el marco de las turbulencias políticas surgidas a raíz del referéndum ilegal de independencia del 1-O, una decisión que han defendido en múltiples ocasiones su gestores.
Esta integración, de la que la Generalitat se enteró por la prensa, supone un paso más en ese alejamiento, al convertir a CaixaBank en un gran grupo nacional, más allá de las fronteras catalanas. Tan poco gustó este acuerdo entre las filas independentistas que el gobierno de Torra anunció su intención de frenar en Bruselas esta fusión, algo que, por el momento, no ha tenido efecto alguno.
Tres sedes para un solo equipo
Parte de ese alejamiento se producirá porque ahora CaixaBank tendrá tres sedes, algo que puede convertirse en una fortaleza o una debilidad. Por una parte, Valencia, su sede social, adonde llegó huyendo del efecto perjudicial de las turbulencias políticas del independentismo en las empresas catalanas. Por otra, Barcelona, donde se sitúa su sede operativa actualmente. A estas dos sedes se une ahora Madrid, ciudad en la que Bankia tiene localizadas sus oficinas centrales.
Según han explicado los primeros ejecutivos de estas dos entidades, ambas sedes operativas se mantendrán, por lo que tanto Goirigolzarri como Gortázar deberán tener despachos en ambas. Algo que, al menos a Goirigolzarri, no le supondrá un problema, como confesó en la presentación del nuevo banco, pues lleva ocho años viajando semanalmente a Valencia como parte de sus funciones como presidente de Bankia.
Este esquema permitirá menos movilidad para sus trabajadores actuales, pero supondrá también una división de los equipos. Por el momento, no está diseñada la logística del día a día de la nueva entidad, por lo que habrá que esperar para ver si este despliegue funciona o hace las cosas más difíciles.
Menos competencia
Una de los mayores inconvenientes de esta fusión será la menor competencia que dejará en el sector bancario. La suma de las dos entidades implica altas cuotas de mercado, que rozan el 50% en algunos segmentos, algo que puede llevar a la autoridad de Competencia a actuar para frenar la posición de dominio.
Tanto Gortázar como Goirigolzarri confiaron durante la presentación en que estas cuotas no serán un problema y están abiertos a colaborar con la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) para proporcionarle toda la información necesaria. Habrá que esperar para conocer la decisión del organismo que preside Cani Fernández.
Sin diversificación geográfica
Otra de las debilidades claras del nuevo banco será la falta de diversificación geográfica. Tanto CaixaBank como Bankia están focalizados únicamente en España, con la excepción del negocio de BPI en el caso de la primera, por lo que dependen prácticamente por completo de la evolución del negocio en un solo país.
Es cierto que en el caso de la pandemia, que afecta a la práctica totalidad de los países, la diversificación no es una ventaja, pero en circunstancias menos extraordinarias se convierte en una garantía de estabilidad cuando las cosas van mal solamente en un mercado. Santander y BBVA son los únicos bancos españoles que están realmente diversificados geográficamente, lo que les ha permitido sobreponerse cuando uno de sus mercados ha sufrido turbulencias, como fue el caso de Reino Unido con el Brexit (Santander) o de Turquía con el desplome de la libra de hace dos años (BBVA).
A pesar de todo, la nueva CaixaBank no tiene intención alguna de saltar al exterior, al menos no por el momento. Así lo confirmaron durante la presentación del banco sus futuros dos primeros espadas, que juntos han liderado decenas de operaciones, pero solo a nivel nacional.
Fuerte ajuste de plantilla
La fortaleza que supondrán para la nueva entidad las sinergias de costes tendrán una cara B negativa, que serán los ajustes que tendrá que realizar en la plantilla. Aunque aún es pronto para estimar qué cantidad de trabajadores tendrá que abandonar el banco, se calcularán en miles y tendrán un coste que la nueva entidad se apuntará en el segundo o el tercer trimestre del año que viene, dependiendo de cuándo culmine la integración y de cuánto se tarde en alcanzar un acuerdo con los representantes de los trabajadores.
Este efecto se contabilizará, por tanto, en 2021, cuando el banco deberá hacer frente al aumento de la morosidad que traerá la pandemia, por el momento narcotizado por el efecto de las medidas del Gobierno para frenar el impacto económico de la crisis sanitaria.
Cobertura de oficinas
La reestructuración de la entidad conllevará necesariamente un reajuste de la red de oficinas, si bien tanto Gortázar como Goirigolzarri prometieron durante la presentación de la entidad "no desbancarizar España", es decir, mantener su red rural.
Con todo, disminuirá el número de oficinas en el país, habida cuenta de que CaixaBank y Bankia suman más de 6.500 sucursales, mientras que los actuales mayores bancos del país, Santander y BBVA, no pasan de 3.200.
Con sus fortalezas y sus debilidades, la suma de CaixaBank y Bankia dará lugar a un gigante bancario al que será difícil hacerle sombra. Si la operación sale adelante, a mediados del próximo año los seis mayores bancos del país serán solo cinco. Eso por el momento, pues la segunda gran ronda de consolidaciones tras la crisis financiera parece haberse puesto ya en marcha.
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