“Las cifras de paro juvenil en nuestro país son dramáticas y vamos a corregirlas”, contestaba esta semana la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, al diputado popular José Ángel Alonso. Y es que la crisis del coronavirus ha empeorado la situación del empleo de los jóvenes. La tasa de paro de los menores de 25 años es del 39,6%. No es sólo que la pandemia haya destruido empleo y que los contratos temporales, habituales entre los jóvenes, hayan sido los peor parados, sino que también ha caído el número de contratos formativos que se convierten en indefinidos.
Entre enero y julio de 2019, 17.461 contratos de prácticas se convirtieron en indefinidos y también lo hicieron 2.030 contratos de formación. Este año este tipo de vinculación laboral ha tenido peor suerte. Hasta julio, según las estadísticas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) se han convertido en indefinidos 13.453 contratos en prácticas (-22,95%) y 1.116 de formación (-45%). Los datos son todavía más negativos para los de formación si se comparan con los de 2018. En este caso, la conversión a indefinido ha caído un 83%.
Este tipo de contratos son una de las vías para la transición desde la educación al mercado laboral. No sólo facilitan un contrato a los estudiantes, sino que también tienen bonificaciones para las empresas. Los contratos de formación se compatibilizan con una “actividad formativa recibida en el marco del sistema de formación profesional” y están destinados a los jóvenes de entre 16 y 25 años que no tengan cualificación para un contrato en prácticas. Con este tipo de contrato, las empresas tienen bonificadas el 100% de las cuotas si tienen menos de 250 trabajadores y el 75% si son de mayor tamaño.
En el caso de los contratos de prácticas, su objetivo es ofrecer una oportunidad laboral a personas con un título universitario o de formación profesional cuando hayan transcurrido menos de cinco años desde la graduación. Estos también incluyen bonificaciones para empresas de hasta 50 trabajadores.
¿Por qué no funcionan?
Si se supone que tienen ventajas para jóvenes y para empresas, ¿por qué no funcionan este tipo de contratos? La Fundación ISEAK, que dirige la catedrática de Economía de la Universidad del País Vasco Sara de la Rica, ha realizado un estudio sobre el contrato en prácticas y concluye que “una persona joven tiene menos probabilidad de permanecer en la empresa que una persona con un contrato temporal estándar”.
Además, pone de manifiesto que “para quienes permanecen en la empresa, su probabilidad de firmar un contrato indefinido es notablemente inferior para los individuos provenientes del contrato en prácticas que para aquellos con contrato temporal”.
Para Carlos Gutiérrez, secretario de Juventud y Nuevas Realidades del Trabajo de Comisiones Obreras, la explicación es que las empresas tienen más “flexibilidad” si optan por un contrato temporal que si lo hacen por un contrato formativo. Otra explicación es el modelo productivo. Gutiérrez explica que el español es un modelo de bajo valor añadido, por lo que la formación que exigen este tipo de contratos “da un poco igual” a la gran mayoría de empresas.
Un país de pymes
Myriam Pérez, CEO de la consultora Innicia, es experta en políticas públicas, financiación e innovación. Pérez explica a El Independiente que hay que diferenciar estos contratos entre pequeñas y medianas empresas y grandes compañías. En este sentido, destaca que muchas empresas “forman a becarios” que acaban buscando un trabajo en “una multinacional o una empresa del Ibex”.
La CEO de Innicia señala también que hay poca colaboración entre empresas y universidad y que en muy pocos casos se está formando en la universidad en las competencias que precisan las empresas.
En la misma línea habla María Rodríguez, vicepresidenta y responsable de incidencia política del Consejo de la Juventud de España (CJE), que apunta que “si a una empresa de tamaño pequeño o mediano le empieza a ir bien y tiene que contratar, antes va a optar por un temporal o un contrato de obra y servicio”. Rodríguez pone de manifiesto que los contratos de prácticas o formación tienen una vinculación temporal que puede no interesar a algunas empresas.
Precariedad de entrada
Visto desde el punto de vista del estudiante, María Rodríguez señala que es “los contratos en prácticas estipulan que una persona con este contrato puede cobrar un 40% menos que una persona en la misma empresa que realiza funciones similares o incluso en las mismas funciones”.
Por otra parte, indica que “la única utilidad que tienen es que son una primera oportunidad, pero también precariza, no solo por la remuneración, sino porque los estudios indican que tampoco aseguran esta continuidad”. De hecho, según el estudio de ISEAK, ni siquiera es una primera oportunidad para algunos, “tres de cada cuatro personas que firman un contrato en prácticas ya han trabajado anteriormente. En particular, un 10% lo ha hecho en la misma empresa en la que posteriormente firma el contrato en prácticas”.
Nuevas estrategias
La ministra de Trabajo ya ha anunciado que presentará un plan para el empleo joven en las próximas semanas. Además, el acuerdo de Gobierno entre PSOE y Unidas Podemos ya incluía medidas en relación a los becarios. Ambos partidos se comprometían a la creación de un Estatuto del Becario que garantizase los derechos de estos. Por otra parte, se anunciaba una reconfiguración de los contratos formativos.
Con la crisis del coronavirus se ha acentuado todavía más la precariedad del empleo juvenil, y aunque la urgencia sanitaria haya retrasado más medidas en esta línea, España debe responder ante una situación límite para su fuerza laboral más joven.
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