“Hemos vuelto”. Así de exultante se mostró Joan Laporta, presidente del Fútbol Club Barcelona, en la presentación de Ferrán Torres, uno de los jugadores que está llamado a liderar al equipo en los próximos años. Pero este fichaje, a pesar de ser de relumbrón, esconde la realidad de la escuadra catalana, sumida en una crisis económica sin precedentes y en quiebra técnica, según sus últimos resultados.
De hecho, el ya ex delantero del Manchester City no pudo ser inmediatamente inscrito para poder jugar las competiciones nacionales e internacionales puesto que la entidad debía aligerar primero masa salarial para cumplir con las reglas del fair play financiero. El Barça ha abonado casi 60 millones de euros por un futbolista que, en ese momento, no sabía si podría hacer debutar inmediatamente.
Pero además de la incorporación del futbolista español, Joan Laporta sigue trabajando en los despachos para reforzar la plantilla, una de las peticiones de Xavi Hernández cuando aterrizó en el Camp Nou. Y los nombres con los que trabaja el presidente del Barcelona son de gran importancia en el fútbol europeo. La cadena televisiva Cuatro aseguró que Haaland tiene un preacuerdo con el club azulgrana y otras fuentes deportivas apuntan a que Morata podría llegar este mismo mes de enero. El mandamás de la entidad, lejos de zanjar rumores, dejaba entrever que ambos fichajes podrían ser posibles a pesar de la delicada situación financiera.
Esta circunstancia fue aprovechada por el entrenador del Valencia, José Bordalás, en rueda de prensa esta misma semana, siendo una de las primeras voces del fútbol español que ha criticado el modelo del club catalán: "El FC Barcelona tiene una deuda de 300 millones y ha fichado a Ferran Torres. He leído por 55 millones. Y va a fichar a Morata. Y el presidente anuncia más fichajes, incluso Haaland. ¿Cómo es posible? ¿Dónde está el Fair Play? Entonces nosotros si queremos ser un club grande también tenemos que fichar, obviamente", se lamentaba porque su club tiene muy complicado acometer incorporaciones por culpa de su delicada situación económica.
Con Joan Laporta lanzando las campanas al vuelo en lo deportivo, el presidente del Barcelona deberá hacer ingeniería económica para poder inscribir y pagar a los jugadores que fichen en esta ventana invernal y a los que están por venir a partir de junio. De momento, el club tendrá que desprenderse de varios futbolistas de querer inscribir a Ferrán Torres ya que con la cesión de Coutinho al Aston Villa no da para incorporar al español ya que hay que sumar la ficha que percibe el nuevo fichaje más la amortización del precio del traspaso, que es de unos seis millones.
Una situación de quiebra técnica
Tal y como se mencionaba anteriormente, el Barcelona se encuentra en quiebra técnica, según reflejan sus últimos resultados empresariales hechos oficiales hace unos meses. El club catalán cerró agosto con pérdidas netas de 451 millones de euros y las cuentas, auditadas por EY, recogen unas deudas que alcanzan los 1.350 millones de euros, de los que 673 millones corresponden a deuda bancaria; 379 millones a compromisos con los jugadores; 56 de los compromisos del Espai Barça; 90 millones por litigios; 40 millones de abonados que no están cobrados por las restricciones de aforo; y 79 millones de anticipo del 50% de los derechos de televisión de LaLiga. Además, el equipo cuenta con un fondo de maniobra negativo de 553 millones de euros.
Con este panorama, al Barcelona no le ha quedado más remedio que refinanciar su deuda a corto plazo puesto que de no haberlo hecho, sus acreedores podrían haber ejecutado sus derechos. Tal y como adelantó el periódico Expansión Joan Laporta está renegociando parte de su deuda con Goldman Sachs y JP Morgan, dos entidades estadounidenses que están dispuestas a que se aplacen pagos de hasta 500 millones de euros para futuros años.
El Barça también está obligado a disponer de liquidez inmediata si quiere acometer fichajes, una vez que la deuda está renegociada. Y tener dinero en la cuenta corriente solo pasa por desprenderse de futbolistas o de otros activos. Joan Laporta quiere sacar tajada de jugadores que no quiere tener en la plantilla o de casos como el de Dembélé, que prefiere no renovar, y que lo lógico es que acabe fuera de la disciplina blaugrana por algo de dinero. De lo contrario, el delantero francés se iría gratis y dejaría cero euros a las arcas del Barça.
Otra de las vías que Joan Laporta explora es la de generar nuevos ingresos a través de otros contratos publicitarios y otros acuerdos. Porque el Barça está condenado a buscar nuevas alternativas de recibir dinero, una vez que cayó eliminado de la Champions League en fase de grupos, la competición que más millones de euros reparte y que es el principal sustento de gran parte de otros equipos de Europa. En este sentido, el presidente de la entidad volvió a edificar castillos en el aire y sus previsiones eran que la entidad alcanzaría los cuartos de final, algo que no ha sucedido.
En su balance anual había calculado unos ingresos de 90 millones por la participación en la Champions League, contando con que se llegaría al menos a cuartos. Es decir, unas pérdidas de 26 millones de euros sin contar con lo que va a dejar de ganar por taquilla y por derechos para la temporada que viene.
Por tanto, la dirección económica se ve obligada a encontrar alternativas. En este apartado, el Barcelona podría contemplar un bote salvavidas: adherirse al proyecto de LaLiga Impulso, el acuerdo entre el fondo de inversión CVC y la patronal por el que recibiría una importante inyección de dinero inmediata a costa de renunciar de parte del 10% de sus derechos televisivos durante los próximos 50 años. No obstante, Joan Laporta se encuentra en una encrucijada puesto que, junto a Real Madrid y Athletic, no quiso sumarse al pacto que sí firmaron el resto de sociedades que pertenecen a Primera y Segunda División.
Otra de las opciones que el Barcelona mantiene abierta es la de la Superliga. De momento, la creación de la competición está en manos de la justicia, pero la entidad culé es junto a Real Madrid y Juventus uno de los clubes que mantiene su apuesta por un formato que regaría a los equipos más poderosos de 1.200 millones de euros al año.
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