La entrada de Rusia en Ucrania por la fuerza va a forzar a revisar las previsiones de crecimiento de cara al año 2022 y, quién sabe, si de 2023. El nuevo contexto económico derivado de la guerra anticipa una inflación sostenida durante los próximos meses, situación no contemplada por Pedro Sánchez y el resto de ministros.
Los presupuestos generales del Estado (PGE) de 2022 ya se habían hecho sobre unas previsiones optimistas, en contraposición con el resto de pronósticos de organismos internacionales y servicios de análisis. El Gobierno asegura que España crecerá un 7% este año -después de haber avanzado un 5% en 2021 y de caer un 10,8% en 2020, recordamos-.
Mientras, el resto de instituciones que realizan este tipo de pronósticos creen que el dato final estará bastante por debajo, en concreto, alrededor de un punto y medio por debajo. La última fue la Comisión Europea, que cree que España crecerá un por el 5,6%, el Banco de España apuesta por el 5,4%, y el FMI apunta al 5,8%. El think tank Funcas elabora una media entre todas las previsiones disponibles, y esta es del 5,6%.
Lo que el Gobierno opine que va a crecer el país, y si acierta en sus cábalas o si no, sería poco relevante de no ser porque en base a estas cifras el Estado elabora sus cuentas, y determina cuánto podrá ingresar y gastar a lo largo de todo el ejercicio. Expertos ya apuntaron a El Independiente que cada desfase en el crecimiento de un punto de PIB equivale a algo más de un punto de ingresos, es decir, a entre 4.000 y 5.000 millones, aproximadamente, por cada punto de crecimiento nominal de los ingresos.
Es decir, que si España termina creciendo un punto y medio menos de lo que tiene previsto, ingresaría como mínimo 6.000 millones menos. Y tendrá que reajustar sus cuentas para gastar también menos de lo inicialmente dispuesto.
Pero estos cálculos estaban hechos antes de que Rusia invadiese Ucrania. Tanto los del Gobierno, como los del resto de instituciones. Aún ninguna ha retocado sus previsiones, ni es conocido cuándo lo harán. La incertidumbre es grande, pero lo que sí está claro es que es un factor más que se añade al ya de por sí frágil crecimiento del país.
Hasta ahora, había claros factores que ponían en riesgo la recuperación. La crisis del Covid, que aún no se ha solucionado por la aparición de nuevas variantes, que han llevado a imponer restricciones, los problemas de suministro de la industria -los llamados cuellos de botella- y la escasez de contenedores, o los altos precios de la energía, que están dando alas a la inflación, son algunos de ellos.
Por otro lado, estaba previsto que las exportaciones fuesen uno de los factores que más impulsasen el crecimiento, algo que puede verse afectado dependiendo de la magnitud que alcance el conflicto en Ucrania.
La inflación repuntará aún más
La inflación sostenida en el tiempo es ya una realidad. El Gobierno está condenado a vivir con una cesta de la compra más cara de lo habitual por culpa del encarecimiento de los alimentos, la falta de suministros o de la factura energética.
De hecho, el Banco Central Europeo (BCE) anticipa un repunte un repunte de la inflación, que concretará en cifras el próximo 10 de marzo, y también más incertidumbre. La presidenta de la institución, Christine Lagarde, no obstante, aseguró que “es prematuro evaluar el impacto económico” de esa invasión, aunque avanzó que ya es evidente el efecto que está teniendo en la incertidumbre y en el precio de la energía.
Funcas ha sido la primera institución en recortar sus cálculos, pero solo sobre la inflación. Sus economistas creen que la inflación media española alcanzará el 6,5% en 2022, tres puntos y medio por encima de la de 2021 y casi dos más "que en la previsión preconflicto". No se ha visto una inflación así en el país desde los años 80.
La energía trastoca los planes
Buena parte de culpa de estos cambios se debe a los precios de la energía. De hecho, el Gobierno ya ha anunciado que vienen curvas en los próximos meses y da por enterradas sus previsiones. Hasta hace bien poco, la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, anunciaba que los precios de la energía iban a tranquilizarse a partir de la primavera.
Pero Rusia ha roto todas las predicciones y la electricidad, el gas y los carburantes apuntan a más subidas. Esta misma semana, la vicepresidenta decía que el suministro de energía está garantizada” aunque “puede verse afectada por los precios de la energía, en todos sus frentes" debido a la guerra en Ucrania.
"Nosotros no somos ajenos a los mecanismos de configuración de precios en los mercados internacionales de las materias primas energéticas y esto incide en nuestros precios energéticos y, como consecuencia de ello, en el conjunto de la economía”, explicaba.
El Ejecutivo manejaba con que los precios del megavatio a la hora estuvieran por debajo de los 150 euros a principios de primavera, algo que ya se da por descontado. Basta con acudir al precio que se paga en estos momentos por la electricidad en España.
Este fin de semana, a pesar de que la demanda se desploma por la menor actividad comercial e industrial, se van a superar los 300 euros Mw/h. Y lo que es peor: los futuros se han encarecido un 20% en los contratos a corto, medio y largo plazo. De hecho, los futuros para 2023 ya marcan los 150 euros el megavatio a la hora cuando hasta hace tan solo tres semanas apenas superaba los 70 euros.
En el mercado del petróleo, ocurre lo mismo. El Ejecutivo de Pedro Sánchez recogía en el Libro Amarillo de los Presupuestos Generales del Estado que el barril de Brent finalizará el próximo año en torno a los 60,4 euros. Cifras muy lejanas a las actuales ya que durante las últimas horas el barril de Brent supera los 100 euros.
En lo que respecta al gas, el Ejecutivo de Pedro Sánchez consideraba que a partir de abril los futuros de esta materia prima descenderían considerablemente. No obstante, dichos augurios se han quedado en papel mojado y, a pesar de que este viernes cayeran un 15%, la materia prima se sitúa en máximos históricos.
Las sanciones a Rusia podrían salpicar
En la cumbre extraordinaria de este jueves, los líderes de la UE han pactado la primera respuesta a la agresión rusa, defendiendo que son medidas «masivas» y sin precedentes, que incluyen restricciones a bancos, energía, finanzas, exportaciones, transporte y política de visados, pero no contemplan medidas como sacar a Rusia del sistema de comunicación para transacciones financieras SWIFT o bloquear el suministro energético.
«Hemos aprobado un paquete de sanciones masivas que junto con el G7 y otras economías infligirán un daño económico importante al Gobierno de Putin», señaló Sánchez tras la cumbre extraordinaria de la UE para abordar el ataque militar ruso en Ucrania, en la noche del jueves.
Con ellas, queda bloqueado el 70 por ciento del sistema bancario y empresas estatales rusas al mercado de capitales, lo que provocará una aumento de la inflación y lastrará el crecimiento económico. Las sanciones atacarán los depósitos de las élites rusas en Europa y la transferencia de tecnología para refinar petróleo, que provocará un golpe importante en un sector que obtuvo 24.000 millones en exportaciones en 2019. También las operaciones de ciertas aerolíneas rusas y los visados a empresarios y políticos rusos se verán bloqueados.
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