Fue sólo es espejismo. Parecía haber tocado techo pero no. Los precios en España no han iniciado ningún descenso. En enero de este año los más optimistas vieron que la curva revertía, que el descenso de la inflación de 6,5% de diciembre al 6% con el que comenzaba el año abría un nuevo tiempo. La esperanza en que la escalada que adelgazaba mes a mes el poder adquisitivo de los españoles podría estar tocando a su fin se ha diluido muy rápido.
Febrero se ha encargado de abrirles los ojos: el IPC ha seguido subiendo y lo ha hecho como nunca antes. El 7,4% que ayer avanzó el Instituto Nacional de Estadística nos retrotrae a hace más de tres décadas, al año 1989. Desde entonces no se había visto una tasa tal elevada.
Lo más inquietante es que en sólo un año los incrementos de la tasa de precios en España se han multiplicado por 15. En enero de 2021 el IPC apenas fue del 0,5%. Un mes más tarde, hace ahora justo un año incluso inferior, el 0%. Aquella estabilidad hoy ha saltado por los aires. En los últimos doce meses -con la excepción del pasado mes de enero- la inflación ha subido peldaños, los mismos que bajaba el poder adquisitivo de los españoles.
Lo que más inquieta es saber que el indicador conocido ayer no se ha visto afectado por lo que sin duda será una crisis sobrevenida a la ya generada por la pandemia. De la primera, la del Covid comenzábamos a salir, de la segunda, la crisis en Ucrania, empezamos a entrar. El inevitable impacto que en la economía europea tendrá, no sólo en el ámbito financiero y de materias primas, puede augurar porcentajes de inflación incluso aún mayores en los próximos meses.
Revisión de previsiones
El último dato conocido ayer justificaba el repunte récord de la inflación en el encarecimiento de los alimentos, las bebidas no alcohólicas, los carburantes y la electricidad. La invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas ha provocado un tsunami financiero, de sanciones cruzadas y de vetos que ya está resintiendo la cotización de materias primas y energía. El precio del gas y el petróleo se ha disparado y con ellos el de los transportes y finalmente de los bienes de consumo.
La inflación desbocada con la que ya cerró el año pasado inquietaba a empresarios y sindicatos y la crisis bélica en el corazón de Europa irrumpe ahora como una llama inflamable. Los procesos de negociación colectiva que se habían revisado para ajustarlos a los indicadores de IPC con los que se cerró el 2021 quizá deban volverse a actualizar. Ya lo han hecho las previsiones de organismos nacionales que reconocen que la crisis en Ucrania fuerza a una revisión de estimaciones.
El Consejo General de Economistas rectificó ayer su previsión de crecimiento en cuatro décimas para España. Su nueva estimación es la de un crecimiento de entre el 5,2% o el 5,4% para el próximo año.
Negociación colectiva
En este contexto, algunos sindicatos preparan sus plataformas de negociación para la renovación de los convenios colectivos en los que la actualización salarial de las nóminas o la inclusión de cláusulas de revisión se va a imponer. Centrales como UGT contemplan un suelo de revalorización de los sueldos del 3%. En casos como los del País Vasco la central mayoritaria, ELA, va incluso más lejos, al solicitar dos puntos más que el porcentaje de IPC con el que cerró el pasado ejercicio.
Ahora, con la escalada imparable y amenazada de seguir aún más alta que dibuja la crisis en Europa, todo apunta a que el escenario de conflictividad laboral puede complicarse.
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