Sin haber rellenado aún las grietas que dejó el coronavirus en las economías mundiales, los estados ya dan por hecho que vienen “momentos duros”. La invasión de Rusia en Ucrania, iniciada hace catorce días, ha puesto en jaque todo atisbo de recuperación por culpa, principalmente, del encarecimiento histórico de las materias primas derivadas de la energía.
Y, se da la paradoja, que esta nueva crisis afecta de manera inversamente proporcional a la de la pandemia. Mientras que hace dos años veíamos como el coste por encender el horno o llenar el depósito de nuestros coches estaba muy por debajo de lo que nuestros bolsillos estaban acostumbrados, en la crisis por la guerra ha ocurrido todo lo contrario y el MW/h eléctrico se dispara hasta los 700 euros y el litro de gasolina sobrepasa los dos euros.
La invasión rusa ha provocado que el gas y el petróleo se hayan convertido en una suerte de bienes de lujo debido a la posibilidad de interrupción de compras de las materias primas por parte de la Unión Europea y Estados Unidos al gobierno de Vladimir Putin. Además, el Kremlin aseguró que cerraría el grifo de gas y petróleo a los países que conforman el eurogrupo, dejando abierta la posibilidad de falta de suministro, provocando a su vez un efecto en la oferta de la ley de oferta y la demanda: a más demanda en período corto de tiempo, mayor precio.
El quebradero de cabeza del gas
Así, los precios del gas natural se han disparado por encima de los 240 euros el megavatio, desde los 58 euros con los que se iniciaron el año 2022. Europa sigue dependiendo excesivamente de otras regiones para poder tener el suficiente suministro durante épocas de alta demanda por su condición de isla energética. Y es que la UE tira de Rusia para dotarse de gas y el 40% de sus adquisiciones provienen del país dirigido por Vladimir Putin.
Ante esta brecha, Bruselas ha decidido dar un volantazo y en la tarde del martes aseguró que busca alternativas. Para frenar la dependencia energética de Rusi, la UE ha diseñado una hoja de ruta que incluye la diversificación del suministro para evitar a aquellos proveedores que puedan contribuir a la inestabilidad en el mercado como Gazprom y asegurarse que las reservas de gas estén al 90% en octubre de cada año. Con sus previsiones, el grupo de los 27 reducirán un 66% a final de año su dependencia del Kremlin.
La electricidad, arrastrada
El precio de la electricidad ha sido el principal daño colateral que ha dejado el incremento en el precio del gas. Europa dispone de un sistema marginalista en el ‘pool’ eléctrico en el que se paga a todas las tecnologías que ofrecen su generación por igual, cogiendo siempre el precio más caro que haya entrado en el mix durante la jornada. Como el gas es una de las principales fuentes para crear electricidad, el coste del megavatio se ha disparado y en España, al igual que en el resto de países, se han tocado precios difíciles de digerir para hogares y empresas.
Para frenar las cifras en las que actualmente se mueve el mercado español (hasta 545 euros por megavatio, según datos de OMIE), el Gobierno ha movido ficha con la prolongación de las medidas fiscales hasta junio. Algo que, salvo giro radical, no será suficiente para evitar que hogares y empresas se vean justas para llegar a fin de mes. Teresa Ribera y Pedro Sánchez han defendido en Europa que el ‘pool’ se vería aliviado si se desligara el precio del gas del mix puesto que el gas no entraría en el modelo de sistema marginalista. La UE tuvo una oportunidad de oro este martes en la presentación del plan bautizado como REPowerEU, pero se limitó a ofrecer a los Ejecutivos la posibilidad de eliminar los beneficios caídos del cielo a aquellas empresas que logran unos ingresos extra por no utilizar el gas en la producción eléctrica y emplear los 30.000 millones de euros recogidos por la emisión de CO2.
La gasolina roza los dos euros
El petróleo ha sido el otro gran protagonista en esta crisis que se ha desatado en apenas 14 días. El barril de Brent, de referencia en los mercados europeos, se mantiene en los 140 dólares y acumula una revalorización del 70% ante el miedo a que el mercado se quede sin reservas. Poco o nada tiene que ver esta situación con la del coronavirus, cuando el crudo llegó a cotizar en negativo. O lo que es lo mismo, que te paguen por adquirir oro negro.
El conflicto en Ucrania cayó en un momento en que los precios ya estaban aumentando debido a la oferta reducida y la fuerte recuperación de la demanda, una vez las economías mundiales se reabrían tras las restricciones por la pandemia. En este contexto, los derivados petrolíferos han cogido carrerilla y en nuestras gasolineras se han llegado a ver dígitos jamás conocidos. En algunas estaciones de servicio españolas el litro de gasolina se situaba por encima de los dos euros.
EEUU mueve ficha, Europa se resigna
Por si la realidad en la que nos encontramos no fuera lo suficientemente oscura, las presiones de Estados Unidos pintan de negro el futuro más inmediato. La administración estadounidense ha presionado aún más a Europa y ha lanzado un duro mensaje al mercado energético.
Biden ha prohibido la importación de energía que provenga de Rusia. Según confirmó el presidente norteamericano, las sanciones incluirán la prohibición de la compra de petróleo, carbón y gas natural licuado. Esta ronda de sanciones no cuenta, en principio, con la participación de los aliados de la Unión Europea, cuya dependencia de la energía rusa sigue siendo mucho mayor que la de Estados Unidos.
Los pedidos de Europa a Rusia pesan mucho y la paralización de la compra del petróleo y el gas del Kremlin podría ocasionar un cortocircuito en las reservas estratégicas europeas. De hecho, Frans Timmermans, vicepresidente de la Comisión Europea y comisario por el pacto verde de Europa ya ha avisado que nos debemos “preparar para un próximo invierno duro” ante las decisiones adoptadas por la Comisión Europea.
Las industria prepara cierres
Con el incremento del gas, petróleo y luz, miles de empresas españolas ya asumen que lo peor está por llegar y ya avanzan que se producirán nuevos cierres ante la incompatibilidad de asumir los costes energéticos.
Es el caso de ArcelorMittal, que ya ha parado una planta o de Sidenor, que ha puesto sobre la mesa el cierre temporal de sus fábricas ante el encarecimiento del gas y la electricidad. "Varias industrias siderúrgicas y metalúrgicas están parando o reduciendo su producción al 50%", apuntaba Fernando Soto, director general de la Asociación de Empresas con Gran Consumo de Energía (AEGE).
La Asociación Nacional de Fabricantes de Fritas, Esmaltes y Colores Cerámicos (ANFFECC) ha avisado que “en este momento a todos nos une la preocupación por la situación humanitaria en la guerra de Ucrania, pero el conflicto repercute a todos los niveles y sus consecuencias pueden causar estragos en cuanto a producción y empleo en Europa si la situación no revierte”. Ante esta situación, El grupo Pamesa aplicará, a partir del 1 de abril, y de manera temporal, una tasa energética para sus productos que se regulará en función del precio medio del gas de cada mes.
Escasez de productos
La guerra también afecta a la escasez de productos de casi primera necesidad, indispensables para que la población pueda nutrirse de alimentos o bienes habituales en el día a día de nuestras vidas. Encontrar aceite de girasol en nuestros supermercados es casi tarea imposible debido a que Ucrania es uno de los mayores exportadores de los derivados de esta planta en Europa.
Lo mismo ocurre con el trigo y el maíz, dos elementos indispensables para la cría de animales de granja. Ucrania produce el 16% y el 11% respectivamente de la demanda mundial de estos cereales, según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
La negociación del níquel tuvo que ser suspendida este martes en la bolsa de Londres ante la "subida sin precedentes" de los precios a raíz de la situación en Rusia y Ucrania, que llegó a dispararse hasta un 80% y que cerró con un avance del 63,46%, desde los 29.494 hasta los 48.211 dólares por tonelada. De hecho, este lunes llegó a negociarse hasta los 100.000 dólares, lo que obligó a su suspensión.
Con este panorama, los gobiernos deberán modificar sus previsiones económicas, las cuales eran muy optimistas tras la salida de la pandemia. España, con una inflación galopante, ya asume "que serán revisadas en las próximas semanas", tal y como avanzó la vicepresidenta primera, Nadia Calviño. El encarecimiento de la cesta de la compra provocará, por ejemplo, que las arcas del Estado tengan que ampliar las pagas a pensionistas y funcionarios que están ligadas al IPC o que Hacienda vea recortada su recaudación en los ingresos por impuestos energéticos, actualmente suspendidos.
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