En ocasiones es una suerte de gota imperceptible. Escapa poco a poco y en lugares insospechados. En ese interruptor que nadie apaga, en ese aire acondicionado mal regulado o en la ventana por la que se escapa el calor. En otras, es un flujo detectable pero difícil de parar. Un contrato de suministro demasiado dependiente del mercado, un sistema energético desfasado o una flota de transporte con altos consumos. La energía que estos días asfixia contabilidades de millones de empresas se ha convertido en el reto de gobiernos y gerentes. Los primeros anuncian ya medidas para limitar su precio, a los segundos les queda algo más que resignarse a pagarlos.
Es ahí donde revisar los sistemas energéticos, de producción y sobre todo, detectar sus ineficiencias energéticas a lo largo de todo el proceso puede ser un salvavidas en momentos de precios disparados. Buscar ahorros 'en casa', en la empresa, puede ser por el momento, a la espera de que el mercado imposible escampe, la medida de ahorro más eficaz.
El reto pasa por acertar con la fórmula que permita a Pymes y grandes empresas producir lo mismo consumiendo menos energía: “No existen recetas mágicas pero sí medidas que pueden ayudar mucho a lograr esa eficiencia energética, esa intensidad energética. Lo primero, sin duda, es detectar dónde se te escapan consumos ineficientes”, asegura Enrique Monasterio, director de Desarrollo e Innovación del Ente Vasco de la Energía (EVE).
En España el consumo de electricidad ha caído. En enero de este año lo hizo en un 5,5% respecto al mismo mes de 2021. En el caso del País Vasco, donde la industria y en particular la electrointensiva, -de grandes consumos energéticos-, tiene mucho peso, se redujo aún más, un 12,2%. El gas, con un precio disparado desde comienzos de año, lo hizo con una reducción de hasta el 34%.
La apuesta por el autoconsumo
Consumir menos pero con la intención de producir lo mismo requiere adoptar medidas y, probablemente, llevar a cabo inversiones significativas. Evidentemente, la situación variará en función del tipo de consumo y sector al que se dedique cada empresa. Las soluciones son muy distintas en una industria como una acería o una papelería, a la de una empresa industrial en la que los consumos energéticos no sean un montante especialmente relevante de su factura de producción.
Monasterio afirma que, sin embargo, el proceso puede ser similar. El primer paso es llevar a cabo una auditoria para detectar fugas de energía, ineficiencias o gastos susceptibles de ser corregidos. Hoy son muchas las empresas que llevan a cabo este tipo de estudios internos. La ruta del ahorro energético comienza en los hábitos de la empresa pero pasa también por la renovación de equipos, el autoconsumo, la revisión de contratos de suministro o la actualización de infraestructuras completas.
El último estudio de consumos energéticos en la empresa llevado a cabo por Endesa concluía que la mitad de ellas podrían ahorrar hasta uno de cada cuatro euros que pagaba por el consumo energético. La clave, la implementación de medidas de eficiencia y que en apenas un 18% de empresas existen.
El estudio revela que entonces el potencial de ahorro de algunas de las medidas podría alcanzar el 20%. Entre la batería de soluciones propuesta figuran la revisión y ajuste de las potencias de suministro contratadas, el ajuste de las tarifas a los horarios reales de trabajo o la eliminación de consumos ocultos. Además, se propone el diseño de planes de eficiencia ajustados al tipo de producción y características de cada empresa.
Sistemas de medición de energía
La factura energética se puede aliviar con otros hábitos o inversiones menores, como la adaptación de la movilidad de la plantilla. En este caso, la apuesta por vehículos híbridos o eléctricos, además de más respetuosos con el medio ambiente, pueden llegar a suponer una mejora en la eficiencia. O la puesta al día de los sistemas de iluminación eficiente, de bajo consumo, o de los mecanismos de frío y calor habilitados en la empresa.
En muchos casos la falta de renovación de determinados equipos también suponen gastos injustificados y que se podrían corregir. Hoy día los equipos empleados en muchas empresas incorporan niveles menores de consumo. Existen incluso sistemas capaces de aplicar la geotermia, el aprovechamiento del frío y el calor del terreno o incluso de aerotermia, la producción de frío o calor por intercambio de aire. Medidas como la sustitución de radiadores por bombas de frío-calor, la instalación de suelos radiantes o la implementación de sensores de oxígeno, así como un correcto aislamiento del edificio pueden suponer otras vías de ahorro importantes.
La primera de las fases, la más sencilla, es corregir hábitos de consumo energético en la actividad ordinaria de la empresa entre los trabajadores. Desde el apagado de luces hasta un encendido adecuado de ordenadores u otros mecanismos. “En general, este tipo de medidas ya están muy desarrolladas e implantadas en las empresas. El siguiente paso es la digitalización, implantar sistemas de medición que nos permitan detectar dónde puede haber excesos, un despilfarro de consumo energético al que poner remedio”.
La segunda fase en esa búsqueda del ahorro energético pasaría por apostar por el autoconsumo. Ser tu propio proveedor de energía, al menos de una parte de la misma, es una opción con cada vez más adeptos. El número de empresas que en España ya tienen copadas sus cubiertas y parcelas con paneles fotovoltaicos crece a un buen ritmo. El autoconsumo es difícil que pueda cubrir la necesidad de energía total pero al menos sí supone un ahorro: “Ahora se vive un despertar del autoconsumo. Hasta 2019 la regulación era compleja y no facilitaba dar el paso. Con el cambio de la normativa, los planes de ayuda y los precios disparados, muchas empresas han apostado por producirse, al menos una parte, de la energía que necesitan”, asegura Monasterio.
Suministros a largo plazo
El director de Innovación del EVE señala que uno de los pasos que ahora se debería dar pasa por una actualización de la normativa que permita dar más facilidades a las empresas. La norma establece que para ser considerado autoconsumo la instalación no debe estar ubicada en un radio superior a los 500 metros de distancia de la empresa: “Muchas industrias ya no tienen espacios disponibles, le han sacado chispas a todo el que tenían, y si esa limitación de distancia no se amplía no pueden apostar por el autoconsumo. Sería necesario ampliar ese radio autorizado de instalaciones para el autoconsumo”.
En España los datos oficiales muestran que en enero pasado el consumo de energías renovables representó el 43%, el procedente de combustibles fósiles el 36% y la energía de origen nuclear el 22%. Es aquí donde entra la tercera fase que las empresas deben abordar en sus estrategias de eficiencia energética. Europa se ha marcado como reto que en 2050 desaparezcan las emisiones de CO2. La necesidad de tener que ir apostando por energías limpias conlleva planificar inversiones y transformaciones a medio y largo plazo. “Las empresas deben ir adaptando sus plantas hacia el consumo de energías limpias. Empezar a renegociar o actualizar los contratos con proveedores de renovables es un paso importante”.
Monasterio recuerda que el gas natural emite CO2 y “tarde o temprano lo tendrán que eliminar”. Por ello, la electrificación de los procesos de producción se impone a medio plazo, “eléctrico y renovable”: “No siempre se puede. En el caso de industrias que requieren de altas temperaturas, como una vidriera, habrá que ir pensando en otros procesos energéticos, como el hidrógeno. Aún no es competitivo y necesita más desarrollo, pero llegará”, señala. Se trata de transformaciones que requieren de inversiones importantes a medio y largo plazo pero que confluyen en un ahorro.
La crisis de Ucrania “nos ha metido a todos el miedo en el cuerpo”, asegura Monasterio. Una situación que considera ha puesto en evidencia la dependencia y ha puesto en peligro muchos negocios: “Esta situación ha hecho a muchos plantearse estrategias a futuro para que no vuelva a ocurrirles”.
Una de las recomendaciones que hace este experto para evitar situaciones de inestabilidad como las actuales pasa por renegociar los contratos con los proveedores. “Ahora lo habitual es hacer contratos de suministro de uno o dos años, quizá habría que hacerlos a 10 ó 15 años. De este modo tendríamos mayor estabilidad. Es probable que salga algo más caro, pero a cambio te dota de mayor estabilidad y protección para situaciones como la actual”.
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