La guerra en Ucrania ha supuesto un varapalo para todo el mundo. Más allá del coste humano, el conflicto está teniendo un coste económico, que tendrá su repercusión en el PIB de muchos países y que ya se está viendo reflejado en los precios. La inflación está disparada en muchas economías (7,9% en EEUU; 7,5% en la zona euro y 9,8% en España). Los elevados precios de la energía están pasando factura. Además, la incertidumbre provocada por el conflicto ha hecho que los mercados registren una alta volatilidad.
Con todos estos elementos no basta para decir que la economía mundial va a entrar en una recesión. Pero hay que sumar que la curva de tipos de Estados Unidos se ha invertido en en la última semana. Hubo una breve inversión diferencial de los bonos del Tesoro de 2 años y de los de 10 años. Es decir, la deuda estadounidense a corto plazo es más rentable que la deuda a largo. La teoría económica dice que en un situación normal prestar a largo plazo debería ser más rentable que prestar a corto, ya que cuanto más largo es el horizonte temporal, hay mayor incertidumbre de qué puede pasar.
Esta anomalía se produce cuando los inversores no se fían del futuro de la economía a corto plazo y exigen una mayor retribución por parte del emisor de deuda pública. Un estudio del Banco de la Reserva de San Francisco recoge que en los últimos 60 años la inversión de la curva de rendimientos ha ocurrido 10 veces. Las veces anteriores este fenómeno ha precedido en aproximadamente un año cada desaceleración o recesión en EEUU, con la excepción de 1966.
Y en esta ocasión ¿se verá una recesión el año que viene? Edmond de Rothschild AM apunta que la situación económica actual, con el petróleo cotizando en los 100 dólares, la presión inflacionista y los problemas de las cadenas de suministro “nos recuerdan a los años 70, cuando dos crisis del petróleo dieron lugar a una memorable actuación de los bancos centrales.
Destaca como acontecimiento de la semana la inversión de la curva americana (entre los bonos a 2 y 10 años) fue el gran acontecimiento de la semana, ya que suele ser una señal de que se avecina una recesión. Sin embargo, matiza que hay un reflejo de una economía boyante, ya que el sector privado creó 455.000 puestos de trabajo en marzo y el crecimiento alcanzó el 6,9% interanual en el cuarto trimestre de 2021.
Jaime Raga, responsable relación con clientes de UBS AM Iberia, asegura que con la inversión de la curva “hay más ruido que otra cosa”. Para Raga esta anomalía no dice nada nuevo de las perspectivas económicas, “solo tiene una utilidad modesta para la toma de decisiones de inversión”. De hecho, explica que la Reserva Federal de EEUU ya ha comunicado a los mercados la explicación de la inversión de curvas: los tipos de interés oficiales se moverán hacia una posición neutral, y un poco más allá, en los próximos dos años.
Mark Holman, socio y gestor de TwentyFour AM (Vontobel), también se muestra cauto con una posible recesión y apunta que vale la pena enfriar un poco la capacidad de predicción que tiene este fenómeno, ya que el momento en el que finalmente se produce una recesión varía mucho. Históricamente, ha tardado en aparecer un periodo que oscila entre los nueve meses y los casi cuatro años. Esta razón hace que, si bien no se puede negar la fiabilidad del resultado, “el calendario hace que sea imposible utilizarlo como algo más que una señal de advertencia”, señala.
Aunque las bajadas de tipos se asocian a menudo con una desaceleración económica, no siempre es así. En 2019 -y previamente durante 1995 y 1984, así como en la década de los 60- la Reserva Federal pasó de subir a bajar los tipos de interés para evitar que una desaceleración económica se convirtiera en una auténtica recesión. Además, la inversión de la curva de tipos no ha sido una buena "señal de venta" para las acciones y el crédito en el pasado. La anterior expansión acabó debido al impacto de la crisis de la covid-19 y no a un deterioro económico previsto por la curva de tipos.
Holman explica lo que pasó en la pandemia, ya que cuando la curva de rendimiento se invirtió en agosto de 2019 y le siguió una recesión en marzo de 2020, nadie había oído hablar de la covid 19: “La inversión fue correcta, como siempre, pero la recesión que le siguió se produjo por razones que no se podían haber anticipado”, puntualiza.
Por ello, considera que hay que atribuir el reciente aplanamiento y la inversión de la curva al foward guidance, un factor del que los inversores sólo se han beneficiado en los últimos tiempos. Holman explica que su escenario central sigue considerando que EEUU evitará una recesión en 2023; sitúan la probabilidad de recesión el próximo año alrededor del 35%. “Este razonamiento positivo se basa en la evidente fortaleza de la economía al entrar en 2022 y, por tanto, en el gran colchón que ha tenido para hacer frente a las numerosas perturbaciones que ha sufrido”, puntualiza.
De hecho, añade que si no existiera ese colchón, su opinión sería diferente, ya que, al fin y al cabo, la economía ha tenido que soportar un choque en la cadena de suministro, un choque en la demanda, un choque en la inflación, un choque en los precios de las materias primas y, por supuesto, la guerra en Ucrania. “Si a esto le añadimos un endurecimiento importante de la política monetaria, debemos concluir que el gran colchón que tenía la economía en 2021 se verá erosionado a finales de 2022”, apostilla el socio y gestor de TwentyFour AM.
Si las subidas de tipos se producen como se espera, la economía de EEUU presentará todas las características de un ciclo tardío y no contará con un gran colchón que garantice el crecimiento del PIB, explica Holman. “Esta es la típica posición de ciclo tardío a la que se enfrentan los inversores”, apunta.
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