El mercado de las criptomonedas ha sufrido esta semana un fuerte varapalo. La stablecoin o criptodivisa estable Luna sufrió una gran sacudida que repercutió a TerraUSD y contagió a todas las monedas digitales. También se vio afectada una de las más conocidas, Bitcoin. En unas 24 horas, se perdieron más de 200.000 millones de dólares y muchas personas perdieron todo lo invertido. El pánico se instaló entre los inversores.
El bitcoin llegó a caer un 6%, aunque en la jornada del viernes se recuperó se situó en los 30.667 dólares. Pero, el 'stablecoin' Luna ha tocado fondo y acumula una bajada de más del 95%, hasta los 0,00005 dólares. De hecho, la red que soporta y promueve los dos criptoactivos ha anunciado en su cuenta de Twitter que “la blockchain de Terra se detuvo oficialmente a una altura de bloque de 7603700”. Es decir, que paralizó los intercambios de esta cadena de bloques, aunque unas horas más tarde anunció en la misma red social que la cadena de bloques Terra había reanudado la producción de bloques.
Esta semana, el Bitcoin cayó por debajo de los 28.000 dólares y Ethereum (ETH) perdió el nivel de los 1.800 dólares, lo que supone un descenso de alrededor del 60% desde los máximos de noviembre de 2021, y la décima corrección importante en la última década. La stablecoin TerraUSD ha visto caer su precio un 40% tras romper su paridad. Se ha anunciado un plan de recuperación, por parte del creador de Terra, Do Kwon, que busca respaldar ahora TerraUSD directamente con reservas colaterales en lugar de un proceso algorítmico. Dado que esto depende de la obtención de los recursos financieros necesarios, y podría llevar algún tiempo, “es probable que el camino para recuperar la credibilidad sea largo”, explica Ben Laidler, estratega de mercados globales de eToro.
Un impacto aún mayor se ha visto en el token Luna, cuyo precio ha caído hasta casi cero. La capitalización de mercado de la que antes era la tercera mayor stablecoin se ha reducido a 8.000 millones de dólares, con 12,7 millones de unidades que pueden convertirse en Luna. “Ya hemos visto este tipo de situaciones en el pasado, y el mercado bien podría recuperarse rápida o lentamente (o no hacerlo). Ahora se trata de ver si los inversores institucionales, que han ido creando lentamente posiciones en esta nueva clase de activos, aprovechan la actual debilidad de los precios para intensificar su participación”, explica Laidler.
Alejandro San Nicolás, profesor de UDIMA y experto en criptoeconomía, explica que lo ha pasado esta semana es una crisis de economía. “Lo que se ha visto es que un proyecto que estaba muy asentado por la comunidad ha caído porque lo han atacado con muchos recursos”, comenta. De hecho, explica que el ataque ha sido “más que contundente” porque quien lo haya hecho ha estudiado muy bien el algoritmo y “han descubierto que existía una posibilidad matemática de que se desestabilizara y la han utilizado”.
San Nicolás señala que ha habido gente que ha perdido muchísimo dinero, pero hay otra que ha sabido sacar rentabilidad de la caída. “Hay muchos inversores argentinos que han perdido mucho, porque veían en esta criptomoneda una alternativa por la devaluación de su moneda”, señala.
No obstante, reconoce que hay mucha gente que está invirtiendo en criptomonedas por moda y sin conocimiento. “Cuando te compras un piso sabes lo qué es un piso y la zona en la que te lo has comprado, pero en cripto no se sigue ese lema, es más por moda”. Algunos inversores siguen los consejos de personas que no tienen porqué tener conocimientos
Pero ¿un crash en las criptomonedas puede convertirse en una crisis financiera? En la actualidad, la capitalización de mercado de toda la clase de criptoactivos es de 1,3 billones de dólares, que equivalen a menos del 1% de los mercados mundiales de renta fija o variable. Este mercado marcó sus máximos en noviembre de 2021, cerca de los 3 billones, pero la volatilidad que se ha instalado este 2022 le ha hecho perder unos 1,7 billones de dólares.
Con estos datos, Ben Laidler, estratega de mercados globales de eToro, considera que “es muy poco probable” que ocurra, además de por su poco peso en el mercado de inversión “los vínculos entre los criptoactivos y estos mercados financieros tradicionales son escasos”, lo que impide los tipos de contagio observados en 2008 con las hipotecas subprime. Estos bajos vínculos reflejan la actual fase inicial de la regulación de los criptoactivos, los bajos niveles de propiedad de los inversores institucionales en la actualidad y, por tanto, la baja relación -o correlación- entre los precios de los criptoactivos y los precios de otras clases de activos.
Alejandro San Nicolás asegura que esta crisis no tiene nada que ver con lo que pasó con las hipotecas subprime. El experto en criptoeconomía explica que las subprime estaban falsamente clasificadas, “había gente que invertía sobre un activo que valía cero, no es que perdieran su dinero, es que no existía”. Así, añade que las criptomonedas son diferentes porque tienen un valor, “lo que ha pasado es que se desequilibrado dándole un valor infinito”.
Sin embargo, reconoce que la crisis podría llegar si empezaran a atacar otros protocolos de stablecoin en sus vulnerabilidades, y comenta que consiguieron generar pánico, reducir el valor del colateral y reducir el protocolo de manera abultada. “Ahora lo que se va a buscar es analizar el protocolo de otra manera: seguridad, el algoritmo que tiene detrás, qué fondos está generando”, puntualiza.
Laidler explica que la alta volatilidad es “naturalmente desconcertante”, pero también podría decirse que es parte del desarrollo natural de una clase de activos que apenas existía hace una década. Tal y como explica el estratega, en la última década se han producido dieciséis grandes caídas del precio del Bitcoin, de una media superior al 50%. Durante el mismo periodo, ni la renta variable ni la renta fija mundial han experimentado una sola caída de precios ni siquiera cercana a esa magnitud.
“Esta volatilidad debería disminuir de forma natural con el tiempo, a medida que la clase de activos y sus casos de uso crezcan, el entorno normativo madure y la base de inversores se desarrolle e institucionalice aún más”, apunta Laidler.
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