Los bancos han cambiado su estrategia comercial. Anteriormente, los clientes que tenían productos contratados con una entidad (nómina, hipoteca, seguros…) tenían la posibilidad de tener una tarjeta de débito de forma gratuita. Sin embargo, ahora es diferente y la mayoría de los bancos ya cobran por la tarjeta de débito, lo que hace que los clientes se vean obligados a usar la de crédito, que ahora suele ser gratuita.
Según los últimos datos disponibles del Banco de España, durante el primer trimestre de 2022, el número de tarjetas de débito en circulación se redujo ligeramente hasta los 48,79 millones. En cambio, el número de tarjetas de crédito aumentó un 5,42% hasta las 39,41 millones. Esto es un reflejo de que ya son pocos los bancos que ofrecen tarjetas de débito gratuitas, pero sí de crédito. Sin embargo, todavía hay más de débito que de crédito, un adelanto que se produjo en 2018, ya que hasta ese momento era al revés.
Desde Asufin explican que los bancos no ganan con la gestión de cobros y pagos, “ganan con el decalaje del pago que están imponiendo a sus clientes”. En efecto, al vendedor le adelantan el pago (le financian) y le cobran los respectivos intereses. En resumen, “las entidades financieras están forzando a sus clientes a contratar este tipo de tarjetas para obtener mayor rentabilidad”, advierten desde la asociación.
De media, las comisiones que aplican los bancos por el mantenimiento y la emisión de la tarjeta oscila entre 20 y 36 euros al año, el último caso ha sido el de CaixaBank con los clientes de Bankia. No obstante, aún hay algunos bancos que no cobran por la tarjeta de débito: ING, que está vinculada a la cuenta nómina; N26, vinculada a la cuenta N26 y sin comisiones por usarla en el extranjero; OpenBank, vinculada a la cuenta corriente Open y con posibilidad de sacar dinero gratis en 7.500 cajeros del Santander; y Abanca, que no tiene comisión por cambio de divisa y es gratis con la Cuenta Clara, pero con condiciones, ya que se tiene que ser nuevo cliente.
Las entidades financieras están forzando a sus clientes a contratar este tipo de tarjetas para obtener mayor rentabilidad
ASUFIN
Con todo esto, se puede concluir que la subida de las comisiones más básicas se ha trasladado también a las tarjetas de débito, que se encarecen de forma importante, pasando de costar 30,17 euros en su emisión o renovación al año, a 32,73 euros. Según los datos de Asufin, CaixaBank es la más cara con 50 euros anuales cuando hace un año costaba 36 euros. También sube Unicaja de 32,00 a 44,00 euros y Abanca de 28,00 euros a 30,00 euros.
Asufin explica que esta política de CaixaBank coincide con la comercialización de la tarjeta MyCard de débito diferido, en la que las compras se liquidan como mínimo dos días después de la compra, y "que en estos momentos tiene como uno de sus principales reclamos la gratuidad". Esta práctica ha sido denunciada por Asufin ante el Banco de España.
La Asociación de Usuarios Financieros señala que uno de los riesgos de las tarjetas de débito diferido es que “aunque sea sin coste aparente para el consumidor, le invita a tener deuda pudiendo ser el origen de un problema de sobreendeudamiento”. Asufin considera que el coste de mantenimiento no debería ser utilizado como elemento disuasorio para sustituir la tarjeta de débito por una de crédito o de débito diferido.
Asimismo, señalan que con esas tarjetas, el usuario no puede disponer de todo su dinero porque la tarjeta tiene un límite fijo con independencia del saldo que tenga el cliente en cuenta y por las propias operaciones que se financian, que hacen disminuir el límite disponible o el tiempo pendiente para liquidar la tarjeta.
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