El viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán ha abierto un nuevo foco de tensión internacional que amenaza con agravar la falta de microchips que vive el mundo a raíz de la pandemia.

La escalada de tensión abierta entre Pekín y Washington a raíz del citado viaje ha desplazado los focos del conflicto ucraniano al escenario asiático, con maniobras militares de calado sobre un territorio con el que pretende hacerse desde hace décadas y que ha conseguido erigirse como un foco tecnológico de primer orden.

Pero al margen de las consecuencias geopolíticas, una una invasión de Taiwán por parte de China tendría repercusiones económicas inmediatas. El país asiático ocupa un papel clave dentro del mundo de la industria tecnológica y, en especial, en la de los semiconductores.

La escasez de estos componentes tras el coronavirus ha puesto ya patas arriba la fabricación de vehículos, electrodomésticos o productos informáticos por todo el mundo.

La dependencia de la isla situada a 120 kilómetros de la costa suroriental de China ha quedado puesta de manifiesto. No en vano, dos de los fabricantes de microchips más importantes a nivel mundial (TSMC y UMC) son de Taiwán, cuyo 35% de las exportaciones corresponde a los circuitos integrados.

La primera, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company, es la líder global en este tipo de materiales y puede acaparar por si sola más de la mitad del mercado. La segunda apenas tiene un 7%, pero le es suficiente para competir en pie de igualdad con la estadounidense GlobalFoundries y con la china SMIC. 

Pero si se produce una invasión del país antes de que otros actores mundiales puedan desarrollar sus propias plantas de fabricación de circuitos integrados de última generación, el gigante asiático se haría con el control de una industria clave en el siglo XXI, generando una dependencia más que notable. Y si el conflicto bélico se extendiese en el tiempo, el resto del mundo quedaría expuesto a una mayor carencia de este tipo de producto clave ante el aislamiento de Taiwán por parte del país presidido por Xi Jinping.

Además, Taiwán se sitúa en un entorno estratégico para las cadenas globales de suministro, pues concentra un gran tráfico marítimo de mercancías. Un conflicto bélico que amenace al estrecho de Taiwán provocaría un cuello de botella que repercutiría en la distribución de suministros desde el gigante asiático hacia el resto del mundo por esa ruta.

El Estrecho de Taiwán es usado como punto de paso para los barcos que transitan desde China, Japón, Corea del Sur y Taiwán, transportando mercancías desde los centros de las fábricas asiáticas a los mercados de Europa, Estados Unidos y otros enclaves intermedios.

Según datos recopilados por Bloomberg, casi la mitad de la flota mundial de contenedores y el 88% de los barcos más grandes del mundo han atravesado el estrecho este año. Cerca del 48% de los 5.400 portacontenedores operativos del mundo pasaron por ese enclave desde enero, con ropa, electrodomésticos, teléfonos móviles y semiconductores a bordo. Y las rutas alternativas más cercanas están expuestas a los tifones y los ciclones.

Hace 25 años que no había una visita de tan alto rango político de Estados Unidos a Taiwán. Era 1997 cuando el presidente de la Cámara de Representantes norteamericana, Newt Gingrich, se desplazó al país asiático. Aquella visita, a la igual que la de Pelosi, desembocó en una grave crisis diplomática que se extendió durante meses.

Las maniobras militares con fuego real iniciadas por China en torno a la isla estos días han tenido ya repercusión en los mercados internacionales, añadiendo una dosis más de incertidumbre tras el conflicto abierto por Rusia en Ucrania.