Europa mira a Italia. E Italia parece no inmutarse. Este domingo más de 40 millones de italianos están llamados a depositar su papeleta en las urnas en otras elecciones. Éstas estarán marcadas por la indiferencia de los votantes tras la crisis política que lleva arrastrando el país desde hace años y que ha desembocado en unos nuevos comicios, en los que la gran favorita es la ultraderechista Georgia Meloni.
Pero nuestro país vecino no solo vive momentos de incertidumbre política. La economía italiana está demasiado expuesta ante una crisis que ya está a la vuelta de la esquina tras la invasión rusa en Ucrania, que ha disparado los costes energéticos de todo Occidente, dando paso a una inflación que no se recuerda desde hace más de dos décadas. E Italia, ni mucho menos, es ajena a todo lo que ocurre en el Viejo Continente.
Las principales instituciones económicas europeas y mundiales dejan entrever que gran parte de los países de la Unión Europea entrarán en recesión técnica en los próximos trimestres e Italia tiene todas las papeletas para ser uno de ellos. El mercado no se fía de Italia y la rentabilidad del bono a diez años se está pidiendo a más de un 4%, unos niveles similares a los vistos en la crisis de 2010 o durante los meses de confinamiento.
Las letras a tres meses tampoco invitan al optimismo y dejan claro que los mercados recelan de la economía italiana. El interés que exigen los inversores alcanza cotas no vistas desde 2013, cuando las deudas soberanas estaban ya respaldadas con los programas del BCE.
Los datos macroeconómicos, a su vez, reflejan la desaceleración que se está produciendo en Italia. "Los datos cualitativos siguen apuntando a un deterioro del entorno económico durante el tercer trimestre. Esto es lo que nos dicen los datos de confianza de agosto, con algunas excepciones", explican los analistas de ING. Pese a tener un 7,9% de desempleo, el consumo y la actividad industrial ya dejan síntomas de debilidad. "Al terminar la temporada de verano, sospechamos que tanto los servicios como la industria manufacturera actuarán como un lastre para el crecimiento", matizan los expertos.
Crisis actual
La guerra en Ucrania, por tanto, ha dejado huella en la política y en la economía italiana. La coalición de derechas, en la que Meloni parte con ventaja sobre el partido de Berlusconi o Salvini, ha asegurado que ya es “hora de poner soluciones” a la crisis económica que azota Europa e Italia. A través de mensajes económicos fáciles y populistas se han asegurado un buen puñado de votos y todo hace indicar que tendrán la mayoría absoluta.
La lideresa de la ultraderecha es firme defensora de una economía más cerrada y abandonar la globalización económica para reforzar el tejido empresarial patrio. Tal es su postura que llegó a defender la salida de Italia de la eurozona y regresar a la lira. A pesar de que su discurso ha cambiado, sigue siendo muy crítica con la Unión Europea.
El discurso de la política italiana ha provocado cierto nerviosismo en Italia. Y no es para menos. En pleno pulso político y económico contra Putin, lo que menos necesita la Unión Europea es encontrarse con un país que no arrime el hombro. Y mucho menos una nación como Italia, que está llamada a ser uno de los grandes hubs energéticos de Europa gracias a sus interconexiones.
El país transalpino cuenta con los gasoductos que la unen con Argelia y Libia, proveedores alternativos a Rusia, y a las interconexiones con el norte de Europa a través de Suiza, Austria y Eslovenia. Además, el país llegó a un acuerdo con Argelia para aumentar las compras de materia prima hasta en un 40% hace pocos meses. España también mira con lupa lo que ocurra ya que el Gobierno califica como “esencial” el gasoducto que una los dos países para obtener una mejor interconexión gasística.
Los inversores consideran que las malas relaciones con Europa puede suponer un grave problema. “Existe la preocupación de que un nuevo Gobierno pueda rehuir algunas de las reformas necesarias para garantizar que Italia obtenga acceso a unos 200.000 millones de euros (199.000 millones de dólares) de fondos de la UE de su Mecanismo de Recuperación y Resiliencia posterior a la crisis”, subraya Alvise Lennkh-Yunus, director de análisis de Scope Ratings.
La deuda italiana es otra de las cuestiones que más preocupa a los italianos y, sobre todo, a la coalición de derechas. Durante todos su campaña se ha hecho hincapié en el debe en las arcas públicas. La deuda de las administraciones públicas aumentó ya sobrepasa los 2.766.000 millones, marcando un nuevo récord, y se ha incrementado en los últimos meses casi 15.000 millones de euros.
Azad Zangana, economista senior y estratega para Europa de Schroders, señala que ante este panorama, “las agencias de calificación de deuda soberana podrían rebajar el rating de Italia haciendo aumentar el rendimiento de los bonos, lo que provocaría una reacción negativa en los mercados de renta variable”.
Pendientes de la reforma fiscal
Una vez que la derecha acceda al poder, tal y como indican las encuestas, deberá acometer la reforma fiscal que dejó a medias el anterior Gobierno y que Europa apremia. Mario Draghi era partidario de introducir una nueva reglamentación que contemplaba una reducción general de la presión fiscal y una simplificación del sistema de impuestos del país que permita hacer frente a la enorme evasión fiscal que soporta cada año.
Por último, hay algo que no podrá hacer el nuevo Gobierno. Los presupuestos de 2023 están marcados y parece imposible que se puedan retocar. “El presupuesto de 2023 será presentado por Draghi sobre la base de un objetivo de déficit sin cambios para el próximo año. Los diversos paquetes de ayuda proporcionados este año se han pagado con impuestos adicionales a las empresas energéticas. Esto debería continuar y, por lo tanto, no anticiparíamos una mayor debilidad en los rendimientos del gobierno italiano”, arguyen desde Montobel.
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