El 11 de marzo de 2011 es una fecha que difícilmente caerá en el olvido. El temblor que sacudió en aquel viernes ya casi primaveral las costas japonesas del Pacífico causó una catástrofe que se cobró más de 18.000 vidas y mantuvo en vilo a una población que temió ser víctima de una desgracia nuclear sin precedentes. Las olas de más de 15 metros provocadas por el tsumami surgido por el violento terremoto impactaron contra la central nuclear Daiichi de Fukushima y desencadenaron en inundaciones que llevaron a tres fusiones nucleares y a la liberación de grandes cantidades de contaminación radiactiva. El suceso puso en entredicho la seguridad de la energía nuclear en todo el mundo y en la Asociación Nuclear Ascó-Vandellós II (ANAV) se pusieron manos a la obra para asegurarse de que sus dominios jamás sufrirán una situación así.
El entorno de la central nuclear de Ascó es muy diferente al de Fukushima. Este gigante de la nuclear española con dos reactores se encuentra a unos 50 kilómetros de su salida al mar más cercana, Miami Playa. El agua más cercana es la del río Ebro, que aporta el líquido elemento para la refrigeración de las dos unidades. Pese a las evidentes diferencias entre un lugar y otro, Ascó aprendió de Fukushima. "Todas las centrales nucleares del mundo reevaluaron su capacidad de respuesta ante desastres extremas que pudiesen ir más allá de las bases de diseño con las que fueron construidas las plantas. Este proceso se materializó en Ascó y Vandellós II con el Plan de Refuerzo de la Seguridad, en el que ANAV trazó un ambicioso plan de inversiones con las que las centrales aumentaron sus márgenes de seguridad y su capacidad de respuesta" señalan representantes de ANAV durante la visita de El Independiente a la central.
Los escenarios posibles para los que Ascó está preparada incluyen "una simulación de lo más parecido a un tsunami como el de Fukushima", y es que, gracias al Plan de Refuerzo de la Seguridad se creó el Centro Alternativo de Gestión de Emergencias (CAGE), un espacio que permite controlar la central en emergencias de manera autónoma durante 72 horas. Es decir, durante tres días se puede gestionar la central sin ayuda externa. Se entiende que en ese plazo de tiempo daría tiempo a que el apoyo llegase desde fuera. Además, la central dispone de suministro diésel para al menos una semana. "Una de las pruebas de estrés más importantes a la que fue expuesto el CAGE de Ascó es el desbordamiento de las tres presas que hay Ebro arriba. Prácticamente un maremoto", explican desde ANAV. El CAGE que da cobertura a los dos reactores de Ascó cuenta con protección radiológica, resistencia sísmica, servicio médico, laboratorio químico, integridad estructural, comunicación, habitabilidad, provisión de energía eléctrica y protección contra incendios, cumplimiento de las regulaciones y un robusto sistema de calidad.
El CAGE de Ascó tiene capacidad para 120 personas, más de lo normal, ya que la central goza de dos reactores. Por ejemplo, en Vandellós II, el aforo es de 70. Una vez dentro del CAGE de Ascó la cobertura desaparece y la única luz que ilumina la oscuridad es la de los focos porque, como es lógico, un Centro Alternativo de Gestión de Emergencias preparado para resistir una crisis nuclear no tiene ventanas. Desde su apertura hace ahora seis años solo ha tenido que ser utilizado en una ocasión. "Fue durante la borrasca Filomena. Como las previsiones de tiempo eran tan malas se mandó al personal de Organización de Respuesta ante Emergencias por si luego no podían llegar hasta la central por problemas en las comunicaciones".
Exterior del CAGE de Ascó
Control radiológico a la entrada del CAGE de Ascó
La falta de uso de estos CAGE, "ojalá nunca tengamos que echar mano de ellos", no evita que estén sometidos a un estricto mantenimiento. "Las instalaciones están listas para que en cualquier momento se tengan que llenar", indican durante el paseo por el búnker, en el que se puede apreciar como se realizan tareas de soldadura o comprobaciones más cotidianas como que los grifos, enchufes e interruptores funcionan correctamente. Entre estos detalles cabe destacar uno de los más importantes, la despensa. El CAGE de Ascó cuenta con víveres para alimentar a 120 personas durante al menos tres días, así como con microondas para poder calentar las reservas. Estos alimentos se reponen cada cierto tiempo ya que desde su creación sólo han sido útiles una vez. "Antes de que se desperdicie la comida la donamos a asociaciones, normalmente de la zona, aunque en las últimas ocasiones se mandó a Ucrania", indican los anfitriones.
Ascó I inició su actividad el 10 diciembre de 1984, mientras que Ascó II lo hizo el 31 de marzo de 1986. Ascó I, tiene concedida la renovación de la autorización de explotación hasta el 2 de octubre de 2030, fecha de cese definitivo de explotación, mientras que para Ascó II se establece un plazo de renovación de diez años, hasta el 2 de octubre de 2031.
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