Su morfología y fenotipo es totalmente diferente a la del conejo de monte. Pesa más, es más grande y su comportamiento no tiene nada que ver con el conejo autóctono. Se ven ejemplares "totalmente negros o rubios, con un pelaje impropio en el conejo de monte", y sus aventuras por las cosechas de Castilla-La Mancha y del sur de la Comunidad de Madrid arruinan a los agricultores de la zona. "Tenemos documentos oficiales en los que se reconoce que es un conejo híbrido. Esta clase de animal es capaz de romper el vallado que impide el paso a los cultivos al conejo de monte y de trepar a viñedos de más de un metro. Necesitamos que se actúe porque las pérdidas son millonarias", clama en conversación con El Independiente Andrés García Vaquero, presidente de la Unión de Uniones de Agricultores y Ganaderos de Castilla-La Mancha.
La población de conejos es uno de los quebraderos de cabeza en el campo español. Mientras las cifras muestran que la supervivencia de la especie se tambalea, según los datos de WWF el conejo ha cosechado un descenso cercano al 70% en España en los últimos años, los agricultores de Madrid y Castilla-La Mancha aquejan superpoblación. "En la Comunidad de Madrid hay infinidad de conejos, pero lo que creemos es que no es el autóctono. Este es muy resistente a las enfermedades y al entorno", explica a este diario Francisco José García Navarrete, presidente de ASAJA Madrid (Asociación Agraria Jóvenes Agricultores).
Los trabajadores del campo señalan que el problema de los conejos y las cosechas "ha existido toda la vida"; sin embargo, aseguran que las características de su agresor no son las del conejo de monte por el que suspira la Administración desde hace años. "El conejo de monte ya no se ve, pero este sí. Hay madrigueras por todos lados y es probable que la aparición del híbrido haya desplazado al animal autóctono", apunta García Vaquero, que desentraña el origen de este extraño fenómeno: "A principios de siglo los programas medioambientales introdujeron este conejo porque el lince y el águila imperial peligraban. Esta claro que no se estudió bien el impacto porque el híbrido se ha convertido en el dominador del terreno, ha perjudicado al conejo de monte y ahora destroza las siembras".
Ataques a los cultivos
Los métodos tradicionales para impedir que los conejos campen a sus anchas por las tierras de los agricultores son inútiles contra el híbrido que denuncian ASAJA y Unión de Uniones. "Como este conejo es más grande y fuerte que el clásico, es capaz de doblar una parte del alambrado y colarse a las explotaciones por el hueco", explica García Vaquero, que cifra en "al menos 50 millones de euros anuales" los daños producidos por el invasor.
Según el presidente de Unión de Uniones de Castilla-La Mancha, "un mayor volumen de caza ayuda", pero en este caso se necesita añadir otras herramientas para solucionar la situación. "La afición de los cazadores por este tipo de presa no es la misma que la tradicional que había con el conejo de monte. Cuando este híbrido ve a los perros de caza huye directamente. No se aplasta sobre el suelo y no da pie a que el perro haga la muestra y alerte a su dueño, por lo que elimina de la ecuación la parte que más entusiasma a los cazadores, que dejan de ir al perder esa diversión", lamenta García Vaquero.
Los agricultores denuncian que hay zonas que escapan a su responsabilidad y que son muy propensas para la cría de conejos. "Los espacios junto a las líneas ferroviarias no se limpian y esas hierbas son un sitio ideal porque permite a los conejos protegerse tanto de los depredadores -porque está restringido con vallas- como de los cazadores, que allí no pueden practicar la caza ni el descaste", expresa Navarrete. El presidente de ASAJA Madrid alude a que en el área más próxima a los ríos se favorece la maleza, "por ejemplo junto a Aranjuez, donde la Confederación Hidrográfica del Tajo no permite que se limpie", es una invitación a la masificación de conejos.
Cómo acabar con la superpoblación
Navarrete considera que la ampliación de los períodos de caza en la Comunidad de Madrid favorecería la subsistencia de sus cultivos. "Una de las soluciones es que nos den más autorizaciones y que nos dejen cazar. Muchas veces el gobierno autonómico sí nos da ese apoyo con la declaración de zona de emergencia cinegética, pero luego llegan los grupos ecologistas y nos la revierten. Buscamos un control de fauna silvestre para que haya equilibrio con la agricultura y que los conejos no se carguen nuestro trabajo y nos invadan como hacen los jabalíes y otras especies".
García Vaquero suma a la caza la efectividad de la gasificación en los focos de reproducción. "La caza ayuda, pero si en un día se matan a 20 de estos conejos y se reproducen 30, pues al final hay 10 más. Como son zonas en las que es muy difícil reducir la población solo con la caza habría que recurrir a la utilización de gases que no son nocivos, como se ha hecho con el topillo en Castilla y León, Aragón y Cataluña".
La gente del medio rural cuantifica el perjuicio más allá del aspecto económico. "Un año te fastidian una parte de la viña, al otro un poco más y al siguiente ya tienes que desechar más de lo que puedes aprovechar. Si ves que desde la Administración no se ofrecen alternativas, al final el agricultor se desespera y piensa que lo mejor que puede hacer es dejar su explotación. Así acabamos con la población rural. Sin la principal actividad, que es el campo, el resto de elementos de los pueblos caen uno detrás de otro", concluye García Vaquero.
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